miércoles, 16 de enero de 2008

Contra la barbarie cotidiana

Nosotros, intelectuales y ciudadanos progresistas, comprometidos con la democracia y con la
justicia social, que deseamos el surgimiento de sociedades libres de todas las formas de violencia
(política, económica, social, cultural) y defendemos el derecho de los pueblos a construir
alternativas frente a los peligros de un capitalismo sin límites; nosotros, que amamos Colombia
para vivir en ella cada día; nosotros, que de ella hemos huido; nosotros que en ella tenemos
amigos o que sólo la conocemos a la distancia; nosotros, deseamos expresar nuestro dolor y
nuestra vergüenza frente a los secuestrados y, por medio de ellos, frente a la tragedia humanitaria
colombiana, que oprime a la población civil y niega los principios más elementales de la dignidad
humana.
1. Expresamos nuestra condena total a la práctica del secuestro, realizada por las FARC, las
otras guerrillas, los paramilitares, algunos miembros de la fuerza pública y la delincuencia
común. El secuestro es en sí mismo un crimen atroz, que conduce al agotamiento físico y
a la muerte social de las personas afectadas. Además, debido a las condiciones de
insalubridad en las que sucede y a la intensificación del conflicto, expone a estas personas
definitivamente a la muerte. Nada, absolutamente nada, puede justificar esta práctica.
Tampoco los otros crímenes (atentados, amenazas, asesinatos, masacres) cometidos
contra la población civil, por parte de grupos armados ilegales o por miembros de las
fuerzas armadas y de policía, cuyas estrategias exclusivamente guerreristas los han
conducido a desvirtuar su proyecto político y ético inicial.
2. Condenamos con igual fuerza las actitudes irresponsables e inaceptables del gobierno
colombiano en relación con: su rechazo al reconocimiento del conflicto armado y a la
consecuente aplicación de los principios del Derecho Internacional Humanitario, el
sufrimiento que le ocasiona a las familias de los secuestrados anunciando continuamente
las operaciones militares de rescate, los insultos y las acusaciones dirigidos a la oposición
democrática que los convierte en objetivo potencial o real de los grupos paramilitares, la
aceptación tácita de la connivencia entre éstos, los narcotraficantes y los dirigentes
políticos en un contexto donde la justicia es incapaz de traducir concretamente a los
principios de verdad, reparación integral y de no repetición. Finalmente, resaltamos el
fracaso de la política de “seguridad democrática”, incapaz de garantizarle la vida a los más
desprotegidos socialmente, con la cual se intenta legitimar todas las acciones
gubernamentales mediante el recurso a la “guerra contra el terrorismo”.
3. Condenamos además las políticas de algunos miembros de la Comunidad Internacional,
en particular las del gobierno de los Estados Unidos que, con los Planes “Colombia”,
“Patriota” y “Consolidación”, le suministran al gobierno colombiano los medios militares
y financieros para que continúe con una guerra que ha atravesado todas las fronteras de lo
inhumano. Por su parte, la Unión Europea no cesa de cerrar los ojos frente a esta tragedia
humanitaria, en nombre de intereses económicos que no son discutidos públicamente,
como sucedió en los últimos días con las negociaciones con la Comunidad Andina de
Naciones. La crisis humanitaria en Colombia se perpetúa, como lo demuestran los
informes de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. ¿Es necesario recordar que
Colombia tiene más de 3.000 personas secuestradas – de las cuales un poco menos de un
tercio está detenida por las FARC1 –, 30.000 víctimas de desaparición forzada –
esencialmente por la acción de grupos paramilitares2 –, y 3,9 millones de desplazados?
1 Fuente: Las Voces del Secuestro.
2 los desaparecidos son personas brutalmente separadas de su vida cotidiana, a menudo torturados y cuyos
cuerpos no son devueltos a sus familias. Borrados de la noche a la mañana de la sociedad, son objeto de una
¿Hay que recordar que, junto con Sudán, tiene el mayor número de desplazados en el
mundo, que 60% de la población vive por debajo del umbral de pobreza y que es el
escenario de injusticias sociales y culturales insoportables?
Por estas razones, llamamos a una movilización inmediata de todas las voces democráticas,
en Colombia, Latinoamérica, en la Unión Europea y en los Estados Unidos, para contribuir a
