miércoles, 29 de diciembre de 2010

Un poco de sangre, finalmente Por Carlos Patiño Millán

Mi ala está pronta al vuelo.
Retornar, lo haría con gusto,
pues, aun fuera yo tiempo vivo,
mi suerte sería escasa.
Gerhard Scholem, Saludo del Angelus.


1. Un poco de sangre, finalmente

Marcha, fantasma de mi hija, donde no pueda escuchar tus gritos. Sal de casa, toma el primer camino que termina en el mar.

Lo que ocurre aquí adentro, lo que suena cuando los demás ya duermen, lo que emerge de entre las aguas del alma, es la última pérdida.

Si te aterraban las montañas, como a mí, ¿por qué fuiste a dar al abismo?

Tu madre fue la primera en llegar abajo. La primera en besar tu frente. La primera en saber que ya no te pertenecías.

Tus gritos estallan ahora en toda la casa.

2. Las riberas de Aqueronte florecidas de lodo

Ya moribundo, decía que prefería no moverse de su lecho, que las montañas pocas veces lo hacían y eran felices. El río, espeso, lento, cruzaba al sur de la hacienda. De vez en cuando veíamos bajar las almas de los recién fallecidos hasta el Hades. Todos con monedas en los ojos.

Decía que la vejez y la falta de deseo eran equiparables a un volcán inactivo. Que había un río que corría del mar a la montaña. Que al norte, bajo lugares desérticos, se alcanzaba a escuchar el cansado corazón de la tierra.

3. Angelus Novus

El ángel muere despedazado. La noticia no logra conmover a nadie: diecinueve niños han muerto quemados con pólvora. El horror supera al horror en la pantalla.

Ni retraso ni progreso: ni vuelta al pasado ni presente ni arrastre hacia el futuro; nada. La Nada ocupa el Lugar en nuestras vidas. Los muertos no duermen, tampoco lo hace el vencido. Mucho menos el vencedor ante el creciente rumor de que ha partido, de su lado, el historiador.

La historia vuelta a contar, la nada, el ángel muerto. La historia jamás contada, la incertidumbre, la pólvora que carcome nuevas pieles.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Cinco historias muy cortas Por Carlos Patiño Millán

1. Fotos de jóvenes actrices aspirantes al estrellato

Acaban de llegar y ya tienen deseos de abordar el próximo autobús y regresar a casa. Un intérprete de sueños se haría rico en Hollywood. De hecho, Hartman es millonario. Desde su colina decide el paso de las estrellas. De sus estrellas.

Hoy, Ross, un ayudante de Hartman, almuerza en esa cafetería a la que llegan las mujeres. La belleza de la rubia, Polly. La otra, Cinthya, podría funcionar en algún western.

Desde el principio, la gloria no es para todos. La felicidad consiste en creerlo. ¡Dios santo! ¡Cuánta ingenuidad en el mundo!

2. Sobre lo que veo y oigo en las noches cálidas de verano

Croar de ranas. La luna brilla sobre el vasto desierto de su mente. Violencia latente, el lenguaje. Soy un incidente más en su vida.

Revuelva los tizones, dice. Traiga los vegetales, respondo. Esther decía que “vomitar juntos” era la mejor forma de hacer amistad con la gente. Pobre chica. Tan joven.

Cenamos en silencio. Medito beatíficamente sobre nuestro matrimonio y la carne congelada.

Si en ese instante alguien me hubiera preguntado por su salud mental, hubiera dicho que no se veían indicios de lo que sucedería más tarde.

3. Separo el aire que respiro del tuyo

Acabo de llegar a casa. Te dije que podías llevarte lo que quisieras. Lo hiciste. Me desplomo en el único asiento que queda. Estoy preso en mi propia jaula.

Intento ver, en las dos o tres fotografías que dejaste, lo que tiene mi hijo de mí. Mi hijo siempre se acostaba en la hierba sobre mi suéter, nunca sobre el tuyo.

¿Cuándo terminó el amor? ¿A dónde se fue el deseo? ¿En qué momento dejamos de hablar? Ignoro la fecha. Sé que el silencio empezó a florecer, entre nosotros, al llegar la primavera.

4. La historia es igual sólo en apariencia

Mi vida es un lienzo ingobernable: telas, pinturas, pinceles, solventes, aceites, trapos, en el suelo. No ha ocurrido nada malo pero va a suceder. Los hechos serán contados tal como ocurrieron. La vida no es singularmente bella ni terrible, es. La muerte de quien habla, un hombre cualquiera, es pérdida de un día; mañana saldrá el sol.

La ridícula convicción de que fue asesinado. Asesinada: era una modelo. Lina, se llamaba.

Como un sacerdote que repite el mismo rito cinco veces al día, me masturbo frente a su retrato.

Es una sensación extraña.

5. Música, beber coñac con agua

Piano y violín, de niño. Rémy Martin, ya jubilado. Llamen al doctor; en cualquier momento. La partida se espera a cualquier edad, más a esa.

Especialista en cortes y heridas, jamás de su piel brotó sangre involuntariamente. Escucha a Beethoven, su música tardía de cuerda. No hay peligro de contrariar al genio de Bonn: el teléfono hace años dejó de sonar en esa casa.

A veces se sienta en el rincón más oscuro y apartado. Recuerda su niñez, las voces de los muertos.

El tiempo es una estaca que se clava en su alma solitaria.

La fotografía es de Cartier-Bresson.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Tres instantáneas sobre Diomedes Díaz Por Alberto Salcedo Ramos

1.

Cuando Diomedes tenía nueve años desempeñaba el oficio más triste que le haya tocado realizar a niño alguno en la región: era espantapájaros. El periodista Luis Mendoza Sierra, su biógrafo y amigo, cuenta que en aquella época Diomedes se calaba un sombrero rojo, se calzaba unas abarcas hechas por él mismo con llantas viejas y se ponía una camisa manga larga de algodón. Con ese atuendo se paraba en la mitad del cultivo de maíz que le había sido encomendado por su patrón, y comenzaba a ahuyentar a cuanto pájaro se arrimaba a picotear las matas. Para no aburrirse en la inmensidad de aquel sembrado expuesto al sol bravo de La Guajira, el chiquillo cumplía su tarea a punta de música: hacía sonar un palo contra una lata vieja, mientras cantaba coplas compuestas por él mismo: Yo llegué de Carrizal/ porque me buscó Teodoro/ pa' que viniera a espantar/ perico, cotorra y loro./ Pericos que no me jodan/ que no me jodan, carajo/ si se comen las mazorcas/ me botarán del trabajo.

2.

A estas alturas del viaje me dan ganas de oír otra vez los clásicos en los cuales Diomedes celebra su entorno. Oír, por ejemplo, la canción de la montañita donde "hay un palo e' cañaguate", y luego la canción del cardón guajiro al que "no marchita el sol", y después la canción del arbolito que sembró tu padre en el potrero y que "es el fiel testigo de lo mucho que sufría por ti", y en seguida la canción de la tierra que "pa' calmar su sed y cerrar sus grietas necesita lluvia". Las oigo en la memoria, claro, y siento ganas de destapar una botella de whisky Sello Negro para brindar por los únicos tres asuntos que, según el poeta vallenato Luis Mizar, justifican una parranda: la salud de la familia, la felicidad de los amigos y cualquier otro motivo.

3.

Noto que mi pie derecho empieza a moverse por su cuenta, como si tuviera voluntad propia. Y descubro que estoy a punto de gritar a los cuatro vientos una frase típica de los parranderos de la región:

—¡Ay, Dios mío, con este disco cualquiera se bebe una plata ajena!

Tomado de "La eterna parranda de Diomedes" Por Alberto Salcedo Ramos.

lunes, 6 de diciembre de 2010

(Pero todo esto te fue extraño)

Omitir palabras innecesarias. Nada de trucos baratos.

De pronto, todo se volvió “claro” para ti; no para mí. “Ningún hierro puede penetrar el corazón con tanta fuerza como un punto colocado en el sitio preciso”, repetías hasta la saciedad.

“Hubiera tenido tiempo”, lo tuviste; lo tuve.

El amor, el deseo; atisbado.

La guerra nos unió, superó nuestras diferencias. De repente, apuntábamos el arma hacia el mismo lado. Pero es inútil, sobre todo insistir.

