martes, 20 de septiembre de 2011

Dice cosas García Márquez

  1. Una cosa es una historia larga, y otra, una historia alargada. 
  2. El final de un reportaje hay que escribirlo cuando vas por la mitad. 
  3. El autor recuerda más cómo termina un artículo que cómo empieza. 
  4. Es más fácil atrapar un conejo que un lector. 
  5. Hay que empezar con la voluntad de que aquello que escribimos va a ser lo mejor que se ha escrito nunca, porque luego siempre queda algo de esa voluntad. 
  6. Cuando uno se aburre escribiendo el lector se aburre leyendo. 
  7. No debemos obligar al lector a leer una frase de nuevo.

miércoles, 22 de junio de 2011

Tres recuerdos

Mijail Gorbachov: Yo era solamente un niño. Mi padre se iba a pelear en la Segunda Guerra Mundial. Todos lo estábamos despidiendo. Fue muy emotivo. Todos estaban llorando. Justo antes de irse, mi padre me compró un helado. Venía en una taza de aluminio. Todavía recuerdo el gusto de ese helado.

Dick Van Dyke: Todos llamaban “Cookie” a mi padre. Nadie sabía su nombre verdadero. Hay una foto mía cuando era niño en un parque, para el picnic del 4 de julio. La mesa estaba puesta para la ensalada de papas y de repente empezó a llover torrencialmente. Todo el mundo salió corriendo al auto –salvo mi papá–. Se sentó ahí y comió bajo la lluvia, chorreando, solo por el placer de hacerlo.

James Caan: Nunca vi llorar a mi padre. Mi hijo me ha visto llorar. Mi padre nunca me dijo que me amaba y en consecuencia yo le digo a Scott que lo amo cada minuto. El punto es que voy a cometer menos errores que mi padre, mis hijos con suerte cometerán menos errores que yo y sus hijos cometerán menos errores que sus padres. Y uno de estos días criaremos al perfecto Caan.


domingo, 5 de junio de 2011

Cómo decir poesía Por Leonard Cohen

Por ejemplo la palabra “mariposa”. Para usar esta palabra no hace falta aligerar la voz, ni dotarla de pequeñas alas empolvadas, ni inventar un día soleado o un campo de narcisos, ni estar enamorado, ni estar enamorado de las mariposas. La palabra “mariposa” no es una mariposa de verdad. Está la palabra y está la mariposa. La gente tendrá todo el derecho a reírse de ti si confundes estos dos conceptos. No le des tanta importancia a la palabra. ¿Qué quieres transmitir, que amas a las mariposas con más perfección que nadie o que entiendes realmente su naturaleza? La palabra “mariposa” no es más que un dato. No te da pie a revolotear, elevarte, proteger las flores, simbolizar la belleza y la fragilidad o interpretar de alguna forma a una mariposa. No representes las palabras. No representes nunca las palabras. No intentes nunca despegar del suelo cuando hables de volar, ni gires la cabeza y cierres los ojos cuando hables de la muerte. No me mires con ojos ardientes cuando hables del amor. Si quieres impresionarme al hablar del amor, métete la mano en el bolsillo o debajo del vestido y acaríciate. Si tu ambición y tu hambre de aplausos te han llevado a hablar del amor, debes aprender a hacerlo sin desacreditarte a ti mismo ni lo que dices.


martes, 3 de mayo de 2011

Ernesto Sábato por Horacio González

"La muerte, gran compañera, siempre da una oportunidad a los seres ambiguos. Ahora, acaso un joven estudiante abra nuevamente Sobre héroes y tumbas y se detenga en aquella página donde Martín ve una lucecita prendida en una pensión de San Telmo –es de madrugada– y dice: debe ser un estudiante leyendo a Marx."

martes, 19 de abril de 2011

127 hours

Quizás Danny Boyle nos haya sorprendido positivamente en el lejano pasado imperfecto de nuestras vidas (Trainspotting), pero ahora cuando regresa con una historia basada en hechos reales ("el drama que sufrió el montañero Aron Ralston en el 2003, que tras quedar atrapado su brazo por una roca, tomó la decisión de amputarse el miembro con una navaja para poder sobrevivir") deseamos con todas las fuerzas de la naturaleza que la película se hubiera terminado en el minuto 17 (16 y 20, para ser exactos) y no 127 horas después...

Rabbit hole

Alguna vez Nicole Kidman fue Virginia Woolf (The hours) y alguna vez Aaron Eckhart fue boxeador y detective (Tha black dahlia) y alguna vez Dianne Wiest fue una de las dos hermanas de Hannah (Hannah and her sisters) pero ahora ellas dos y él no son ellas dos y él, y así las cosas, por más buenas intenciones que tenga el director John Cameron Mitchell, a este lado de la pantalla nos quedamos esperando, no ya la resurrección milagrosa del niño muerto, sino alguna señal de vida de los sobrevivientes.

sábado, 19 de marzo de 2011

El arrobamiento de tu lengua

Masticar en la más pasmosa soledad. Tener conciencia de ese acto. Deglutir: saber que todo alimento se convierte en mierda.

Pescar en un río sin peces. Entender en la noche lo que se no se puede comprender en la mañana.

Iba a escribir: El Señor es mi Pastor. En su lugar escribo: El Señor es mi Pastor.

Iba a amarte, se ha hecho tarde, ha oscurecido y ya es peligroso transitar calles.

Mastico en soledad. Tengo conciencia del acto. Degluto: todo es mierda.

Pesco en un río sin peces. Entiendo que jamás vas a volver.

sábado, 5 de marzo de 2011

Se entregaban a actos extraños con animales

Humilde gente del campo sin más amor que las caricias inconscientes de una bestia, así vivían la plena vida.

-“He despedazado víctimas humanas. Con los animales no me meto”, decía el hombre tras las rejas.

-¿Eso te hace mejor?, preguntaba yo.

-“¡Cállate, puta!”, gritaba ella, callada hasta entonces.

-Se van a podrir en la cárcel, decía yo.

-“El momento del crimen es una ola: a veces, regresa al mar antes de tocarte, a veces te derriba contra la arena”, decía él.

Yo pensaba en lo que habían hecho y escupía sobre el suelo.

jueves, 17 de febrero de 2011

Cuatro letras de canciones de Arcade Fire

LOS SUBURBIOS

En los suburbios yo, yo aprendí a manejar. Y tú me dijiste que jamás sobreviviríamos. Así que busca las llaves de tu madre y nos vamos. Tú siempre pareciste tan segura de que un día estaríamos luchando en una guerra suburbana. Tu parte del pueblo contra la mía. Te vi de pie en la orilla opuesta. Pero para el momento en que cayeron las primeras bombas ya estábamos aburridos. A veces no puedo creerlo, estábamos más allá del sentimiento, a veces no puedo creerlo. Estaba más allá del sentimiento, a veces no puedo creerlo. Estoy más allá del sentimiento otra vez. Los chicos quieren ser tan duros, pero en mis sueños seguimos gritando y corriendo por el patio. Cuando finalmente se vengan abajo todas las paredes que construyeron durante los ‘70, y finalmente se vengan abajo todas las casas que construyeron durante los ‘70. ¿No significó nada? ¿No significó nada? ¿No significó absolutamente nada? A veces no puedo creerlo, estábamos más allá del sentimiento, a veces no puedo creerlo. Estaba más allá del sentimiento e iba hacia la noche. Así que ¿puedes entender por qué quiero una hija mientras soy joven? Quiero tomarle la mano y mostrarle algo de la belleza antes de que todo este daño se haya hecho. Pero si es demasiado pedir, si es demasiado pedir, entonces envíenme un hijo. Bajo el puente de la autopista y en el estacionamiento seguimos esperando. Ya ha pasado así que saca tus pies del asfalto caliente y ponlos en la hierba, porque ya ha pasado, ya ha pasado. A veces no puedo creerlo, estábamos más allá del sentimiento, a veces no puedo creerlo. Estaba más allá del sentimiento otra vez. Estaba más allá del sentimiento. Estaba más allá del sentimiento. En mis sueños, seguimos gritando, seguimos gritando, seguimos gritando.