la liberación de los secuestrados y a la realización del acuerdo humanitario, etapas necesarias
en la construcción de una solución no violenta y negociada del conflicto armado. Con este
propósito, nosotros demandamos públicamente:
1. Que las FARC liberen inmediatamente y sin ninguna condición todos los secuestrados
civiles en su poder, bien sea por motivos económicos o políticos. Es necesario precisar
que por estos últimos no se pide ninguna recompensa, no deben ser objeto de un
intercambio humanitario como si fueran combatientes y su vida es responsabilidad
exclusiva de sus captores. Frente al dolor de los familiares, las FARC deben tener una
mínima coherencia con su propuesta política y ética, y crear las condiciones para su
liberación. De lo contrario, su lucha pierde todo sentido. Si hasta ahora se ha supuesto
que este gesto debe constituir una contrapartida al acuerdo humanitario, nosotros
consideramos que debe anticiparlo: los videos y las cartas recientes de los secuestrados
políticos son un llamado desesperado para tomar medidas inmediatas. Esta exigencia de
liberación la hacemos ante todos los actores responsables del secuestro.
2. Que el gobierno realice un gesto de responsabilidad equivalente, que en consecuencia
abandone definitivamente la hipótesis de un rescate militar y siente las bases de un
acuerdo humanitario que permita el intercambio inmediato de prisioneros (guerrilleros
encarcelados contra policías y militares secuestrados). Al respecto, hay que subrayar la
lógica jurídica y moral de dicho acuerdo: en el marco del Derecho Internacional, busca
regular pacíficamente y en un tiempo determinado, el intercambio de prisioneros durante
las guerras. Por lo tanto, implica la inclusión de una lógica de no-violencia dentro de una
situación de violencia estructural. Con tal propósito, ninguna de las alternativas
propuestas por las partes y la sociedad debe ser ignorada, y la negociación para la
liberación de los secuestrados no debe seguir siendo sometida a juegos tácticos de las
partes en medio de estrategias bélicas.
3. Que la Comunidad Internacional demuestre un compromiso real con la paz y los
derechos humanos en Colombia. Por consiguiente, formulamos tres peticiones
específicas: la continuidad irrevocable de la oficina de las Naciones Unidas in situ y el
fortalecimiento de sus medios de acción; el envío de un delegado permanente de la Unión
Europea, que refuerce la labor de la diplomacia europea con respecto al acuerdo
humanitario; el desarrollo de diversos mecanismos que obliguen al Estado colombiano a
darle garantías efectivas a las organizaciones que han entablado acciones frente a la Corte
Interamericana de Derechos Humanos para que éstas lleguen a buen término. Estos
elementos deben ser considerados como las primeras etapas de la reconstrucción de un
sistema judicial totalmente independiente, capaz de poner fin a los crímenes cometidos
por las partes en conflicto y de responder a las exigencias de las organizaciones de
víctimas sobre el reconocimiento del derecho inalienable a la verdad, la reparación
integral y la no repetición de los crímenes cometidos. Al pueblo colombiano le
corresponde definir la vía política que le permita reencontrar la justicia social y rechazar
las diversas formas de violencia que tienen lugar en su territorio.
doble negación: por parte del poder existente, que niega esta realidad; por parte de la opinión pública
internacional, que no tiene conocimiento de esta situación. Fuente: Fidh.
Entre las pruebas de vida de los secuestrados dadas a conocer una de ellas llamó
especialmente nuestra atención: la que Ingrid Betancourt dirige a su madre. Es un mensaje
perturbador por su mezcla de intimidad y de universalidad, de agotamiento y de resistencia
moral; sus palabras son el lazo de unión entre las víctimas anónimas y el resto del mundo. Su
autora cita a Albert Camus, en tal sentido, para hacerle eco a sus palabras, es conveniente
recordar el siguiente fragmento del autor de El Extranjero: “la tiranía totalitaria no se edifica
sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las fallas de los liberales” (A. Camus, Actuelles
I). El rostro de los secuestrados y el de las víctimas de otros crímenes atroces es la imagen
especular de nuestra inacción. Si la idea de la humanidad todavía tiene sentido para nosotros,
debemos cambiar radicalmente el curso de los acontecimientos en Colombia.

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