Tu madre preguntó si todo “estaba bien”. Tu madre, que jamás quiso a otra persona y que jamás tuvo un orgasmo.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Besos Por Tomás Segovia

Besos

Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica
primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas
anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia
que revientan como claveles de sombra
luego de pronto todos juntos
hundiéndose en tu gruta marina
chorro de besos sordos entrando hasta tu fondo
perdiéndose como un chorro en el mar
en tu boca oceánica de oleaje caliente
besos chafados blandos anchos como el peso de la plastilina
besos oscuros como túneles de donde no se sale vivo
deslumbrantes como el estallido de la fe
sentidos como algo que te arrancan
comunicantes como los vasos comunicantes
besos penetrantes como la noche glacial en que todos nos abandonaron
besaré tus mejillas
tus pómulos de estatua de archilla adánica
tu piel que cede bajo mis dedos
para que yo modele un rostro de carne compacta
idéntico al tuyo
y besaré tus ojos más grandes que tú toda
y que tú y yo juntos y la vida y la muerte
del color de la tersura
de mirada asombrosa como encontrarse en la calle con
uno mismo
como encontrarse delante de un abismo
que nos obliga a decir quién somos
tus ojos en cuyo fondo vives tú
como en el fondo del bosque más claro del mundo
tus ojos que tú no conoces
que miran con un gran golpe aturdidor
y me inmutan y me obligan a callar y a ponerme serio
como si viera de pronto en una sola imagen
toda la trágica indescifrable historia de la especie
tus ojos de esfinge virginal
de silencio que resplandece como el hielo
tus ojos de caída durante mil años en el pozo del olvido
besaré también tu cuello liso y vertiginoso como un tobogán inmóvil
tu garganta donde la vida se anuda como un fruto
que se puede morder
tu garganta donde puede morderse la amargura
y donde el sol en estado líquido circula por tu voz y tus venas
como un cogñac ingrávido y cargado de electricidad
besaré tus hombros construidos y frágiles como la ciudad
de Florencia
y tus brazos firmes como un río caudal
frescos como la maternidad
rotundos como el momento de inspiración
tus brazos redondos como la palabra de Roma
amorosos a veces como el amor de las vacas por los terneros
y tus manos lisas y buenas como cucharas de palo
tus manos incitadoras como la fiebre
o blandas como el regazo de la madre del asesino
tus manos que apaciguan como saber que la bondad existe
besaré tus pechos globos de ternura
besaré sobre todo tus pechos más tibios que la convalescencia
y que pesan en el hueco de mi mano como la evidencia
en la mente del sabio
tus pechos pesados fluidos tus pechos de mercurio solar
tus pechos anchos como un paisaje escogido definitivamente
inolvidables como el pedazo de tierra donde habrán
de enterrarnos
calientes como las ganas de vivir
con pezones de milagro y dulces alfileres
que son la punta donde de pronto acaba chatamente
la fuerza de la vida y sus renovaciones
tus pezones de botón para abrochar el paraíso
de retoño del mundo que echa flores de puro júbilo
tus pezones submarinos de sabor a frescura
besaré mil veces tus pechos que pesan como imanes
y cuando los aprieto se desparraman como el son
en los trigales
tus pechos de luz materializada y de sangre dulcificada
generosos como la alegría de aceptar la tristeza
tus pechos en donde todo se resuelve
donde acaba la guerra la duda la tortura
y las ganas de morirse
besaré tu vientre firme como el planeta Tierra
tu vientre de llanura emergida del caos
de playa rumorosa
de almohada para la cabeza del rey después de entrar a saco
tu vientre misterioso cuna de la noche desesperada
remolino de la rendición y del deslumbrante suicidio
donde la frente se rinde como una espada fulminada
tu vientre montón de arena de oro palpitante
montón de trigo negro cosechado en la luna
montón de tenebroso humus incitante
tu vientre regado por los ríos subterráneos
donde aún palpitan las convulsiones del parto de la tierra
tu vientre contráctil que se endurece como un brusco
recuerdo que se coagula
y ondula como las colinas
y palpita como las capas más profundas del mar océano
tu vientre lleno de entrañas de temperatura insoportable
tu vientre que ruge como un horno
o que está tranquilo y pacificado como el pan
tu vientre como la superficie de las olas
lleno hasta los bordes de mar de fondo y de resacas
lleno de irresistible vértigo delicioso
como una caída en un ascensor desbocado
interminable como el vicio y como él insensible
tu vientre incalculadamente hermoso
valle en medio de ti en medio del universo
en medio de mi pensamiento
en medio de mi beso auroral
tu vientre plaza de todos
partido de luz y sombra y donde la muerte trepida
suave al tacto como la espalda del toro negro de la muerte
tu vientre de muerte hecha fuente para beber la vida
fuerte y clara
besaré tus muslos de catedral
de pinos paternales
practicables como los postigos que se abren sobre
lo desconocido
tus muslos para ser acariciados como un recuerdo pensativo
tensos como un arco que nunca se disparará
tus muslos cuya línea representa la curva del curso de los tiempos
besaré tus ingles donde anida la fragilidad de la existencia
tus ingles regadas como los huertos mozárabes
translúcidas y blancas como la vía láctea
besaré tu sexo terrible
oscuro como un signo que no puede nombrarse sin tartamudear
como una cruz que marca el centro de los centros
tu sexo de sal negra
de flor nacida antes que el tiempo
delicado y perverso como el interior de las caracolas
más profundo que el color rojo
tu sexo de dulce infierno vegetal
emocionante como perder el sentido
abierto como la semilla del mundo
tu sexo de perdón para el culpable sollozante
de disolución de la amargura y de mar hospitalario
y de luz enterrada y de conocimiento
de amor de lucha a muerte de girar de los astros
de sobrecogimiento de hondura de viaje entre sueños
de magia negra de anonadamiento de miel embrujada
de pendiente suave como el encadenamiento de las ideas
de crisol para fundir la vida y la muerte
de galaxia en expansión
tu sexo triángulo sagrado besaré
besaré besaré
hasta hacer que toda tú te enciendas
como un farol de papel que flota locamente en la noche.

Tomás Segovia. Poeta, dramaturgo, novelista y traductor nacido en Valencia, España, en 1927.

lunes, 22 de noviembre de 2010

La hoguera de estiércol

Una noche soñé con un paraíso. Desperté con una flor en mi mano. Murillo calló cuando se lo conté. Solía quedarse callada ante mis historias.

-No hables tanto, no inventes. Eres el primer inquilino del Hospedaje de la Lengua…

Mis ojos se perdían por la ventana. Miraban la vida que bullía en todas partes, menos allí. Era claro que no la amaba; la necesitaba. Me gustaba verla pintarse la boca, quitarse los calzones. Sentía lástima por ese inútil paso del tiempo. Nada hacíamos, salvo sobrevivir.

Un día, callé también. Vivía en un cuarto vacío, hacía meses.

martes, 16 de noviembre de 2010

¡Harpo Marx habla!

Nueva York, años veinte. El Hotel Algonquin albergaba la Mesa Redonda, una tertulia que reunía a algunos de los mayores intelectuales neoyorquinos de los años veinte, como el reportero Alexander Woollcott, la narradora Dorothy Parker, el dramaturgo Ben Hecht, el guionista George S. Kaufman y el editor Harold Ross, fundador de la revista New Yorker. "Jamás contribuí con nada, pero absolutamente nada, a la Mesa Redonda. Sin embargo, fui aceptado inmediatamente como alguien que pertenecía al lugar. En realidad no esperaban que hablase: eso no sólo se debía a que yo representaba a un mudo bobalicón en escena y a veces también fuera de ella, sino principalmente a que yo aporté a la mesa otro tipo de talento -el único talento que le faltaba- : el de sentarse y escuchar."

(Fragmento perteneciente a la autobiografía del integrante "mudo" de los Hermanos Marx)

viernes, 12 de noviembre de 2010

Huele a muerto

Un blog es un blog es un blog. Sin alimento mueren hasta las estatuas. Seguiré dándole de comer a esta paloma rosa llamada Revolver Cali. Una rosa es una rosa es una rosa. Espero no defraudarlos más.

jueves, 7 de octubre de 2010

jueves, 30 de septiembre de 2010

En la aurora Por Mauricio Naranjo

A Jairo Guzmán

En la aurora

Caen los dioses

Arrodillados ante el vacío mar de niebla

De nuestros acontecimientos de corta duración

Entonces

Nos miramos en el lago

Atrás en el solar

Y nos volvemos eco

Enamorados

Violeta en mitad de la noche

Resplandeciente como una luciérnaga de sal

Saludamos el incendio

Donde Gaitán Durán y yo

Húmedos

Nos internamos en el infierno de la poesía

Somos una mancha blanca

Donde el horizonte dibuja esferas inexistentes

Somos un coro de ahorcados

Donde Guzmán se torna súperhombre

Intempestivo en la tempestad del no-mundo

Somos asomos de ser

Asomos de lumbre

Asomos de cal

Somos los invencibles

En las ruinas de un cementerio victoriano

Somos indestronables

Cansados como agujas en la coyuntura

Exhaustos como panópticos ciegos

En la aurora

martes, 28 de septiembre de 2010

Patología nacional

¿Por qué odiamos tanto a Íngrid y a Piedad? ¿Por qué nos hemos ensañado con estas dos mujeres? Ah, sí. Los colombianos somos muchos y somos muy machos...

lunes, 20 de septiembre de 2010

Chloe

El dulce provenir de Atom Egoyan se ha convertido en agria actualidad. Esta película desnuda literalmente todos los defectos del director de "El viaje de Felicia" y ninguna de sus virtudes. Detesto el castigo final para quien se atreve a saltar la norma y aquí Egoyan cayó tan abajo de esa ventana como pudo.

domingo, 29 de agosto de 2010

Salt

Imaginen un emparedado de jamón y queso que permanece durante semanas en el mostrador. Atrévanse a probarlo.