LAS AFUERAS II (MONTAÑAS MAS ALLA DE LAS MONTAÑAS)

Me oyeron cantar y me dijeron que parara. Deja esas cosas pretenciosas y marca en el reloj de entrada. En estos días siento que mi vida no tiene propósito alguno. Pero más tarde en la noche los sentimientos nadan hacia la superficie. Porque en la superficie brillan las luces de la ciudad y me están llamando. “¡Ven y encuentra a los que son como tú!” A veces me pregunto si el mundo es tan pequeño que jamás podremos escaparnos de las afueras. Viviendo en las afueras los centros comerciales muertos se alzan como montañas más allá de las montañas. Y no hay final a la vista. Necesito la oscuridad. ¡por favor, que alguien apague las luces...! Montamos nuestras bicicletas hasta el parque más cercano. Nos sentamos bajo las hamacas y nos besamos en las sombras. Tú protegiste mis ojos de las luces de la policía. Huimos de allí, pero sin saber por qué. Río negro, brillan las luces de tu ciudad. Nos están gritando: “¡No necesitamos personas como ustedes!”. A veces me pregunto si el mundo es tan pequeño que jamás podremos escaparnos de las afueras. Viviendo en las afueras los centros comerciales muertos se alzan como montañas más allá de las montañas. Y no hay final a la vista. Necesito la oscuridad. ¡por favor, que alguien apague las luces...! Me oyeron cantar y me dijeron que parara. Deja esas cosas pretenciosas y marca en el reloj de entrada. ¿Podremos alguna vez escaparnos de las afueras? Viviendo en las afueras los centros comerciales muertos se alzan como montañas más allá de las montañas. Y no hay final a la vista. Necesito la oscuridad. ¡por favor, que alguien apague las luces...! Necesito la oscuridad. ¡por favor, que alguien apague las luces...!

DEEP BLUE

Aquí, en mi tiempo y lugar, y aquí en mi propia piel, finalmente puedo comenzar. Dejé que el siglo me ignorara, bajo un cielo nocturno, el mañana no significa nada. Por entonces yo era apenas un chico, sintiéndome apenas vivo, cuando escuché una canción que salía del altavoz de un auto que pasaba. Le he estado rezando a una estrella muerta. La memoria se pierde pero casi puedo recordarme cantando... La, la, la, la, la... Contemplamos el fin del siglo comprimido en una pequeña pantalla. El colapso de una estrella muerta y podíamos ver que algo se acababa. ¿Dejaste ya de simular que vimos las señales en los suburbios? Jamás pudiste predecir que podía ver a través tuyo. Kasparov - Deep Blue, 1996. Tu mente te ha estado haciendo malas jugadas. El show terminó, haz una reverencia, vivimos en la sombra de... La, la, la, la, la... Hey, deja el teléfono celular por un rato. Hay algo salvaje en la noche. ¿Puedes oír cómo respira? Y, hey, deja la computadora portátil por un rato. Hay algo salvaje en la noche. Puedo sentirlo, me está dejando.

GUERRA SUBURBANA

Salgamos a dar una vuelta en auto esta noche para ver el pueblo de noche. No hay nada para hacer pero no me molesta cuando estoy contigo. Este pueblo es tan raro, lo edificaron para que cambie. Y mientras dormimos sabemos que las calles son reubicadas. Junto a mis viejos amigos, era tan diferente entonces. Antes de que comenzara tu guerra contra los suburbios. Antes de que comenzara. Ahora la música nos divide en tribus. Dejaste crecer tu pelo, así que yo dejé crecer el mío. Tú dijiste que el pasado no descansaría hasta que saltásemos sobre la cerca y la dejáramos atrás. Con mis amigos. Puedo recordar cuando te cortaste el pelo. Nunca volví a verte. Las ciudades en las que vivimos ahora podrían ser estrellas distantes y te busco a ti en cada auto que pasa. La noche es tan larga... Sí, la noche es tan larga. He estado viviendo en las sombras de tu canción. Viviendo en las sombras de tu canción. En los suburbios yo, yo aprendí a manejar. Y tú me dijiste que jamás sobreviviríamos. Así que busca las llaves de tu madre y nos vamos. Pero tú iniciaste una guerra que no podíamos ganar. Se la pasan borrando las calles en las que crecimos. Ahora la música nos divide en tribus. Tú escogiste tu bando. Yo escogí el mío. Todos mis amigos ya no me reconocen. Todos mis amigos ven a través mío. Todos mis viejos amigos ya no me reconocen. Todos mis viejos amigos ya no me reconocen. Todos mis viejos amigos esperan.

miércoles, 16 de febrero de 2011

El hombre que salió de la torta

El capitalismo se tiñe de verde y salva selvas. El capitalismo se viste de joven y engulle a toda una generación de viejos. El capitalismo se maquilla de ciencia y encuentra el remedio contra el sida.

El fascismo se teñía de culto y soñaba con las grandes edificaciones. El fascismo se vestía de negro y hacía suspirar a hombres y mujeres. El fascismo se maquillaba de destino y abría y derribaba puertas.

El comunismo fue el hombre que salió de la torta y de repente se dio cuenta de que lo habían engañado.

jueves, 10 de febrero de 2011

Sex and the Single (cuatro preguntas a Hugh Hefner, 84 años)

Por DEBORAH SOLOMON

-Do you take a lot of Viagra?
-I don’t take a lot, but I take it when it’s called for.

-How often is it called for?
-I make love a couple of times a week, and I take the Viagra when I’m going to be making love. I would say at 84 it helps. It’s God’s little helper.

-You’re not paid by Viagra to say that, are you?
-No, they get that advertising from me for free.

-What are you planning for the future?
-More of the same.

Tomado de The New York Times, 2010

viernes, 4 de febrero de 2011

El aire, la ausencia del mismo

Ruedo por el precipicio del lenguaje. A nadie la interesa la caída. Están muy ocupados con su propia mediocridad. El problema, como siempre, es de interpretación.

El cosmos cabe en mi mano pero la tuya se ahoga en la mía como queriendo decir basta, ya no me gustas, cabrón.

Mi altar del pasado da grima: cubanos, héroes muertos, rusos, ideólogos que jamás amaron, chinos, libros inútiles.

