Gieco será telonero de los recitales argentinos de Bob Dylan, en marzo. Un encuentro con el artista que define como “su estrella”, aunque sin embargo duda de que llegue a producirse un verdadero encuentro. “Ser telonero de Dylan me moviliza internamente, pero no es que soy fanático suyo, no tengo todos los discos ni mucho menos –cuenta–. Creo que también tiene partes oscuras, se pelea con la gente que quiere pedirle autógrafos, por ejemplo, es una suerte de fantasma. Definitivamente es mi estrella, pero no es una estrella porque sí, sino por cómo se dieron las cosas. Mi conexión con él es de larga data, y marcó mi carrera.”
–¿Cómo empezó?
–Yo tenía 13, 14 años, y escuché por la propaladora del pueblo una canción que me erizó la piel. Pasan los años, me voy a vivir a Buenos Aires, paso por una disquería y escucho la misma canción, me trasladó inmediatamente a aquella tarde en mi pueblo, fue mágico. Entré y le dije al tipo: “Dame esto, ¿qué es?” “Son los Byrds, y la canción se llama ‘Mr. Tambourine’”. “Dame algo más de esto, por favor”. “Te puedo vender el primer disco del autor de la canción”. O sea, conocí a Bob Dylan cuando ya tenía diez discos grabados, y empecé por el primero porque en la Argentina no se editaban. Después me habló de él Leda Valladares. Me gustaban sus canciones, las letras traducidas, para colmo veo una foto de él, tocando guitarra, armónica, y con un platillo en la cabeza del estilo del deshollinador de Mary Popins. Da la casualidad de que el pibe que vivía conmigo en la pensión era el bajista de Los Moscos, Horacio Fumero. Un día cayó Claudio Gabis a verlo a la pensión, yo que lo admiraba de Manal casi me muero. Le conté que quería cantar, que estaba enloquecido con un tipo que se llamaba Bob Dylan. ‘¿No sabés un lugar donde se pueda conseguir un atril con una armónica, para tocar como él?’, le pregunté. Eso marcó mi vida.
–¿Por qué?
–Al día siguiente Gabis me regaló uno. Me lo puse, me miré al espejo del aparador viejo que había en la pensión, junto con la guitarra, y dije: ‘¡Soy Bob Dylan, a la mierda!’ Para colmo ponía “Blowin’ in the wind” y tocaba la armónica y la guitarra con él. Ese tema me hizo componer “Hombres de hierro”, que es casi afanado, pero como la letra no dice las mismas cosas me salva. Con esa primera canción elaboré toda una carrera, porque quedó grabada para el disco El acusticazo, y fue a parar a la primera película de rock, Buenos Aires rock. Por eso Dylan es mi estrella. Y por eso lo que me pasa al saber que voy a tocar como telonero suyo es algo personal, mi estrella ahora está en Buenos Aires. Eso me moviliza, hace días que estoy con Dylan al palo. Eso no quiere decir que vayamos a hablar en el show, ni siquiera creo que nos crucemos. Es un tipo muy parco, nada fácil. Calamaro fue soporte suyo, no un show, toda una gira por España, y jamás lo vio en persona. Además, ¿qué le voy a decir si me lo cruzo? ¿Qué le va a importar? Hace 35 años que hablo de él, él no lo sabe, pero no importa. Me conformo con saber que muchos de los que van a ir a verlo lo conocieron por mí.
–¿Cómo empezó?
–Yo tenía 13, 14 años, y escuché por la propaladora del pueblo una canción que me erizó la piel. Pasan los años, me voy a vivir a Buenos Aires, paso por una disquería y escucho la misma canción, me trasladó inmediatamente a aquella tarde en mi pueblo, fue mágico. Entré y le dije al tipo: “Dame esto, ¿qué es?” “Son los Byrds, y la canción se llama ‘Mr. Tambourine’”. “Dame algo más de esto, por favor”. “Te puedo vender el primer disco del autor de la canción”. O sea, conocí a Bob Dylan cuando ya tenía diez discos grabados, y empecé por el primero porque en la Argentina no se editaban. Después me habló de él Leda Valladares. Me gustaban sus canciones, las letras traducidas, para colmo veo una foto de él, tocando guitarra, armónica, y con un platillo en la cabeza del estilo del deshollinador de Mary Popins. Da la casualidad de que el pibe que vivía conmigo en la pensión era el bajista de Los Moscos, Horacio Fumero. Un día cayó Claudio Gabis a verlo a la pensión, yo que lo admiraba de Manal casi me muero. Le conté que quería cantar, que estaba enloquecido con un tipo que se llamaba Bob Dylan. ‘¿No sabés un lugar donde se pueda conseguir un atril con una armónica, para tocar como él?’, le pregunté. Eso marcó mi vida.
–¿Por qué?
–Al día siguiente Gabis me regaló uno. Me lo puse, me miré al espejo del aparador viejo que había en la pensión, junto con la guitarra, y dije: ‘¡Soy Bob Dylan, a la mierda!’ Para colmo ponía “Blowin’ in the wind” y tocaba la armónica y la guitarra con él. Ese tema me hizo componer “Hombres de hierro”, que es casi afanado, pero como la letra no dice las mismas cosas me salva. Con esa primera canción elaboré toda una carrera, porque quedó grabada para el disco El acusticazo, y fue a parar a la primera película de rock, Buenos Aires rock. Por eso Dylan es mi estrella. Y por eso lo que me pasa al saber que voy a tocar como telonero suyo es algo personal, mi estrella ahora está en Buenos Aires. Eso me moviliza, hace días que estoy con Dylan al palo. Eso no quiere decir que vayamos a hablar en el show, ni siquiera creo que nos crucemos. Es un tipo muy parco, nada fácil. Calamaro fue soporte suyo, no un show, toda una gira por España, y jamás lo vio en persona. Además, ¿qué le voy a decir si me lo cruzo? ¿Qué le va a importar? Hace 35 años que hablo de él, él no lo sabe, pero no importa. Me conformo con saber que muchos de los que van a ir a verlo lo conocieron por mí.
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