Solitary man

Solitary man es American Beauty sin sus vecinos, la familia Fitts. Al igual que allá, acá tampoco parece encajar nada. Hace años sabemos que Michael Douglas es un actor, ahora sabemos que es un estupendo actor. Pocas películas actuales retratan la decadencia como esta: cuando, en el plano final, Douglas se levanta de esa banca de parque no sabemos qué camino escogerá. Y esa incertidumbre nos dirá que estamos ante una buena película.

jueves, 22 de julio de 2010

The ghost writer

Durante años Roman Polanski tuvo problemas con la justicia, ahora los tiene con el cine.

martes, 1 de junio de 2010

Where the wild things are

Una de las pocas cosas en la vida que tenemos como ciertas es que uno siempre regresa a casa: aunque la casa quede en otra parte, otro mundo, otra vida o ya ni siquiera exista como tal.

martes, 18 de mayo de 2010

Boogie Woogie

Basada en una novela del pintor y escritor Danny Moynihan, esta película de Duncan Ward demuestra con creces que la gran mayoría de los mortales vivimos muy pero muy lejos de la exquisita minoría y que sus cuitas no son, no pueden ser, las nuestras. Todo parte de un deseo por poseer un Piet Mondrian y termina con la escandalosa exhibición de un video experimental. Ese es el mundo del arte actual y mucho me temo, anónimos lectores, que nosotros jamás seremos invitados a esa fiesta.

martes, 11 de mayo de 2010

Tener que ver Por Noé Jitrik

Interrogada por su hijo acerca de la muerte de su padre, la madre de Hamlet declara: “Yo no tengo nada que ver”. No importa si la frase es exactamente así ni si el torturado príncipe le cree; lo que importa, me parece, es, puesto que esa expresión es usual con el mismo sentido, por un lado la declaración de inocencia y, por el otro, la declaración de no complicidad, sobre todo esto último es lo que se destaca en la tragedia. Es claro que ambas inferencias pueden ser falsas, pero por qué tanto las dos así como su falsedad pueden surgir de unos términos que, redundantemente, no tendrían nada que ver.

Dicho de otro modo, y ya se verá que la reflexión no es trivial, “tener que ver” parecería, en una lectura literal, una frase investida de un sesgo programático, algo así como una obligación a o posibilidad de, precisamente, ver algo, como si un sujeto A le dijera a un sujeto B, hablando de una película por ejemplo, “tienes que verla”. ¿Por qué, por lo tanto, esa tremenda torcedura semántica que lleva a esta frase, muy corriente y que en sí misma carece de relieve, a expresar situaciones tan graves como la responsabilidad, la complicidad o la falsedad?

Las declaraciones del tipo “no tengo nada que ver” abundan en los expedientes judiciales y es muy probable que la mayor parte de ellos sea del tipo “mamá de Hamlet”, o sea alegación de inocencia, y poco se podría decir sobre ello porque se comprenden de suyo y ni siquiera implican grandes desafíos para los interrogadores; divertido es el “no tengo nada que ver” del amante sorprendido en flagrante operación, es un sí recriminatorio de quien lo sorprende, es un no que alega inocencia del sorprendido.

Más interesantes son las que tienen relieve histórico; una famosa es la que se desprende de los argumentos que esgrimió Adolf Eichmann –no fue el único– cuando lo juzgaban por el papel que había desempeñado en los peores momentos del nazismo; debe haber dicho –si no es así literalmente lo es en su contenido, él no está para refutarme ni corregirme– algo como esto: “Yo me limité a despachar trenes, no tuve nada que ver con lo que pudo haber pasado con los pasajeros”. Hannah Arendt interpretó esta salida dándole una designación que tuvo mucha fortuna, “la banalidad del mal” enunció, expresión muy acertada –pese a que la palabra “banalidad” es un barbarismo– pues indica que el “no tener nada que ver” va más allá del sentimiento de culpa que, ya se sabe, es un subproducto de la responsabilidad.

El ejemplo es fuerte porque muestra la magnitud de un desentendimiento acerca de algún suceso que por su índole no podía dejar indiferente a nadie. ¿Qué pasa entonces con aquellos a quienes ese suceso deja indiferentes? El ghetto de Varsovia para los polacos decentes, las desapariciones argentinas para los buenos vecinos de una ciudad en la que, como había escrito Luisa Valenzuela, “pasaban cosas raras”, mucha gente “no tenía nada que ver”, algunos jactándose de ello, otros ocultando los alcances de ese escudo protector, otros, por fin, empleando la expresión a sabiendas de que “tenían algo que ver”.

O que mirar. Un gesto característico del “nada que ver” es el mirar al costado cuando se debería mirar al frente. Fuerte inclinación de cabeza, fuerte torsión de las caderas, súbito apagamiento de la sensibilidad, poner cara de “¿a mí?”. A veces, en ciertas sociedades, en determinados momentos, esos movimientos de fuga son más fuertes, y hasta cierto punto explicables aunque, va de suyo, las explicaciones suelen ser insatisfactorias cuando ya no hay razón para no tener que ver: durante las dictaduras la razón es el temor no a enterarse, porque las cosas “raras” están ahí, sino a arriesgar la vida sólo por enterarse y ser por lo tanto pasibles de un “tener que ver” que podría acarrear consecuencias similares a las que afectan a aquellos con quienes “no se tiene nada que ver”; cosas se han visto en ese sentido, estar en una libreta de direcciones de un guerrillero preso, haber tenido gestos que podían ser vistos como sospechosos, encontrarse, sin pensarlo, con un viejo amigo sin saber “en qué andaba”, etcétera. Y, junto a esa táctica, otra que se consagró y pasó a la historia, “lavarse las manos”, cuando un tal Pilatos lo hizo en el preciso momento en que se mandaba al sacrificio a un oscuro predicador, de los tantos que pululaban en un momento de delirios místicos, pensando, quizá, que su higiene manual no tendría mayores consecuencias, en lo cual se equivocó en toda la línea, como es público y tan notorio que la frase logró carta de ciudadanía y todavía sigue provocando arrebatos místicos en las sacristías o, si esto parece poco, en algunas de las bellísimas cantatas de Juan Sebastián Bach.

La abundancia en el uso de estas frases es abrumadora, tanto en la vida ordinaria como en lo social. En este campo los burócratas son especialistas, usan la frase para evitar responsabilidades, trabajo, lo que sea, pero no se comparan con el arte que despliegan muchos políticos que, por norma general, nunca tienen nada que ver cuando son interrogados. Pero la expresión no está sola; una que la acompaña es “Yo no he visto nada”, muy usual en quienes experimentan una profunda repugnancia a ser testigos de tiempo completo, sobre todo cuando han visto algo.

Tal vez haya otras muchas variantes de esta singular metáfora óptica; las indicadas sirven para acercarse al tema o a esta clase de declaraciones porque permiten explicar(se) el malestar que provocan en quienes no vacilan en “tener que ver”. Estos, impregnados de viejas pero siempre acuciantes ideas de “compromiso”, experimentan una fuerte sensación de incomodidad cuando escuchan tales formulaciones, les parece intolerable que haya quienes lo eluden refugiándose impunemente en el supuesto valor que residiría en una mecánica de la percepción: el que “no tiene nada que ver” parece estar expresando no sólo un subjetivismo radical, el viejo “esse est percipi”, algo así como por qué me exigen que me haga cargo de lo que no he visto que, porque no lo he visto, seguramente no existe, sino también un desafío jurídico: “Pruébenme que yo he tenido algo que ver”. Y, un paso más adelante, “Pruébenme que eso que tendría que haber visto es algo real y aberrante o terrible o condenable”. ¿No será ése el tenor de la obstinación del obispo Williamson cuando sostiene que el nazismo no tuvo nada que ver con los hornos crematorios que, por otra parte, vaya uno, él, a saber si existieron?

De ahí, otro coletazo acerca de este particular tener y ver. Para el que sostiene que no tiene nada que ver, por ejemplo con el exterminio nazi –seis millones– o soviético –varios millones, no sé cuántos– o, para no ir tan lejos, con la más modesta dictadura argentina del ’76 al ’83 –sólo treinta mil, más o menos– habría que probarle, ante todo, que eliminar judíos y otros especímenes degradados era en sí mismo un mal, lo mismo que los trotskistas rusos o los guerrilleros argentinos; después, que si esa sana idea se ejecutó o no no le consta y, por último, por qué tenía que darse por enterado cuando tenía que ocuparse de sus propios y apremiantes asuntos.

Pareciera que el tema sólo concierne a individuos particulares, o sea que es del ámbito privado y personal, en una oposición entre el concepto de compromiso y la actitud de prescindencia; seguramente también lo es público, tanto que es más que probable que guíe políticas de Estado y que, propuesto como modo de interpretar conflictos, permita entender a qué se dirigen unas u otras. Así, una política distributiva tiene que ver con lo que falta o, mejor dicho, mira y ve; una política libremercadista, en cambio, no tiene nada que ver con lo que falta, salvo clientes, con los que quiere tener que ver y a los que mira y ve.

Un modo, pues, de interpretar o de juzgar actitudes o comportamientos que, en la presentación precedente parecen directos y nítidos: quien pretende que no tiene nada que ver lo dice y quien entiende que tiene que ver lo declara; aquél huye de todo juicio, éste lo asume y no hay demasiadas dudas, habiendo o no comprensión de una u otra actitud. Pero hay una variante nada desdeñable en el comercio declarativo, la de aquellos que dicen que tienen que ver pero que consiguen echar cortinas de humo de modo tal que, en realidad, terminan por tener todas las ventajas del no tener que ver. Balanceo muy parecido a la hipocresía como la de aquellos que, no nos es desconocido, declaran que simpatizan mucho con los pobres, que casi no tienen para comer, o sea que ven lo que tienen que ver, y al mismo tiempo tiran productos a las acequias para que no baje el precio respecto de lo cual proclaman que no tienen nada que ver.

domingo, 9 de mayo de 2010

¿Qué eligen las mujeres cuando eligen una película porno?

Según Erika Lust, autora de "Porno para mujeres: una guía femenina para entender y aprender a disfrutar del cine X", las mujeres buscan un cine realista y que a su vez no sea predecible.

■En la ya clásica Faster, Pussycat! Kill! Kill! (1965, de Russ Meyer) las mujeres protagonistas (tres bailarinas exóticas) son malas, malísimas como hasta ese momento al menos en el cine, sólo habían sido los hombres.