La poesía política y el arte nunca fueron amantes. Todo se redujo a un gesto, hoy anacrónico y vacío.

Cada libro viejo fue a dar a la basura.

martes, 1 de febrero de 2011

La amante abisinia de Rimbaud

Al final llegué a la conclusión de que algo funcionaba mal con ella. Era evidente. Exhibida como un animal de circo ante los críticos más ilustrados de Europa, la mujer daba vueltas alrededor de sí misma, sin pronunciar palabra, evitando cualquier interpretación.

He pensado en la imagen por años: es un gesto apenas, pero es el gesto. La mujer que enloqueció al poeta loco debe ocupar, por sí sola, un lugar en la historia; no detrás de él, no delante, a su lado.

Nadie recuerda su nombre ahora pero cada lector de Arthur debería saberlo.

sábado, 29 de enero de 2011

Mis hermanos caminan hacia una foto del álbum familiar

Un estúpido yo recoge los restos de la noche mientras el calor desfigura el paisaje moderno. Algunas lágrimas logran despertar muertos y otras arrojan a un muchacho a la orilla de este párrafo.

“Espera, espera”, le dicen sus hermanos antes de partir. El niño corre tras ellos pero cae al suelo. Desde allí todo se ve muy grande.

miércoles, 26 de enero de 2011

Recordando a Muhammad Ali

"El otro dia luché contra un cocodrilo, peleé contra una ballena, he esposado relámpagos, he encerrado en la cárcel a truenos, yo asesiné a una roca, he herido a una piedra, hospitalizé a un ladrillo, soy tan malo que hago enfermar a la medicina."

martes, 18 de enero de 2011

Un entonces, un ahora

Cuando vivían en sus grandes casas, largos corredores llenos de voces. Ahora, poco más que nada. Eternos silencios interrumpidos por timbres equivocados.

Un ya no y un aún no; lo que fue de lo que hicimos con nuestros cuerpos y lo que ya viene directo, ella o él, hacia el balde del abortista.

La larga línea divisoria; antes, después.

No fue el idioma ni el amor el que se volvió loco. Fuimos nosotros. Fuiste virgen y yo lo fui también para ti. Fuiste puta y yo también pinté con sangre las paredes de tu casa paterna.

lunes, 17 de enero de 2011

The american

Hay tres razones para ver este película de Anton Corbijn y las tres se llaman Violante Placido.

viernes, 7 de enero de 2011

Black swan

A fuerza de repetir lugar común tras lugar común (madre omnipotente, violencia gratuita, padre ausente, sangre en abundancia, escenita lésbica de rigor, lookalikes, espejos, doppelgängers, rivales y rivalidades, director de compañía de ballet en busca de obtener beneficios de sus bailarinas, viejito verde masturbador) Darren Aronofsky parece haber perdido totalmente el rumbo que lo llevó a ser considerado, algún día, como un director prometedor (Réquiem por un sueño). En Cisne negro, incluso el discreto encanto de El luchador se ha evaporado. Ni siquiera la portentosa belleza de Natalie Portman (!) salva este film del naufragio de lo previsible y lo ya tantas veces visto. Mejor dicho, el exceso.

Pero como se sabe, Hollywood ama los excesos.

martes, 4 de enero de 2011

Un poema de Charles Simic

Fines de septiembre

El camión de correo recorre el litoral/ transportando una única carga./ Al final de un largo muelle/ una gaviota aburrida mueve las patas de vez en cuando/ y se olvida de anotarlo. Hay una amenaza en el aire/ de tragedias a punto de producirse.

La noche pasada te pareció oír la televisión /en la casa de al lado. / Estabas seguro de que relataban/ algún nuevo horror,/ así que saliste a averiguarlo./ Descalzo, en pantalones cortos./ Era tan sólo el mar exhausto/ después de tantas vidas perdidas/ intentando salir corriendo hacia algún sitio/ sin haber llegado jamás a ningún lado.

Esta mañana parecía domingo./ El cielo cumplió su parte/ no proyectando ninguna sombra sobre el muelle de madera/ ni sobre los chalets alineados,/ y entre ellos se ocultaba una pequeña iglesia/ con una docena de tumbas grises apiñadas/ como si ellas también tuvieran escalofríos.

domingo, 2 de enero de 2011

¿Por qué escribo?

Héctor Abad Faciolince
Porque mi cerebro se comunica mejor con mis manos que con la lengua. Porque el papel es un filtro, una coraza, entre mis palabras y los ojos del otro. Porque me odio menos escribiendo que hablando. Porque mientras escribo puedo corregir, escoger una por una las palabras y nadie me interrumpe ni se desespera mientras las encuentro. Por un ameno vicio solitario.

John Banville
Escribo porque no sé escribir. Un periodista le preguntó una vez a Gore Vidal por qué escribió Myra Breckinridge, a lo que contestó: 'Porque no estaba ahí'. Fue una buena respuesta. Poner algo nuevo en el mundo es un privilegio que no se le concede a mucha gente. Y además, la realidad no es real para mí hasta que no se haya pasado por el tamiz de las palabras. Por eso, supongo que escribo con el fin de imaginarme la realidad totalmente real. El arte crea la vida, dice Henry James, y así es.

Felipe Benítez Reyes
Si a alguien le preguntan por qué escribe, lo normal es que recurra a una frase más o menos ingeniosa, y casi todas las frases ingeniosas contienen un grado oscilante de falsedad, porque el ingenio suele implicar una ligera alteración del sentido en beneficio de la formulación misma. No sé por qué escribo, ni tampoco tengo demasiado interés en saberlo. En este caso, me preocupa más el cómo que el porqué. La pregunta me parece ociosa, de modo que cualquier respuesta posible no pasaría de ser una pirueta truculenta en el vacío. Aunque -quién sabe- a lo mejor escribe uno para eso: para obtener respuestas sin el requisito de una pregunta previa y, sobre todo, para ensayar piruetas truculentas en el vacío, que es un territorio literario bastante fértil.

John Boyne
Como la mayoría de los escritores, no escribo porque lo haya elegido; escribo porque tengo que hacerlo. Escribo porque estoy tratando de entenderme a mí mismo, mi vida, la razón por la que nací, la explicación de por qué moriré, y descubro que solo puedo hacerlo entrando en un universo habitado por personajes que nacen de mi imaginación. Escribo porque las historias entran en mi mente y me niego a irme hasta que no escribo 26 letras en el teclado y las envío a una pantalla ante mis ojos. Escribo por Charles Dickens. Y por George Orwell. Y John Irving. Y Colm Toibin. Escribo porque me encanta la sensación de tener un libro en mis manos y un libro en mi cabeza. Escribo porque me encantan las palabras. Escribo porque leo. Escribo porque siempre quiero saber qué ocurrirá a continuación.

José Manuel Caballero Bonald
Empecé a escribir porque quería parecerme a Espronceda. Ya lo he contado por ahí alguna vez. Un día encontré en mi casa familiar una biografía del poeta y quedé fascinado por alguien que murió con 33 años y había vivido las grandes aventuras: fundó una sociedad secreta, sufrió persecuciones y cárceles, anduvo exiliado en Lisboa y Londres, combatió en las barricadas de París, fue guardia de corps y diputado, vivió amores difíciles, luchó heroicamente contra el absolutismo, etcétera. Pues bien, como yo no podía emular a Espronceda en tantas y tan singulares hazañas, elegí lo que me resultaba más factible: ejercer de insumiso y escribir poesía. Luego, con los años, la afición por la lectura me fue activando una discontinua dedicación a la escritura. Y así hasta hoy.

Andrea Camilleri
Escribo porque siempre es mejor que descargar cajas en el mercado central.
Escribo porque no sé hacer otra cosa.
Escribo porque después puedo dedicar los libros a mis nietos.
Escribo porque así me acuerdo de todas las personas a las que tanto he querido.
Escribo porque me gusta contarme historias.
Escribo porque me gusta contar historias.
Escribo porque al final puedo tomarme mi cerveza.
Escribo para devolver algo de todo lo que he leído.
(Traducción de Carlos Gumpert)

Luisa Castro
La escritura para mí es una rendición. No soy una escritora con método; se me caen muchas cosas de las manos. Solo progresa la escritura que previamente se ha ido gestando dentro de mí, a veces contra mí. Escribo para conocer esos relatos, para descubrirlos. Me los cuento a mí misma. Me asombro, me indigno, me río, lloro y pataleo. No me siento dueña de mis relatos, tienen vida propia, son autónomos y más poderosos que yo. No me identifico con ellos, no comparto sus ideas, ni su visión del mundo. Se producen en mi cabeza sin mi permiso, y cuando los suelto es porque me han vencido. No hay otra razón.

Lucía Etxebarria
1. Para que me quieran más como Bryce Echenique. 2. Porque cada vez que alguien me dice " tus libros me han ayudado mucho, por favor sigue escribiendo", me da una razón para hacerlo. 3. Para entenderme a mí misma. 4. Porque disfruto mucho haciéndolo. 5. Porque al colocar a personajes en situaciones que simbólicamente pueden representar aspectos de mi vida, y conseguir que salgan airosos de ellas, de alguna forma me salvo a mí. 6. Para darles voz a personas cuyas historias nadie escuchaba 7. Porque es como enviar un mensaje en una botella: creo que quizá le llegue a alguien a quien no conozco, pero que lo entenderá. 8. Porque siempre lo he hecho, porque es natural en mí, y porque es de las cosas que mejor hago, amén de dibujar, cocinar, hacer el amor y organizar fiestas. 9. Porque es una forma rentable y efectiva de exorcizar neurosis. 10. En parte, porque me pagan. Escribo por amor, publico por dinero. Por esa razón, no publico ni la mitad de lo que escribo.

Umberto Eco
Porque me gusta.

Ken Follet
Cuando me levanto por la mañana en lo primero que pienso es en escribir la próxima escena de mi libro. Es con lo que más disfruto. Es fantástico dedicarse a algo que uno sabe hacer bien. Disfruto escribiendo pero "disfrutar" es una palabra que se queda corta. El acto de escribir me apasiona. Envuelve todo mi intelecto, mis emociones y comprende lo que sé del mundo y de cómo funciona el ser humano. Todo forma parte del reto de hechizar a mis lectores. Mi trabajo me absorbe de forma total.

Carlos Fuentes
¿Por qué respiro?

Almudena Grandes
Cuando era pequeña y leía un libro que me gustaba mucho, me inventaba a solas, para mí sola, otro final, la continuación que su autor no había querido escribir. Todavía ahora, cuando no puedo dormir, me cuento historias, las pienso, las repaso, las describo en silencio, con los ojos cerrados, hasta que me quedo dormida.
No estoy muy segura -dudo que alguien pueda estarlo-, pero creo que escribo porque siento una necesidad insuperable de escribir. Para mí, la escritura es un impulso que no se define por sus resultados, sino por su naturaleza necesaria, algo parecido al hambre o la sed, que pueden proporcionar mucho placer, si se sacian, o mucho sufrimiento, si persisten, pero nunca dejan de ser dos necesidades, el hambre y la sed.

Mark Haddon
Ficción, poesía, teatro, pintura, dibujo, fotografía... en realidad eso no importa .
Un día que no consigo hacer alguna cosa, por pequeña que sea, me parece un día desperdiciado.
Una semana sin crear algún tipo de arte me resulta sumamente dolorosa.
A veces puede parecer una bendición ser así, saber con tanta certeza lo que quiero hacer.
Pero a menudo es un sufrimiento porque saber lo que quieres no es lo mismo que saber cómo hacerlo.
Podría haberme dedicado a cualquier otra cosa salvo que no me siento en condiciones para ello.
Odio que me digan lo que tengo que hacer y cuándo tengo que hacerlo y, aunque disfruto en compañía, necesito pasar varias horas al día solo, únicamente pensando.
Por eso nunca he conseguido conservar un "auténtico" trabajo durante más de seis semanas.
¿Por qué escribo? La única respuesta es porque no puedo hacer otra cosa.

Gonzalo Hidalgo Bayal
"Por afición, por aflicción", escribí alguna vez. Por afición, porque es inclinación, necesidad, perseverancia y distracción. Por aflicción, porque solo el dolor y sus numerosas circunstancias proporcionan suficiente materia literaria in hac lachrymarum valle. En la afición se centra la relación con el lenguaje, que es, cuanto más intensa, más grata y divertida. La aflicción obliga, en cambio, a la búsqueda del sentido, si es que algún sentido tienen las desventuras de los hombres. Y, en fin, como antídoto contra el sinsentido y las sinrazones de la trama, tal vez también para no caer en las vanidades de la trascendencia, el virtuoso ejercicio de un séptimo sentido: el sentimiento del humor.

Fernando Iwasaki
Escribo porque leo y gracias a la lectura nacen arroyos y afluentes del torrente de libros leídos. Escribo porque creo en la austera inmortalidad de la palabra escrita y en las bibliotecas como paraísos laicos. Escribo porque es el más poderoso acto libertario que conozco. Escribo porque el hechizo de la literatura es fulminante y a mí me hace ilusión ser aprendiz de aquellas magias. Escribo porque mis padres y mis hijos se alegran cada vez que alguien les cuenta que ha leído algo mío. Escribo porque contar historias es el oficio más antiguo del mundo. Escribo porque dedico todos los libros de ficción a mi mujer y así -mientras siga escribiendo- ella sabrá que la sigo queriendo.

Use Lahoz
Es una pregunta trampa en cuya respuesta se funden el placer y la necesidad. Supongo que escribo porque adoro las sorpresas y vivir con intensidad. Nada hay más inalcanzable que lo vivido, y la escritura incluye a veces la quimera de atrapar el pasado junto a la posibilidad de soñar despierto. Trae implícita la aventura de revivir, de combatir el paso del tiempo. Escribir ayuda a comprender y a ordenar el desorden. Escribir equilibra. Escribo para encontrar sentido al sinsentido, y porque me permite sentir el placer de contar la realidad y lo que imagino. Y también porque en el acto de escribir interviene la memoria, la experiencia y la imaginación, bienes a proteger. Escribo para reflexionar y pensar y darle vueltas a la vida de personajes siempre más interesantes que la mía. Y disfrutar del placer de la ficción, que es adictivo y que, como la realidad, no tiene límites. Escribo por supuesto para combatir el aburrimiento y pasarlo en grande. Para un escritor vivir, fundamentalmente, es escribir. Escribo para estar en paz conmigo mismo, por aquello que decía Machado de "yo vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas". Escribo porque conmueve y perdura, cada novela es la primera. Además es bastante barato. En fin: escribo porque aprendo, y así, a veces, parece que siga estudiando.