■La Dolce Vita (2006, Michael Lucas) un homenaje claro está a Fellini y quizás, como señalaron algunos críticos, la película porno más triste de la historia, con un ménage-à-trois deslumbrante y ganadora indiscutida en los GayVNAwars, los premios más importantes del cine porno gay.

■Superfreak (2006, de Shine Louise Houston), una institución en el mundo del porno queer hecho por, con y para mujeres. Protagonizada exclusivamente por chicas (los penes son de siliconas).

■NineSongs (2004, Michael Winterbottom). La pareja protagonista o tiene sexo o está en conciertos de rock. Fragmentaria por demás, la elige como tributo a Winterbottom, un ícono del cine independiente británico que decidió acercarse al cine porno.

■Contes Inmoraux (1974, Walerian Borowczyk). Una película sobre los placeres del pecado, que perturbará al espectador, una perfección estética de límites insospechados.

■Belladonna’s Fuckinng Girls Again (2005, Belladonna). Sexo duro, sucio y sin ningún tipo de tabúes. La actriz y directora la filmó embarazada de seis o siete meses. Un escándalo incluso entre los fans.

■Destricted (2006, cortos, dirigidos por Larry Clack y Gaspar Noé entre otros). Arriesgada y provocadora. Una producción donde conviven una secuencia larguísima en la que un hombre se masturba (personaje y espectadores quedan agotados) con la yuxtaposición de imágenes pornográficas que apenas se muestran, desaparecen.

■Afrodite Superstar (2007, de Venus Hottentot). Un detalle curioso, no define a su cine como porno sino como “cine provocativo e inteligente con contenido sexual explícito”. En la misma línea de Larry Clack o John Cameron Mitchell.
De Página 12

Una respuesta de Andrés Calamaro

-¿Qué pensás que se puede hacer mientras el mundo parece torcerse hacia la derecha? Además de tocar en una banda de rock, como decían los Stones, claro...

-Ultimamente siento que perdimos la cuarta guerra mundial. Hace diez años estabamos hablando de una tercera vía de pensamiento para cuestiones profundas y complejas. Pero el asunto vasco, el ultracapitalismo, los poderosos cambiando figuritas que son los medios de comunicación y empresas múltiples perfectamente metidas en nuestros hogares con furia, la transformación de la cultura, la solidaridad brillando por su ausencia mientras mueren humanos como moscas, la debacle ecológica, etc... El enemigo es muy grande y estamos con la mierda hasta el cuello. Nosotros tenemos que aferrarnos a nuestros valores y a la verdad, darse cuenta un poco todos los días y discutirlo. No pensar que nuestra opinión no sirve para nada, ni reducir la progresía a debates infantiles que discutan la importancia de suspender las corridas de toros. La última trampa de la progresía es no ser progresista, difrazarse con algun cliche “anti-algo” y participar en el coro ultraconservador... ¡a veces sin darse cuenta!

miércoles, 5 de mayo de 2010

Crazy heart

No le pidas una entrevista a un borracho, no se te ocurra darla cuando estes sobrio. Como dicen por ahí, un paso a la vez, queridos amigos.

miércoles, 21 de abril de 2010

Los hombres huecos Por T.S. Eliot

Somos los hombres huecos
Los hombres rellenos de aserrín
Que se apoyan unos contra otros
Con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!
Ásperas nuestras voces, cuando
Susurramos juntos
Quedas, sin sentido
Como viento sobre hierba seca
O el trotar de ratas sobre vidrios rotos
En los sótanos secos

Contornos sin forma, sombras sin color,
Paralizada fuerza, ademán inmóvil;
Aquellos que han cruzado
Con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte
Nos recuerdan —si acaso—
No como almas perdidas y violentas
Sino, tan sólo, como hombres huecos,
Hombres rellenos de aserrín

II

Ojos que no me atrevo a mirar en sueños
En el reino del sueño de la muerte
Allí no aparecen:
Allí, los ojos son
Rayos de luz sobre una columna rota
Allí, es un árbol que se agita
Y voces
En el viento cantando
Más distantes y más solemnes
Que una estrella que se apaga

No me dejen adentrarme más
En el reino del sueño de la muerte
Permítanme también que use
Disfraces convenientes
Piel de rata, plumaje de cuervo, maderos en cruz
Esparcidos por el campo
Comportarme como lo hace el viento
No más allá—

No ese encuentro último
En el reino crepuscular

III

Esta es la tierra muerta
Esta es la tierra de los cactos
Aquí se erigen
Imágenes de piedra, aquí reciben la súplica
De la mano de un hombre muerto
Bajo el parpadeo de una estrella agonizante

¿Es esto así
En el otro reino de la muerte
Despertar a solas
A la hora en que temblamos de ternura?
Labios que quisieran besar
Formulan oraciones a la piedra rota

IV

Los ojos no están aquí
No hay ojos aquí
En este valle de estrellas moribundas
En este valle hueco
Esta quijada rota de nuestros reinos perdidos

En éste el último de los lugares de reunión
Nos agrupamos a tientas
Evitando hablar
Congregados en esta playa del tumefacto río
Ciegos, a menos
Que los ojos reaparezcan
Como la perpetua estrella
La rosa multifoliada
Del reino crepuscular de la muerte
La esperanza única
De los hombres vacíos

V

Y damos vueltas al nopal
Al nopal, al nopal
Y damos vueltas al nopal,
A las cinco de la mañana

Entre la idea
Y la realidad
Entre el movimiento
Y el acto
Cae la sombra
Porque Tuyo es el Reino

Entre la concepción
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
Cae la sombra
La vida es muy larga

Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la Existencia
Entre la esencia
Y el descenso
Cae la Sombra
Porque Tuyo es el Reino
Así es como se acaba el mundo
No con un golpe seco sino un gemido.

lunes, 19 de abril de 2010

“Los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad” Por Eduardo Galeano

"Lamentablemente, no podré estar con ustedes.

Se me atravesó un palo en la rueda, que me impide viajar.

Pero quiero acompañar de alguna manera esta reunión de ustedes, esta reunión de los míos, ya que no tengo más remedio que hacer lo poquito que puedo y no lo muchito que quiero.

Y por estar sin estar estando, al menos les envío estas palabras.

Quiero decirles que ojalá se pueda hacer todo lo posible, y lo imposible también, para que la Cumbre de la Madre Tierra sea la primera etapa hacia la expresión colectiva de los pueblos que no dirigen la política mundial, pero la padecen.

Ojalá seamos capaces de llevar adelante estas dos iniciativas del compañero Evo, el Tribunal de la Justicia Climática y el Referéndum Mundial contra un sistema de poder fundado en la guerra y el derroche, que desprecia la vida humana y pone bandera de remate a nuestros bienes terrenales.

Ojalá seamos capaces de hablar poco y hacer mucho. Graves daños nos ha hecho, y nos sigue haciendo, la inflación palabraria, que en América latina es más nociva que la inflación monetaria. Y también, y sobre todo, estamos hartos de la hipocresía de los países ricos, que nos están dejando sin planeta mientras pronuncian pomposos discursos para disimular el secuestro.

Hay quienes dicen que la hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud. Otros dicen que la hipocresía es la única prueba de la existencia del infinito. Y el discurserío de la llamada “comunidad internacional”, ese club de banqueros y guerreros, prueba que las dos definiciones son correctas.

Yo quiero celebrar, en cambio, la fuerza de verdad que irradian las palabras y los silencios que nacen de la comunión humana con la naturaleza. Y no es por casualidad que esta Cumbre de la Madre Tierra se realiza en Bolivia, esta nación de naciones que se está redescubriendo a sí misma al cabo de dos siglos de vida mentida.

Bolivia acaba de celebrar los diez años de la victoria popular en la guerra del agua, cuando el pueblo de Cochabamba fue capaz de derrotar a una todopoderosa empresa de California, dueña del agua por obra y gracia de un gobierno que decía ser boliviano y era muy generoso con lo ajeno.

Esa guerra del agua fue una de las batallas que esta tierra sigue librando en defensa de sus recursos naturales, o sea: en defensa de su identidad con la naturaleza.

Hay voces del pasado que hablan al futuro.

Bolivia es una de las naciones americanas donde las culturas indígenas han sabido sobrevivir, y esas voces resuenan ahora con más fuerza que nunca, a pesar del largo tiempo de la persecución y del desprecio.

El mundo entero, aturdido como está, deambulando como ciego en tiroteo, tendría que escuchar esas voces. Ellas nos enseñan que nosotros, los humanitos, somos parte de la naturaleza, parientes de todos los que tienen piernas, patas, alas o raíces. La conquista europea condenó por idolatría a los indígenas que vivían esa comunión, y por creer en ella fueron azotados, degollados o quemados vivos.

Desde aquellos tiempos del Renacimiento europeo, la naturaleza se convirtió en mercancía o en obstáculo al progreso humano. Y hasta hoy, ese divorcio entre nosotros y ella ha persistido, a tal punto que todavía hay gente de buena voluntad que se conmueve por la pobre naturaleza, tan maltratada, tan lastimada, pero viéndola desde afuera.

Las culturas indígenas la ven desde adentro. Viéndola, me veo. Lo que contra ella hago, está hecho contra mí. En ella me encuentro, mis piernas son también el camino que las anda.

Celebremos, pues, esta Cumbre de la Madre Tierra. Y ojalá los sordos escuchen: los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad.

Vuelan abrazos, desde Montevideo."