Donna Leon
Al principio, con los primeros libros, escribía para ver si podía hacerlo. Nunca había escrito un libro antes. Se me ocurrió la idea de escribir uno y por eso lo intenté. Después de todo, había leído muchos libros, por eso me parecía que el siguiente paso era escribir uno. Al final, resultó ser bastante más que un paso, pero a lo largo del proceso, resultó que escribir un libro era muy divertido.
Y por eso ahora, después de 20 años haciéndolo y de 20 libros, lo hago porque es divertido. Los personajes hacen lo que les digo que hagan; la realidad se puede cambiar para adaptarla a mis necesidades; si alguien muere, lo puedo resucitar al día siguiente; si hay un problema social que me indigna, puedo hacer que un personaje exprese una opinión. No es necesariamente mi opinión pero normalmente es una opinión firme.
Supongo que también hay un elemento de vanidad en ello. En una cena, todos queremos que presten atención a nuestras ideas, ¿no es cierto? Pero los buenos modales mandan que compartamos la conversación con los demás. Pero en un libro, nuestro libro, nosotros los escritores podemos seguir -bla, bla, bla- sin parar, y nunca tenemos que interrumpirnos para dejar hablar a nadie más.

Elvira Lindo
"Escribo desde los nueve años. Desde muy joven empezaron a pagarme en la radio por guiones, cuentos y sketches. A los 31 años comencé a escribir libros. Pensé que escribir era mi oficio hasta que me di cuenta de que se trataba de algo más. Es un oficio pero también una forma de vida. No sabría vivir sin escribir. Todo lo que hago al cabo del día, lo que veo y escucho, lo que me provoca asombro, alegría o desdicha es material para ser contado. Y esa actitud vital, la de formar parte de la comedia humana pero la de ser también espectadora de ella, ese estar fuera y dentro a la vez, me ayuda a asimilar la experiencia de una manera enriquecedora. Escribo todos los días. Cuando no escribo me siento una inútil, así que he llegado a una conclusión radical: nunca podré dejarlo. No sé hacer otra cosa, no sabría vivir de otra manera".

Alberto Manguel
Porque no sé bailar el tango, tocar un instrumento musical como la celesta o el glockenspiel, resolver problemas de matemáticas superiores, correr una maratón en Nueva York, trazar las órbitas de los planetas, escalar montañas, jugar al fútbol, jugar al rugby, excavar ruinas arqueológicas en Guatemala, descifrar códigos secretos, rezar como un moje tibetano, cruzar el Atlántico en solitario, hacer carpintería, construir una cabaña en Algonquin Park, conducir un avión a reacción, hacer surf, jugar a complejos videojuegos, resolver crucigramas, jugar al ajedrez, hacer costura, traducir del árabe y del griego, realizar la ceremonia del té, descuartizar un cerdo, ser corredor de Bolsa en Hong Kong, plantar orquídeas, cosechar cebada, hacer la danza del vientre, patinar, conversar en el lenguaje de los sordomudos, recitar el Corán de memoria, actuar en un teatro, volar en dirigible, ser cinematógrafo y hacer una película, en blanco y negro, absolutamente realista de Alicia en el País de las Maravillas, hacerme pasar por un banquero respetable y estafar a miles de personas, deleitarme con un plato de tripas à la mode de Caën, hacer vino, ser médico y viajar a un lugar devastado por la guerra y tratar con gente que ha perdido un brazo, una pierna, una casa, un hijo, organizar una misión diplomática para resolver el problema del Medio Oriente, salvar náufragos, dedicar treinta años al estudio de la paleografía sánscrita, restaurar cuadros venecianos, ser orfebre, dar saltos mortales con o sin red, silbar, decir por qué escribo.

Javier Marías
Como ya he dicho en muchas ocasiones, escribo para no tener jefe ni verme obligado a madrugar.
También porque no hay muchas más cosas que sepa hacer, y lo prefiero y me divierte más que traducir o dar clases, que al parecer sí sé hacer. O sabía, son actividades del pasado.
También escribo para no deberle casi nada a casi nadie ni tener que saludar a quienes no deseo saludar.
Porque creo que pienso mejor mientras estoy ante la máquina que en cualquier otro lugar y circunstancia.
Escribo novelas porque la ficción tiene la facultad de enseñarnos lo que no conocemos y lo que no se da, como dice un personaje de la novela que acabo de terminar. Y porque lo imaginario ayuda mucho a comprender lo que sí nos ocurre, eso que suele llamarse "lo real".
Lo que no hago es escribir por necesidad. Podría pasarme años tan tranquilo, sin escribir una línea. Pero en algo hay que ocupar el tiempo, y algún dinero hay que ganar. También escribo para eso.

Luisgé Martín
Cuando escucho a algún escritor explicar las razones por las que escribe pienso que yo también comparto esas razones. Todas. Me siento como un compendio, como uno de esos hipocondríacos que encuentran en sí mismos todos los síntomas de los que oyen hablar. Escribo como terapia psíquica, para ordenar el mundo y comprenderlo, para explicar el mundo a los demás tal como yo lo veo, para cambiar el mundo, para vivir vidas que no he podido vivir, para enmendar la vida que sí he vivido, para curar mis culpas, para pasar a la posteridad, para sobrevivir a la muerte, para sentir, al menos durante un instante, que soy Dios. Pero hace poco, leyendo el discurso de Pamuk en la Academia Sueca cuando recibió el Nobel, encontré una razón que nunca había escuchado así formulada y que me parece formidable: "Escribo porque puede que así comprenda la razón por la que estoy tan, tan enfadado con ustedes, con todo el mundo".

Luis Mateo Díez
Escribo para disimular la incapacidad de hacer cualquier otra cosa. Escribir no solo me entretiene, también me apasiona y me hace sentir dueño de algo que se contrapone en mi existencia a una cierta inclinación de inutilidad. También escribo, igual que leo, para conocer gente, quiero decir que me siento haciéndolo inmerso en aquel callejón lleno de gente desconocida al que se refería Nemiroski. Siempre hay alguien esperándome, y solo en el relato de la vida encuentro lo más complejo del sentido de la misma. Además, los días en que me quedo satisfecho con lo que acabo de escribir, tengo la convicción de no haber perdido el tiempo.