* Hoy empieza en Cochabamba, Bolivia, la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, convocada por el presidente boliviano Evo Morales.

sábado, 10 de abril de 2010

Correspondencia íntegra entre Silvio Rodríguez y Carlos Alberto Montaner

A finales del mes de marzo el cantautor cubano Silvio Rodríguez publicó un poema en la web Rebelión en el que lanzaba una serie de preguntas. Una de ellas, dirigida al opositor anticastrista en el exilio Carlos Alberto Montaner. Éste contestó al texto de Rodríguez al día siguiente, en una carta abierta. EL PAÍS publicó entonces un resumen de esa correspondencia. Desde entonces el intercambio de misivas entre ambas personalidades sigue viva. La última carta fue enviada ayer por Silvio Rodríguez. Reproducimos de manera íntegra el contenido de esta conversación epistolar, todavía abierta.

Carta del 31 de marzo de 2010 [De Silvio Rodríguez a Carlos Alberto Montaner]

Preguntas de un trovador que sueña

(a Bertold Brecht, por sus Preguntas de un obrero que lee)

Si el flautista de Hamelín partiera con todos nuestros / hijos ¿comprenderíamos que se nos va el futuro? / Si ese futuro que se nos va supiera adónde lo lleva el / flautista de Hamelín ¿partiría con él?

Si un huelguista de hambre exigiera que Obama levantara / el bloqueo ¿lo apoyaría el Grupo Prisa?

Si los miles de cubanos que perdimos familia / en atentados de la CIA hiciéramos una carta de denuncia / ¿la firmaría Carlos Alberto Montaner?

Si algunas firmas meditaran antes de condenar las / cárceles ajenas ¿resultarían incólumes las propias?

Si un líder del norte es un líder / ¿por qué es caudillo el que nació en el sur?

Si la política imperial es responsable de algunas de / nuestras desgracias ¿no deberíamos liberarnos también / de esa parte de la política imperial?

Si condenamos la guerra fría ¿nos referimos a toda / o sólo a la porción ajena?

Si este Gobierno ha sido tan malo ¿de dónde / ha salido este pueblo tan bueno?

Aborto (marque con una cruz): / asesinato, hedonismo, piedad

Homosexuales (marque con una cruz): / Elton John advierte que Cristo era gay

¿Quién le importa al PP? (marque con una cruz): / ¿Zapata o Zapatero?

Si la Casa Blanca devolviera Guantánamo y acabara el / embargo ¿qué posición (común) adoptaría / el Kama-Sutra europeo?

Si el que hoy maldice ayer bendijo / ¿con quién pasó la noche?

Si de veras nos haría tanto daño una amnistía / ¿por qué no me lo explican?

Si la suma de ambas intransigencias nos extingue y la / nada baldía nos arrastra al pasado ¿nuestros hijos / tendrán lo que merecen?

¿Qué pasa con los negros? ¿Qué pasa con los amarillos? / ¿Qué pasa con los blancos?

¿Qué pasa con los rojos, con / los azules e incluso con los hombrecillos verdes?

Si alguien roba comida y después resulta que no da la vida / ¿qué hacer?

Si otro Martí naciera entre nosotros ¿podría ser / emigrante, rapero, cuentapropista, ciudadano provincial / en una chabola periférica?

Patria, Universo, Vida, respeto al semejante / y todos Venceremos un poquito

Carta del 1 de abril de 2010 [De Carlos Alberto Montaner a Silvio Rodríguez]

El cantautor Silvio Rodríguez me ha hecho una pregunta públicamente. Se la voy a responder. Es un magnífico y admirado compositor al que debe tomársele en cuenta. Dice Silvio: "Si los miles de cubanos que perdimos familia en atentados de la CIA hiciéramos una carta denuncia ¿la firmaría Carlos Alberto Montaner?". La pregunta forma parte de lo que parece ser un poema o la letra de una canción inédita. El texto se titula "Preguntas de un trovador que sueña" y está disponible en un website llamado Kaosenlared.net, vertedero ideológico en el que es posible leer elogios a los narcoterroristas de las FARC o a los asesinos de ETA, pero donde, de vez en cuando, aparecen críticas lúcidas a la dictadura cubana.

Por supuesto, Silvio: yo firmaría esa denuncia. La CIA, como todos los servicios de inteligencia, ha hecho cosas deplorables que merecen ser censuradas. Y las ha hecho el ejército norteamericano cuando maltrató cruelmente a los prisioneros. Y las sigue haciendo el Departamento de Justicia de Estados Unidos, y hasta la Corte Suprema, cuando priva a ciertos detenidos del amparo de la ley. Todo eso, incluida la pena de muerte, me parece abominable y contrario a un verdadero Estado de Derecho en el que se respeten las libertades individuales.

Ahora, Silvio, me toca preguntarte a ti: ¿firmarías una carta en la que se denunciaran los atropellos a los presos políticos cubanos y el acoso a las Damas de Blanco? Una carta en la que mostraríamos nuestro respeto por Orlando Zapata Tamayo, Guillermo Fariñas y todo aquel dispuesto a morir defendiendo su dignidad de ser humano. Una carta en la que solicitaríamos la condena a los policías responsables de la muerte de 41 infelices, la mayor parte niños y mujeres, que huían de Cuba en un barco en la madrugada del 13 de julio de 1994. Una carta en la que los cubanos les pediríamos perdón a los somalíes por la matanza de miles de personas llevada a cabo en 1977 y 78 por el ejército cubano en la Guerra de Ogadén, cuando Cuba se alió a la dictadura etíope. Una carta en la que se condenara la censura, el dogmatismo, el partido único, la persecución a las personas por tratar de defender sus ideas políticas, sus creencias religiosas, sus preferencias sexuales. Una carta en la que les dijéramos a los hermanos Castro que 51 años es un periodo demasiado prolongado para continuar imponiéndoles a los cubanos un sistema fallido y cruel en el que ya casi nadie cree, comenzando por ti, Silvio, y por tu talentoso hijo "Silvito", músico, como tú, a quien apodan "el Libre" para diferenciarlos, porque Silvito ha decidido cantar y decir lo que piensa.

Voy a contestar por ti, Silvio: yo creo que la firmarías. Y creo que la firmaría el 90% de los cubanos, hartos ya de esa vieja dictadura de difuntos y flores. Y te diría más: es importante que todos los cubanos interesados en salvar el futuro (porque el pasado lo hemos hecho añicos irremediablemente), los de la oposición democrática y los reformistas del régimen, como es tu caso, se encuentren en un punto medio para buscar una salida a la trampa que nos van a legar los hermanos Castro cuando decidan morirse y nos dejen como herencia un manicomio empobrecido y sin ilusiones patrullado por una legión de policías corruptos.

Hace pocas fechas dijiste que a la palabra "Revolución" hay que quitarle la "R" para comenzar a evolucionar. De acuerdo. ¿Cómo se hace ese prodigio? Se hace vaciando las cárceles de presos políticos, permitiendo la libre expresión de las ideas y la asociación espontánea y sin coacciones de las personas. No se trata de determinar ahora hacia dónde debe ir el país. Lo que se impone en este momento es abrir los cauces de participación para que los propios cubanos cambien todo lo que haya que cambiar y decidan democráticamente el rumbo que debe seguirse. Después, poco a poco, sin violencia, sin revanchas, pacíficamente, elección tras elección, las piezas irán cayendo en su lugar hasta que salgamos de la etapa actual y la sociedad, si así lo decide libremente, redefina el Estado y el perfil de la convivencia.

¿Hacemos esa carta juntos? Atrévete.

Carlos Alberto Montaner

Miami

Carta del 2 de abril de 2010 [De Silvio Rodríguez a Carlos Alberto Montaner]

Montaner:

Mi hijo Silvio-Liam es una voz que comienza a extender sus verdades. El ama a nuestro Apóstol, no le resulta incómodo, no desea borrarlo de la Historia. A él no le crispa que Martí haya dicho: "Viví en el monstruo y le conozco las entrañas". Él escogió ponerse "el libre" por no sentirse atado. Asume haber nacido así y su padre aplaude que lo sienta y lo diga en su clave generacional.

Desconoces la razón de un joven, pero intentas apropiártelo. No pareces comprender mucho lo que aseguras defender. ¿Será costumbre tuya? Diseñas una Cuba distorsionada que propagan las monstruosas cadenas. Cortando y pegando repartes un odio que ha derribado aviones llenos de inocentes. Siempre he reprobado el hundimiento del remolcador "13 de marzo". Pero quién va a creer que te importan los muertos somalíes, cuando no te interesan los cubanos que dieron su vida por un fingido prócer. A mí me conforta saber que no fue en vano el sacrificio de los caídos en Angola. No sólo porque los haya visto combatir y morir pobres y limpios, sino porque fueron consagrados en la eternidad por Nelson Mandela.

Atrévete, Carlos Alberto, a afirmar que Mandela mintió cuando dijo que la presencia cubana en África significó el principio del fin del apartheid.

Sé que tus argucias serán multiplicadas mil veces más que cualquier verdad desde Cuba. Desde esta dignidad cercada continuaré cantando lo que pienso: Sigo con muchas más razones para creer en la Revolución que en sus detractores. Si este gobierno es tan malo ¿de dónde salió este pueblo tan bueno?

Atrévete un día a respetar al prójimo. Atrévete a expulsar la soberbia. Atrévete a merecer un pueblo como este.

Silvio Rodríguez Domínguez

La Habana, Cuba

Carta del 3 de abril de 2010 [De Carlos Alberto Montaner a Silvio Rodríguez]

Estimado Silvio Rodríguez,

Me has respondido con cierta vehemencia. No te gustó mi anterior contestación a una pregunta tuya. Ojalá estos papeles tengan mejor suerte. Mi intención no es hostilizarte, sino conversar civilizadamente. Veamos.