Eduardo Mendicutti
También a mí, como a Vargas Llosa, me dicen montones de veces que lo único que sé hacer es escribir. A lo mejor por eso acaban dándome el Nobel. Para todo lo demás, estoy convencido, soy un desastre: para poner ladrillos, para cultivar tomates, para imponer el orden, para correr a pie o en bicicleta aunque sea dopado, para condenar a delincuentes -con lo que a mí me gustan algunos delincuentes- sin que se me parta el corazón, o para defenderlos sin contagiarme... Cierto que, desde hace 30 años, soy bastante bueno como secretario general de una patronal de empresas consultoras, pero con algo tengo que redimirme. Así que escribo. Para inventarme inventando historias, para disfrutar del lenguaje, para compensar la timidez, para sacar los pies del plato, para que me lean. Claro que, según algún crítico y algunos colegas, puede que también para escribir sea una calamidad, pero de eso aún no he llegado a convencerme.

Eduardo Mendoza
Sinceramente, no lo sé. Nunca me lo he preguntado, ni al principio, que fue espontáneo, ni a lo largo de todos estos años. Hacerlo a estas alturas no creo que tenga interés, ni para mí ni para nadie. No es una respuesta bonita, pero es la que más se aproxima a la verdad.

Ricardo Menéndez Salmón
Escribo por insatisfacción. Si estuviera satisfecho, me limitaría a "vivir la vida", no a intentar comprenderla mediante la escritura. Claro que al intentar comprenderla, es decir, al escribirla, me doy cuenta de que en realidad la vida resulta incomprensible. Lo cual genera una nueva insatisfacción, la de comprobar que el intento por comprender la vida mediante la literatura lo único que ilumina es la imposibilidad de alcanzar esa comprensión. Pero entonces sucede algo curioso, y es que el hecho de descubrir esa imposibilidad me conmueve, admira e impulsa a escribir más y más. Así, lo que nace como un gesto decepcionado, insatisfecho, acaba convirtiéndose en un acto agradecido, admirativo. De modo que una dolencia (escribo porque soy infeliz; escribo porque soy inconsolable; escribo porque no entiendo lo que me rodea) se acaba convirtiendo en una necesidad (escribo porque no me resigno a ser infeliz, inconsolable e ignorante).

Juan José Millás
Escribo por las mismas razones que leo, porque no me encuentro bien.

Rosa Montero
Escribo porque no puedo detener el constante torbellino de imágenes que me cruza la cabeza, y algunas de esas imágenes me emocionan tanto que siento la imperiosa necesidad de compartirlas. Escribo para tener algo en qué pensar cuando, en la soledad tenebrosa del duermevela, por la noche, en la cama, antes de dormir, me asaltan los miedos y las angustias. Escribo porque mientras lo hago estoy tan llena de vida que mi muerte no existe: mientras escribo soy intocable y eterna. Y, sobre todo, escribo para intentar otorgar al Mal y al dolor un sentido que en realidad sé que no tienen.

Luis Muñoz
Se me amontonan las razones. Son muchas más de lo que luego rinden. Creo que puedo distinguir razones de tipo general y razones particulares.
Entre las particulares:
-Por darle forma a una emoción concreta, por ejemplo a un pinchazo de belleza que me deja desorientado; el poema es en ese caso un intento de orientación, es la confección de un mapa que sitúa ese pinchazo con sus coordenadas y todo.
-Por hacerle un hogar de palabras a uno de esos pensamientos que uno cree que pueden ser salvadores; es como ponerle casa al pensamiento para hacer que viva allí, abrir ventanas, instalarle una cama, un baño, una cocina.
-Por ser vulnerable al contagio de otro poema que creo admirable y hacerme la ilusión de que puedo responderle, conversar con él o seguir alguno de sus hilos sueltos.
-Por enseñarle a un amigo algo de lo que me sienta medianamente orgulloso; es cómo decirle mira, he encontrado este trozo de vida, lo he trabajado así, le he hecho esto, aquello, a qué no soy tan desastre.
Entre las razones generales, que funcionan sobre todo cuando no estoy escribiendo, o sea, antes y después:
-Por querer sentir mi tiempo, el rabioso presente, en el lenguaje.
-Por estar enamorado de la capacidad de las palabras por volver a decir la verdad.
-Porque escribir es el modo más fiable que conozco para distinguir lo que importa.
-Por el sentimiento de libertad que produce, toda esa explanada inmensa que significa escribir.
-Por darle forma a seres informes: embriones de voces, sentimientos, sensaciones, ideas.

Antonio Muñoz Molina
Creo que nunca he pensado mucho en por qué escribo, salvo cuando me han hecho esa pregunta y he tenido que improvisar una respuesta que sonara convincente. Escribo, sobre todo, porque me gusta mucho hacerlo, y me ha gustado casi desde que tengo recuerdos. Me gustaba inventar cuentos, escribirlos y dibujarlos cuando era niño. Me gustaba escribir redacciones en la escuela. Luego empecé a leer novelas de aventuras y me enteré de que todas ellas tenían un autor, que solía ser Julio Verne, y por primera vez me imaginé practicando ese oficio. Después me aficioné a leer poesía y por imitación me puse a escribir versos, siempre muy malos. Cuando tuve una máquina de escribir se me iban las tardes improvisando lo que fuera, por el puro gusto de golpear las teclas: diarios, poemas, obras de teatro. Escribo por gusto y porque me gano la vida escribiendo. Algunas veces disfruto mucho y otras preferiría estar haciendo cualquier otra cosa. Pero en ocasiones en que me he puesto a escribir contra mi voluntad y casi a la fuerza he encontrado cosas que de otra manera no se me habrían ocurrido. También escribo por quitarme la mala conciencia de no haber escrito, o para tener el alivio de haberlo hecho. Me puedo imaginar no publicando, al menos durante largos períodos, pero no me imagino no escribiendo. En el fondo es un vicio, un hábito cotidiano, o una manera de estar en el mundo, como tener afición por la lectura o por la música.

Julia Navarro
Para mí, escribir es una oportunidad de viajar al mundo de los sueños y de la imaginación; de inventar personajes y de vivir otras vidas; pero también de asumir compromisos, aunque a veces vayan envueltos con el papel del entretenimiento.

Andrés Neuman
Escribo porque de niño sentí que la escritura era una forma de curiosidad e ignorancia. Escribo porque la infancia es una actitud. Escribo porque no sé, y no sé por qué escribo. Escribo porque solo así puedo pensar. Escribo porque la felicidad también es un lenguaje. Escribo porque el dolor agradece que lo nombren. Escribo porque la muerte es un argumento difícil de entender. Escribo porque me da miedo morirme sin escribir. Escribo porque quisiera ser quienes no seré, vivir lo que no vivo, recordar lo que no vi. Escribo porque, sin ficción, el tiempo nos oprime. Escribo porque la ficción multiplica la vida. Escribo porque las palabras fabrican tiempo, y tiempo nos queda poco.

Amélie Nothomb
Me preguntan por qué elegí escribir. Yo no lo elegí. Es igual que enamorarse. Se sabe que no es una buena idea y uno no sabe cómo ha llegado ahí pero al menos, hay que intentarlo. Se le dedica toda la energía, todos los pensamientos, todo el tiempo. Escribir es un acto y al igual que el amor, es algo que se hace. Se desconoce su modo de empleo, así que se inventa porque necesariamente hay que encontrar un medio para hacerlo, un medio para conseguirlo.