Dices: "Mi hijo Silvio-Liam es una voz que comienza a extender sus verdades. El ama a nuestro Apóstol, no le resulta incómodo, no desea borrarlo de la Historia. A él no le crispa que Martí haya dicho: "Viví en el monstruo y le conozco las entrañas". Él escogió ponerse "el libre" por no sentirse atado. Asume haber nacido así y su padre aplaude que lo sienta y lo diga en su clave generacional".

Yo también, Silvio, respeto la memoria de Martí, el más ilustre de todos los cubanos, pero no sólo el que, con bastante sagacidad y razón, temía los impulsos imperialistas de Estados Unidos a fines del siglo XIX, sino, además, el que criticó severamente a Marx y alabó a los empresarios con iniciativa al grado de afirmar: "Pero los pobres sin éxito en la vida, que enseñan el puño a los pobres que tuvieron éxito; los trabajadores sin fortuna que se encienden en ira contra los trabajadores con fortuna, son locos que quieren negar a la naturaleza humana el legítimo uso de las facultades que vienen con ella.

Como coincido con Martí, Silvio, y no con Fidel, a mi me parece muy bien que alguien con tu talento haya podido enriquecerse legítimamente, tener propiedades dentro y fuera de Cuba y poseer una próspera empresa de grabaciones construida con el producto de su esfuerzo. Lo que quisiera es que ese privilegio que te han concedido se convierta en un derecho y se extienda a todos los cubanos. Es cruel y terriblemente empobrecedor que tanta gente talentosa y con iniciativa, como hay en Cuba, tenga que vivir subordinada a los caprichos de los comisarios y los burócratas.

Pero volvamos a la generación de tu hijo, la de Silvito "el Libre", que es, también, la de los míos, y la de Yoani Sánchez y Gorki Águila. ¿No te parece criminal que esos jóvenes estén obligados a suscribir las ideas y prejuicios de unos confundidos octogenarios, paralizados por el miedo y el dogmatismo, que adquirieron sus juicios morales y su percepción de la realidad y de los conflictos sociales hace sesenta años, en otras circunstancias radicalmente diferentes? Tenemos que liberar a las jóvenes generaciones de esa carga nefasta para que sean capaces de construir libremente sus vidas. Eso es urgente.

Sigo con tu carta. Dices: "Diseñas una Cuba distorsionada que propagan las monstruosas cadenas. Cortando y pegando repartes un odio que ha derribado aviones llenos de inocentes. Siempre he reprobado el hundimiento del remolcador 13 de marzo".

¡Ay, Silvio! ¿Diseño una Cuba distorsionada? ¿Te parece poco que, desde que se instauró la revolución, hace ya más de medio siglo, el 20 por ciento de la población ha huido a bordo de cualquier cosa, pagando el intento con varios miles han muertos? ¿Son falsos los fusilamientos, los maltratos en las cárceles, los actos de repudio a quienes se atreven a criticar al régimen? ¿Es mentira la censura?

¿Recuerdas cuando apaleaban a los cubanos por quererse ir del país en aquellos "actos de repudio", que no han cesado nunca porque hoy los organizan contra las Damas de Blanco y los demócratas de la oposición? ¿Se te ha olvidado como encerraban a los homosexuales en campos de concentración, como los echaban de la Universidad tras humillarlos públicamente? ¿No es verdad que en la primavera del 2003 encarcelaron y condenaron a penas de hasta 28 años de cárcel a 75 personas por prestar libros prohibidos, pedir un referéndum y escribir crónicas en los diarios extranjeros?

¿Qué tiene que ver la denuncia de esas monstruosidades con el condenable derribo de un avión de "Cubana de Aviación" lleno de inocentes, crimen que me parece repugnante? Tú condenas, y yo creo en tu sinceridad, el hundimiento del remolcador "13 de marzo" y el asesinato en ese episodio de 41 personas, pero ¿por qué no alzaste tu voz en la Asamblea Nacional del Poder Popular para denunciar el crimen? Eras un diputado, un representante de la sociedad. ¿Por qué callaste? Si quienes pueden hablar no se atreven a hacerlo se convierten en cómplices de la barbarie y contribuyen a perpetuarla. Quienes desean cambios deben proclamarlo con valentía.

Y luego dices: "Pero quién va a creer que te importan los muertos somalíes, cuando no te interesan los cubanos que dieron su vida por un fingido prócer. A mí me conforta saber que no fue en vano el sacrificio de los caídos en Angola. No sólo porque los haya visto combatir y morir pobres y limpios, sino porque fueron consagrados en la eternidad por Nelson Mandela. Atrévete, Carlos Alberto, a afirmar que Mandela mintió cuando dijo que la presencia cubana en África significó el principio del fin del apartheid".

Claro, Silvio, que me importan los miles de muertos somalíes exterminados por el ejército de Cuba en una guerra desigual y sin piedad que nada tenía que ver con la lucha contra el apartheid y sí con darle una victoria a la dictadura etíope, entonces aliada de la URSS. Como me importan, y mucho, los tres mil cubanos que dejaron la piel en África, sólo porque Fidel Castro, sin consultar con nadie, ni siquiera con el Partido Comunista, decidió convertirse en un líder planetario y transformó a la pobre Cuba en la punta de lanza de sus apetencias de renombre internacional y en el peón más agresivo y oportunista de la Guerra Fría.

¿Para qué tanto sacrificio? Al final, las tropas cubanas, entre otras ironías de esa insensata carnicería, acabaron custodiando los intereses petroleros norteamericanos en la zona de Cabinda, y hoy Angola es una nación capitalista deseosa de olvidar los años en los que planeaba construir un estado calcado del modelo soviético. En Angola ya nadie recuerda aquel proyecto revolucionario por el que murieron tantos cubanos inútilmente.

¿No crees que es hora de poner punto final a la utilización del pueblo como carne de cañón para saciar las ansias de notoriedad de una camarilla sedienta de poder y gloria? ¿No crees que el arrendamiento de profesionales cubanos para pagar deudas, como si fueran esclavos, en nombre de la solidaridad internacional, es una ofensa profunda al honor nacional?

Mi admirado Mandela, Silvio, no mintió: tiene, sencillamente, un ángulo diferente al mío sobre el papel de las tropas cubanas en África. En todo caso, lo que me emociona de Nelson Mandela no es su discutible opinión sobre el rol de las tropas cubanas en ese continente, sino esa democracia y esa libertad sin ira que les llevó a todos los sudafricanos en lugar de seguir el ejemplo totalitario de Fidel.

Terminas tu carta de una forma curiosa: "Sé que tus argucias serán multiplicadas mil veces más que cualquier verdad desde Cuba. Desde esta dignidad cercada continuaré cantando lo que pienso: Sigo con muchas más razones para creer en la Revolución que en sus detractores. Si este gobierno es tan malo ¿de dónde salió este pueblo tan bueno?

Concuerdo contigo, Silvio, en que la prensa libre será más generosa con mis explicaciones que con las tuyas, pero no es tu culpa. El mundo al que se adscribía la revolución cubana se derrumbó con el Muro de Berlín y hoy esa dictadura es sólo un viejo y desacreditado fósil, apenas emparentado con Corea del Norte, porque ya ni siquiera China y Vietnam son regímenes comunistas, aunque, lamentablemente, sigan siendo dictaduras gobernadas por un partido único con mano de hierro.

No obstante, me parece legítimo que continúes cantando lo que piensas e insistas en defender la revolución y la dictadura comunista. Ese es tu derecho. Te diré más: la Cuba con la que sueñan millones de cubanos debe ser un país en el que tú puedas cantar lo que piensas, pero en el que también quepan Gloria Estefan, Willy Chirino, Paquito D?Rivera y Los Aldeanos. Una Cuba sin exclusiones.

Entre todos, Silvio, tenemos que forjar esa Cuba tolerante en la que no se persiga a nadie por manifestar sus ideas. No te equivocas cuando dices que el cubano es un pueblo "bueno". Todas las dictaduras comunistas padecían malos gobiernos, pero tenían pueblos buenos en los que no faltaban los Sajarov, los Walesa y los Havel. En Cuba también abunda esa clase de héroes. Muchos están presos.

Tenemos que encontrarnos en un claro de la historia patria para darnos ese abrazo de reconciliación, libertad y cambio que casi todos anhelamos. Saltemos sobre nuestras diferencias, Silvio, y hagamos un mundo mejor para nuestros hijos. Un mundo democrático y libre, como esas veinte naciones que están a la cabeza del planeta; esas veinte naciones a las que quieren escapar tantos cubanos jóvenes, como tú mismo acabas de advertir muy preocupado. Entre todos, Silvio, pacíficamente, podemos cambiar nuestro destino y salvar el futuro.

Con genuina cordialidad cívica,

Carlos Alberto Montaner

Madrid.

Carta del 9 de abril de 2010 [De Silvio Rodríguez a Carlos Alberto Montaner]

(Segunda réplica a Carlos Alberto Montaner. Letanía)

Montaner:

Sé que, cuando Marx murió, Martí le dedicó algunas frases de homenaje, si mal no recuerdo "por haberse puesto de parte de los pobres". Por favor, ilústrame y muéstrame las "críticas severas" del Apóstol al autor de El Capital.

Montaner:

Antes de la Revolución, la mayoría de los cubanos no podía ni soñar con tener casa propia. Mi familia entre ellos. El único inmueble que ahora mismo poseo es mi casa. Infórmate mejor, porque hasta el día de hoy no tengo propiedades o empresas en Cuba o en el extranjero.

Montaner:

En algunas entrevistas y canciones, a través de una trayectoria de más de 40 años, he señalado lo que he considerado criticable del proceso revolucionario. En otras he apoyado este proceso, sin caer jamás en el servilismo o el panfleto. No hay dualidad en esto. En ambas facetas soy el mismo cubano pretendiendo asistir a los suyos.

Montaner:

No me molesta un gobierno de ancianos. En muchas culturas antiguas tener edad, por la sensatez inmanente, era un requisito para gobernar. Acuérdate de que tú también adquiriste tus "juicios morales, tu precepción de la realidad y de los conflictos sociales" hace medio siglo. No pretendas venderte como prospecto de la generación del dos mil, que no te queda bien.

Montaner:

Los fusilamientos se originaron en los primeros meses de la Revolución, contra criminales de guerra del batistato: torturadores y asesinos probados en los juicios que el pueblo de Cuba miró sobrecogido. La guerra despiadada que nos impuso la CIA obligó al gobierno a mantenerla como medida persuasiva. Con los años me he dado cuenta de que la pena de muerte es algo que debiera abolirse en todo el mundo, por incivilizada. Estoy convencido de que el cese de las hostilidades contra Cuba sería el principio del fin de la pena de muerte en nuestra Patria.

Montaner:

La oposición, en las prisiones, enfrenta el mismo drama que en las calles: no tienen pueblo, sus posiciones los alejan de las masas. En el 2008 más de treinta artistas e intelectuales visitamos 16 prisiones y cantamos ante más de 40 mil reclusos. Los malos tratos que ustedes manifiestan no tienen nada que ver con la mucha preocupación que vimos en las autoridades carcelarias de todos los penales que visitamos. El mismo hecho de que exista un movimiento de aficionados tan poderoso en las prisiones cubanas contradice profundamente la versión que ustedes propagan.

Montaner:

No estoy de acuerdo con los actos de repudio, pero otros cubanos se indignan hasta el punto de cometerlos. Los cubanos de Miami hacen lo mismo. Debe ser la parte triste de nuestro karma. Encuentro lógico que las madres y esposas de los presos se preocupen por sus familiares y que lo manifiesten. No me parece muy honesto que reciban ayuda económica de otro gobierno y mucho menos de connotados terroristas, como parece ser el caso de ciertas señoras. La censura, como en otros países, existe en Cuba. Y ahí donde estás ahora mismo, existe también, sobre todo para los que no piensan como tú.

Montaner:

Me parece que no te corresponde decir lo que recuerdan los angoleños. A mí me consta que recuerdan mucho y bien la desinteresada ayuda de los cubanos. En Cuba nunca se ha usado una gota de combustible de Cabinda, donde estuve personalmente y vi caer a hombres extraordinarios, defendiendo ese petróleo para que una Angola soberana decidiera su suerte.

Montaner:

Si tanto deseas que Cuba sea mejor, cambia tu lógica y empieza a luchar contra el bloqueo. El bloqueo es genocida, inmoral, impresentable. Mientras exista será la justificación para no bajar ni un ápice la tensión defensiva. Si quieres tanto a los somalíes, supongo que debes querer al menos igual a los niños cubanos. Pues bien: los niños cubanos, gracias al bloqueo, este año no podrán entrar masivamente a los conservatorios musicales. Y no me vayas a decir que el gobierno cubano se volvió loco y ahora quiere destruir lo que construyó. En tus manos queda hacer felices a cientos de miles de niños del país en que naciste.

Por eso, Montaner:

Lucha contra el bloqueo para que el talento que lleva 50 años floreciendo no se frustre.

Con probada vocación patriótica e internacionalista,

Silvio Rodríguez Domínguez.

La Habana, 9 de abril de 2010

PD: La todopoderosa "Gran Prensa" que te apoya ya empezó a publicar versiones convenientes de este careo. Sé demócrata cabal (y cívico) y pídeles que muestren íntegras mis palabras.

miércoles, 7 de abril de 2010

Una variante brutal del catolicismo Por Sinéad Marie Bernadette O'Connor

Cuando era niña, Irlanda era una teocracia católica. Si se acercaba un obispo por la calle, la gente se apartaba para dejarle paso. Si asistía a un acontecimiento deportivo, el equipo se aproximaba a arrodillarse y besarle el anillo. Si alguien cometía un error, en vez de decir "Nadie es perfecto", decíamos "Podría pasarle hasta a un obispo".

Esta última frase era más certera de lo que imaginábamos. Hace unos días, el papa Benedicto XVI escribió una carta personal en la que pedía perdón -por decir algo- a Irlanda por los decenios de abusos sexuales a menores que cometieron unos sacerdotes en los que se suponía que debían confiar esos niños. Para muchos irlandeses, esa carta del Papa es un insulto no sólo a nuestra inteligencia, sino a nuestra fe y a nuestro país. Para entender por qué, hay que tener en cuenta que los irlandeses hemos sufrido una variante brutal del catolicismo basada en la humillación de los niños.

Yo lo viví en persona. Cuando era niña, mi madre -una madre maltratadora y todo lo contrario de lo que debe ser una buena madre- me animaba a que robara en las tiendas. En una ocasión me atraparon y pasé 18 meses en el Centro de Formación An Grianán, una institución para niñas con problemas de conducta en Dublín, por recomendación de una trabajadora social. An Grianán era una de las hoy tristemente famosas "lavanderías de las Magdalenas", patrocinadas por la Iglesia, que albergaban a adolescentes embarazadas y jóvenes poco dóciles. Trabajábamos en el sótano, lavando la ropa de los curas en fregaderos con agua fría y pastillas de jabón. Estudiábamos matemáticas y mecanografía. Teníamos poco contacto con nuestras familias. No cobrábamos ningún sueldo. En mi caso, por lo menos, una de las monjas fue buena conmigo y me regaló mi primera guitarra.

An Grianán era un producto de la relación del Gobierno irlandés con el Vaticano; la Iglesia gozó de una "posición especial" recogida en nuestra Constitución hasta 1972. Todavía en 2007, el 98% de los colegios irlandeses estaba en manos de la Iglesia católica. Pero los colegios para niños difíciles han estado siempre plagados de castigos corporales salvajes, maltratos psicológicos y abusos sexuales. En octubre de 2005, un informe encargado por el Gobierno identificó más de 100 acusaciones de abusos sexuales cometidos por sacerdotes entre 1962 y 2002 en Ferns, un pueblo a unos 100 kilómetros al sur de Dublín. La policía no investigó a los sacerdotes acusados; se dijo que padecían un problema "moral". En 2009, un informe similar involucró a los arzobispos de Dublín en la ocultación de varios escándalos de abusos sexuales entre 1975 y 2004.

¿Por qué se toleraba esa conducta criminal? Según el informe de 2009, el "importantísimo papel que ha desempeñado la Iglesia en la vida irlandesa es el motivo por el que se consintió que no se pusiera fin a los abusos cometidos por una minoría de sus miembros".

A pesar de la larga relación de la Iglesia con el Gobierno irlandés, la carta en la que el papa Benedicto pide teóricamente perdón no asume ninguna responsabilidad por las infracciones de los curas irlandeses. Dice que, "antes, la Iglesia en Irlanda debe reconocer ante el Señor y ante otros los graves pecados cometidos contra unos niños indefensos". ¿Qué hay de la complicidad del Vaticano en esos pecados?

En su texto, Benedicto da la impresión de que se ha enterado hace poco de los abusos y se presenta como una víctima más: "No tengo más remedio que compartir la desolación y la sensación de traición que habéis experimentado tantos de vosotros al saber de estos actos pecaminosos y criminales y de cómo se ocuparon de ellos las autoridades eclesiásticas en Irlanda". Sin embargo, la carta de infausta memoria que envió Benedicto en 2001 a los obispos de todo el mundo les ordenaba guardar secreto sobre las acusaciones de abusos sexuales so pena de excomunión, es decir, actualizaba una perniciosa política de la Iglesia, expresada en un documento de 1962, que establecía que tanto los sacerdotes acusados de delitos sexuales como sus víctimas debían "observar el más estricto secreto" y "atenerse a un silencio eterno".

Benedicto, entonces Joseph Ratzinger, era cardenal cuando escribió esa carta. Hoy, cuando ocupa el sillón de San Pedro, ¿vamos a creer que su opinión ha cambiado? ¿Y vamos a conformarnos ante las recientes revelaciones de que en 1996 se negó a destituir a un sacerdote acusado de haber abusado de hasta 200 niños sordos en el Estado norteamericano de Wisconsin?

La carta de Benedicto afirma que su preocupación es "sobre todo ayudar a sanar a las víctimas". Sin embargo, les niega lo que podría sanarles: una confesión inequívoca del Vaticano de que ocultó los abusos y ahora está tratando de ocultar el ocultamiento. Asombrosamente, el Papa invita a los católicos a "ofrecer vuestro ayuno, vuestras oraciones, vuestra lectura de las Escrituras y vuestras obras de misericordia para obtener la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia de Irlanda". Y sugiere, cosa aún más asombrosa, que las víctimas irlandesas pueden sanar acercándose más a la Iglesia, la misma Iglesia que exigía votos de silencio a los niños víctimas de los abusos, como ocurrió en 1975 en el caso del padre Brendan Smyth, un sacerdote irlandés que más tarde acabó en la cárcel por delitos sexuales repetidos. Muchos irlandeses, cuando se nos pasó la risa, nos dijimos que la idea de que necesitamos la Iglesia para aproximarnos a Jesús es una blasfemia.