Arturo Pérez-Reverte
Escribo porque hace 25 años que soy novelista profesional, y vivo de esto. Es mi trabajo. Igual que otros pasan en la oficina ocho horas diarias, yo las paso en mi biblioteca, rodeado de libros y cuadernos de notas, imaginando historias que expliquen el mundo como yo lo veo, y llevándolas al papel a golpe de tecla. Procuro hacerlo de la manera más disciplinada y eficaz posible. En cuanto a la materia que manejo, cada cual escribe con lo que es, supongo. Con lo que tiene en los ojos y la memoria. Muchas cosas no necesito inventarlas: me limito a recordar. Fui un escritor tardío porque hasta los 35 años estuve ocupado viviendo y leyendo; pateando el mundo, los libros y la vida. Ahora, con lo que eché en la mochila durante aquellos años, narro mis propias historias. Reescribo los libros que amé a la luz de la vida que viví. Nadie me ha contado lo que cuento.

Nélida Piñón
Yo creo con la esperanza de que la narrativa jamás me abandone, de que siga estando en todas partes. De que como compañera de mis días, irradie los caprichos humanos, los intersticios del misterio, frecuente en los puntos cardinales de mi existencia.
Escribo porque el verbo provoca en mí desasosiego, afila los mil instrumentos de la vida. Y porque, para narrar, dependo de mi creencia en la mortalidad. Con la fe en que una historia bien contada me arrebate las lágrimas. Sobre todo cuando, en medio de la exaltación narrativa, menciona amores contrariados, despedidas hirientes, sentimientos ambiguos, despojados de lógica. Escribo, en conclusión, para ganar un salvoconducto con el que deambular por el laberinto humano.
(Traducción de Carlos Gumpert)

Álvaro Pombo
Pienso en el pequeño cementerio de Londres, a unos diez minutos a pie de Paddington Green, donde robé un perro feo, de cemento, del sepulcro de una dama ahí enterrada. Al venir a Madrid, abandoné ese perro a su suerte en el Flat A, que era el top flat con una cocinita y un cuarto de baño. Escribir esto, ¿es escribir, o no? Es, desde luego, un modo de hacer surgir los recuerdos y las imágenes distinto del modo normal: un modo prefabricado, artificiado, que desea causar un efecto imborrable al menos en mi alma y luego en la de un lector o un millón, si es posible. Y también es un intento de expresar el ser, el Dios, en la claridad del ser-ahí que era yo en aquel entonces, al borde de la nada. Querer decirlo era querer estar más cerca del ser que lo corriente. Aún no sé si estoy en lo cierto. Hablar es inmediato, como respirar. Escribir, mediato como el respirar del pranayama.

Benjamín Prado
Yo escribo por una sola razón: para divertirme, para entretenerlos, para aprender, para enseñarles, para que sea cierto que "escribir es soñar / y que otros lo recuerden / al despertar", para que no me olviden, para que no nos callen y, en primer lugar, porque no podría no hacerlo.

Soledad Puértolas
Las alegrías de la vida te desbordan. El dolor y la pérdida te superan y hunden. El tedio y la monotonía pueden resultar aniquiladores.
Cuando escribo, estoy fuera de esa realidad. He entrado en otra donde sí es posible buscar un sentido, incluso vislumbrarlo.
La soledad, que tantas veces se ha hecho insoportable, se hace ligera y deseable. El estado perfecto.
Hay metas, humanidad, sentidos. Hasta cabe la risa, el gran regalo.
En la vida, el dolor ahoga y la risa es efímera. En el texto, se produce una transformación que la inteligencia no puede explicar. Nos sumergimos en el dolor sin llegar a morir, conquistamos la distancia. Observamos, podemos emocionarnos, escoger, aventurarnos. La incertidumbre de la narración resulta más segura que las certezas de la vida. La palabra se hace enteramente nuestra.

Santiago Roncagliolo
Debería decir que escribo porque no sé hacer nada más: no sé montar bicicleta, llevo un año tratando de sacarme el carné de conducir, no entiendo las declaraciones de Hacienda y, cuando se estropea el ordenador, la única solución que se me ocurre es llorar hasta que se arregle solo. Pero intentaré una respuesta más profunda:
Creo que la realidad no tiene ningún sentido. Las cosas pasan a tu alrededor de una manera errática, a menudo contradictoria, y un día te mueres. Las cosas en que creías dejan de ser ciertas de un momento a otro. En cambio, las novelas tienen un principio, un medio y un desenlace. Los personajes se dirigen hacia algún lugar, la gloria, la autodestrucción o la nada, y sus acciones tienen consecuencias en ese camino. Escribo historias para inventar algo que tenga sentido.
Pero además, escribir -como leer- te devuelve a la realidad mejor equipado para vivirla, con una comprensión mayor de lugares, personajes o sentimientos que no habrías visitado de otra manera. Y en ese sentido, no hace que la realidad sea más sensata, pero sí la vuelve un poquito mejor.

Fernando Royuela
Escribo por perplejidad. Tengo serias limitaciones para entender al ser humano y mediante la escritura las intento mitigar. La literatura es un vehículo fantástico para observar la realidad y descifrarla. Las palabras son los ojos del escritor. Escribir es saber mirar. Escribo para explicarme un universo inexplicable. Escribo para crear y descreer. Mediante la escritura invoco a los hombres y sacrifico a los dioses. Me río. Busco la belleza, también el horror porque escribir es descender a los infiernos y no salir indemne. Escribo para seducir, para subvertir, para sentirme vivo y muerto, para llorar, amar y maldecir. Escribo para no tener que aguantarme, para negar el mundo, para huir. Escribo porque me da la gana y me lo puedo permitir.

David Safier
¿Se acuerda de cuando era niño y jugaba? ¿Inventando historias disparatadas con figuritas de indios, vaqueros o pitufos? ¿O simplemente imaginando en la bañera que era el capitán de un barco pirata que buscaba un tesoro en medio de la tormenta? ¿Se acuerda de cómo se sentía cuando jugaba con otros niños en la calle y vivían increíbles aventuras haciendo de exploradores, cazadores o agentes secretos, luchando contra dinosaurios, monstruos o supermalos que querían destruir la tierra con rayos mortales? Pues bien, todo eso es lo que yo hago todavía. Jugar con mi imaginación. Cada día de mi vida. Y lo seguiré haciendo hasta que me muera. O me vuelva loco. Es lo que me gusta. Y por eso escribo. ¡Hay alguna otra cosa mejor!

Jorge Semprún
Si lo supiese, tal vez no escribiría. Quiero decir, si lo supiera con certeza, si a cada momento pudiese proclamar taxativamente, sin vacilar, por qué escribo, y para qué, para quién o quiénes, si así fuera, tal vez no escribiría. O sea, que escribo, en cierta medida, para encontrar respuestas al porqué. Escribir no es un acto reflejo, ni una función natural. No se escribe como se come o se ama. No se agota en el hecho de escribir el portentoso, o doloroso, o lo uno y lo otro, milagro de la escritura. No se agota, al escribir, el deseo inagotable de la escritura. Tal vez porque sea ésta la mejor forma de sobrevivir. ¿Por qué escribo? Tal vez para sobrevivir a la muerte, la necesaria muerte que me nombra cada día.

Wole Soyinka
Hace varios años, participé en esta misma experiencia con el periódico francés Libération. En aquella ocasión contesté: "Supongo que por el ser masoquista que llevo dentro de mí". Desde entonces, no he tenido ningún motivo para cambiar mi respuesta.

Antonio Tabucchi
Preferiría formular la pregunta así: ¿Por qué se escribe? Hace tiempo, cuando era joven, escuché a Samuel Beckett responder: "No me queda otra". Las respuestas posibles son todas plausibles pero con un punto de interrogación. ¿Escribimos porque tememos a la muerte? ¿Por qué tenemos miedo de vivir? ¿Por qué tenemos nostalgia de la infancia? ¿Por qué el tiempo pasado corrió deprisa o porque queremos detenerlo? ¿Escribimos porque a causa de la añoranza sentimos nostalgia, arrepentimiento? ¿Por qué queríamos haber hecho una cosa y no la hicimos o porque no deberíamos haber hecho algo que hicimos y no debíamos? ¿Por qué estamos aquí y queremos estar allá y si estuviéramos allá nos hubiese resultado mejor quedarnos aquí? Como decía Boudelaire: la vida es un hospital donde cada enfermo quiere cambiar de cama. Uno piensa que se curaría más deprisa si estuviera al lado de la ventana y otro cree que estaría mejor junto a la calefacción.

Andrés Trapiello
¿Para que escribe uno? Para responder sin afectación algún día esta pregunta. Lo natural es hablar, incluso cantar, pero no escribir. Poner las palabras por escrito en un libro es, decía Unamuno, una "tragedia del alma", y acaso se escriba por miedo a quedarse uno a solas con su dolor, como si escribir fuese un remedio, y no un veneno. Así lo siento yo también.

Kirmen Uribe
En noviembre de 2007 tuve la suerte de asistir como escritor invitado a la clase de escritura creativa de Anthony MacCann, en el CalArts de Los Ángeles. Anthony me contó que los mejores de cada promoción son fichados por las grandes productoras para trabajar como guionistas de series de televisión. Se hacen ricos. Los "peores", por el contrario, se dedican a la poesía.
Uno empieza a escribir en la tierna adolescencia por mímesis, porque quiere crear algo parecido a aquello que ha leído. Más tarde, en su juventud, cree que escribir puede hacer mejorar el mundo. Luego se convence de que el suyo es, al fin y al cabo, un oficio. Sin embargo, ahora mismo me doy cuenta que escribo, sencillamente, porque disfruto mucho haciéndolo. Me encanta quedarme solo y escribir. "Un solitario impulso de delicia" me lleva a escribir, como diría Yeats en su poema Un aviador irlandés prevé su muerte. Disfruto casi tanto como los "peores" de CalArts, que tumbados en el césped del campus con un libro en las manos, levantaban la mirada para ver pasar las nubes. Yo, en la clase de Anthony, sería, sin duda, del grupo de los poetas.

Mario Vargas Llosa
Escribo porque aprendí a leer de niño y la lectura me produjo tanto placer, me hizo vivir experiencias tan ricas, transformó mi vida de una manera tan maravillosa que supongo que mi vocación literaria fue como una transpiración, un desprendimiento de esa enorme felicidad que me daba la lectura.
En cierta forma la escritura ha sido como el reverso o el complemento indispensable de esa lectura, que para mí sigue siendo la experiencia máxima más enriquecedora, la que más me ayuda a enfrentar cualquier tipo de adversidad o frustración. Por otra parte, escribir, que al principio es una actividad que incorporas a tu vida con otros, con el ejercicio se va convirtiendo en tu manera de vivir, en la actividad central, la que organiza absolutamente tu vida.
La famosa frase de Flaubert que siempre cito: "Escribir es una manera de vivir". En mi caso ha sido exactamente eso. Se ha convertido en el centro de todo lo que yo hago, de tal manera que no concebiría una vida sin la escritura y, por supuesto, sin su complemento indispensable, la lectura.

Juan Gabriel Vásquez
Escribo porque me irrita y me entristece el desorden del mundo, y descubrí hace mucho tiempo que en la buena ficción el mundo tiene un orden o su desorden tiene un sentido. Escribo porque mi inteligencia es limitada y sólo soy capaz de entender lo que viene en palabras. Escribo, por lo tanto, porque no entiendo o porque ignoro: "escribe sobre lo que conoces" me parece el consejo más idiota del mundo, porque se escribe, precisamente, para conocer. Escribo porque no he encontrado otra manera de vivir varias vidas, de ser varias personas, sin hacer daño o poner en riesgo a los que me rodean (y aun así les he hecho daño muchas veces, muchas veces los he puesto en riesgo). Escribo porque, como leí en alguna parte, la imaginación transforma la experiencia en conocimiento.

Manuel Vicent
Si esta pregunta se me hubiera formulado hace muchos años, cuando empecé a escribir, mi respuesta habría sido más romántica, más literaria, más estúpida. Probablemente habría contestado que escribía para crear un mundo a mi imagen, para poder leer el libro que no encontraba en mi biblioteca, para no suicidarme, para enamorar a una niña, para influir en la sociedad o tal vez cínicamente porque no servía para nada más, ni siquiera para arreglar un enchufe. Sin olvidar lo que este oficio tiene de vanidad y de narcisismo, a estas alturas de la profesión creo que escribo porque es un trabajo que me gusta, que unas veces me sale bien y otras mal, pero en cualquier caso la literatura ya forma parte de un mismo impulso vital que me sirve para sentirme a gusto todavía en este mundo, sin que espere gran cosa de su resultado.

Enrique Vila-Matas
Ah, ya veo, vuelve la vieja y pérfida pregunta. Pero también podrían ustedes preguntarme por qué acabo de hacer una lazada en mis zapatos. Y también por qué no me he contentado con un nudo que, para el caso, me habría servido igual. Este tipo de habilidades no nos llaman la atención, por ser muy familiares. Pero, en algún tiempo remoto, un antepasado hizo la primera lazada. Nosotros no somos más que sus imitadores, un eslabón en la cadena ininterrumpida de la tradición. De modo que a quién habría que preguntarle por qué escribo es a ese antepasado, preguntarle por qué quiso ir más allá del nudo.

Juan Eduardo Zúñiga
El jardincillo parece envejecido con los fríos de noviembre y el suelo está cubierto de las hojas caídas de una acacia. Dejo de mirarlo desde la ventana, estoy solo en el cuarto vacío donde tengo los juguetes y los cuentos, en las paredes sujetas con chinchetas hay dos láminas referentes a un país extranjero y extranjero es el autor de un libro que cojo, y me aprendo su nombre: Michel Zevaco. Leo el final del segundo capítulo: un hombre busca sin parar en un cofre lleno de joyas y no encuentra lo más importante para él. Me extraña esto ¿más valioso que joyas ? Tengo al lado un cuaderno y lápiz, sin pensar escribo: "Él buscaba algo entre las joyas ..." y sigo escribiendo, sigo así hasta hoy.

De El País, Madrid.