Para los católicos irlandeses, lo que insinúa Benedicto -que los abusos sexuales en Irlanda son un problema irlandés- es arrogante y blasfemo. El Vaticano está actuando como si no creyera en un Dios que todo lo ve. Quienes dicen ser los guardianes del Espíritu Santo se dedican a aplastar todo lo que el Espíritu Santo representa. Benedicto es culpable de dar una imagen falsa del Dios al que adoramos. Todos sabemos, en el fondo de nuestro corazón, que el Espíritu Santo es la verdad. Por eso sabemos que Cristo no está con esos que le invocan con tanta frecuencia.

Los católicos irlandeses tienen una relación disfuncional con una organización que comete abusos. El Papa debe hacerse responsable de las acciones de sus subordinados. Si hay sacerdotes católicos que abusan de los niños, es Roma, y no Dublín, la que debe responder de ello, con una confesión inequívoca y sometiéndose a una investigación criminal. Mientras no lo haga, todos los buenos católicos -incluidas las ancianitas que van a misa todos los domingos, no sólo los cantantes protesta como yo, a quienes el Vaticano puede ignorar sin problema- deberían dejar de acudir al templo. Ha llegado la hora de que en Irlanda separemos a nuestro Dios de nuestra religión y nuestra fe de sus supuestos dirigentes.

Hace casi 18 años, rompí una fotografía del papa Juan Pablo II en un episodio de Saturday night live. Muchos no entendieron la protesta; la semana siguiente, el presentador invitado del programa, el actor Joe Pesci, dijo que, si hubiera estado presente, me "habría dado una bofetada". Yo sabía que mi acción iba a causar problemas, pero quería provocar un debate necesario; ese es uno de los ingredientes de ser artista. Lo único que lamenté fue que la gente pensara que no creía en Dios. No es verdad, en absoluto. Soy católica de nacimiento y cultura, y sería la primera en presentarme a la puerta de la iglesia si el Vaticano ofreciera una reconciliación sincera.

Mientras Irlanda soporta la ofensiva carta con la que Roma pide perdón y un obispo irlandés dimite, pido a los estadounidenses que comprendan por qué una mujer católica irlandesa que sobrevivió a los malos tratos de niña pudo querer romper la foto del Papa. Y que piensen si a los católicos irlandeses, por no atrevernos a decir "merecemos algo mejor", se nos debe tratar como si mereciéramos algo peor.

Un poema de Heberto Padilla (1968)

Para escribir en el álbum de un tirano:

Protégete de los vacilantes, porque un día sabrán lo que no quieren. Protégete de los balbucientes, de Juan-el-gago, Pedro-el-mudo, porque descubrirán un día su voz fuerte. Protégete de los tímidos y los apabullados, porque un día dejarán de ponerse en pie cuando entres.

domingo, 4 de abril de 2010

Avatar

La más reciente película de James Cameron prueba que todos los efectos especiales del mundo -y aquí están algunos de los mejores- no pueden, por sí solos, contar una buena historia.

Shutter island

Lugares comunes unidos, interminablemente, a otros lugares comunes convierten a esta película en una de las peores aventuras emprendidas por ese genio llamado Martin Scorsese. Una de dos: o al Maestro se le acabó la gasolina y atraviesa una dura sequía, o nunca fue un genio, y así las cosas, apaga ese fósforo, Di Caprio, y vete.

domingo, 28 de marzo de 2010

Eloísa Lezama Lima. Ecohé.

Por Zoé Valdés

Hace mucho tiempo visité en Trocadero 162 a María Luisa Bautista de Lezama. Yo era muy joven, tenía 19 años, y había leído Paradiso y el tomo de la Poesía Completa de José Lezama Lima, gracias al librero de La Avellaneda, en la calle Reina, que me guardaba libros raros y prohibidos. Cuando compré la Poesía Completa, dentro del libro había como marcador, una pequeña banderita cubana de seda, que un precedente lector había dejado olvidada. Leí todo; y empecé a merodear con curiosidad la casa de Lezama, a sabiendas que todavía era una casa vigilada.

Al poco tiempo, me presenté a María Luisa a través de la ventana, iba de parte de Nélida, la antigua criada, que compraba en el mismo puesto de vianda que mi madre, una señora teñida de rubio, muy blanca de piel, entrada en carnes, sumamente amable y jaranera, que vivía cerca de María Luisa, aunque ya no trabajaba para ella.

La viuda de Lezama, delgada, sobriamente vestida, me recibió primero en la ventana, luego me invitó a pasar. Atravesé las columnas salomónicas de la entrada del edificio, la que tantos escritores habían atravesado antes, con la intención de conocer a José Lezama Lima, aunque ya él no vivía, mi intención era conocerlo a través de su esposa. Cuando yo llegué, Lezama había muerto hacía tres años, y ningún periódico, absolutamente ninguno, hablaba de él.

María Luisa no sólo fue de una gran gentileza al recibirme –lo que en aquel momento me extrañó, porque los que la conocían se referían a ella como una una persona llena de resentimientos, lo que no fue el caso, en ninguno de mis encuentros con ella. Eso sí, después de hacerme el pequeño test de lecturas lezamianas, y comprobar que yo lo había leído de verdad, y de mostrarme los álbumes de fotos familiares, que sólo pude atesorar, evidentemente, con las pupilas, hizo consecuente que ella no guardaba ninguna simpatía por el régimen, más bien todo lo contrario, sin que yo le preguntara nada. Hablar de política no me interesaba para nada en aquellos tiempos. Yo llevaba mi cuaderno repleto de versos lezamianos, que dejé para después.

María Luisa hablaba poco, pero cuando hablaba se notaba que guardaba mucho dentro de ella, no sólo conocimientos, vivencias, experiencias hermosas, otras amargas, que no había podido compartir con demasiada gente, y tampoco le interesaba hacerlo, guardaba la memoria de lo que no deseaba que se perdiera de su esposo, como si la memoria de Lezama hubiera prendido en ella, adormeciendo la suya propia, o interponiéndose muy por encima. Me habló –desde luego-, con mucho amor de Lezama, como era natural, y con mucho respeto y cariño de Eloísa Lezama Lima.

En una de mis visitas, me entregó como regalo Oppiano Licario, donde Ynaca Eco es un personaje protagónico, inspirado en Eloísa, de la novela inconclusa, esto último ella me lo subrayó, también me regaló el poemario Fragmentos a su imán, y el disco de Casa de las Américas con la voz de Lezama leyendo su poesía. Entonces me habló de las Cartas a Eloísa, o sea, de Lezama a Eloísa Lezama Lima, el volumen prohibido desde luego, en Cuba, de una correspondencia sobre la vida del poeta en la Cuba de Castro, también cargado de un enorme contexto sentimental al estilo hermético lezamiano, aunque no deja de ser divertido escuchar en boca de Lezama, la descripción de las carencias, editado en México y en España. En España lo editó Verbum, con prólogo y comentarios de José Triana.

Las Cartas a Eloísa las leí más tarde, gracias a una persona muy cercana a mí que pudo comprar el libro en el extranjero. Yo había quedado sumamente prendada de la obra lezamiana, porque en medio de un lenguaje de reminiscencia y resonancias gongorianas, de súbito aparecía un verso donde se magnificaba “la cintura de avispa”, o “de la avispa”, con aquel “deseoso es aquel que huye de su madre”, o con los versos a “Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo”, o con la descripción del juego de yaquis, en las primeras páginas de Paradiso, donde Lezama describe, con la intensidad y profundidad poética que lo caracterizaba, cómo en las figuras que formaban los yaquis al ser tirados en el suelo, advirtieron él y su hermana, o él, fue quien primero se percató de una extraña visión, la del rostro del padre. Captar y trasmitir eso en una narración fue lo que me abrió un mundo, a las lecturas del Curso Délfico, al universo lezamiano, en el que el lector queda atrapado para toda la vida.

María Luisa siempre recalcaba que Lezama había adorado a sus padres, que sentía predilección por su madre, Rosa Lima de Lezama, que su pérdida había hundido aún más a Lezama en una soledad elegida para la literatura, y que después fue peor, con la separación de su hermana, por la que sentía no solamente el cariño natural entre hermanos, sino además, una profunda admiración, frente a su inteligencia, ante su bondad y firmeza. Eloísa Lezama Lima, del mismo modo, jamás pudo ser de otro modo. No sólo quería a su hermano, admiraba, y yo diría que veneraba, la obra de su hermano. La prueba es que por ella se batió hasta el final de su vida. ¿Por qué hubo de batirse? No sólo por salvarla de las garras de la dictadura castrista, que mucho provecho ha sacado del José Lezama Lima muerto, y de su obra; además de no permitir que las interpretaciones fatuas de la obra del gran poeta y novelista cubano se propagaran, contaminando la obra con los sinsentidos que le han querido otorgar póstumamente. Lezama es un autor al que todo el mundo quiere aspirar, pero no todo el mundo puede abarcar. Su inmenso magnetismo está en el misterio que entraña esa poderosa obra, un misterio del lenguaje, de su construcción, tejido como un tapiz medioeval, y de una densidad filosófica, pascaliana, y casaliana, que va de Pascal a Julián del Casal, y a la inversa, siempre a través del pensamiento poético.

No conocí personalmente a Eloísa Lezama Lima. Sólo hablé con ella por teléfono –fue José Triana quien me dio el número-. Sucedió a raíz de haber leído Una familia habanera, donde la escritora Eloísa Lezama Lima, narra la relación familiar no únicamente entre la obra de su hermano y cada uno de los miembros de la familia, además, arpegia la armonía que existió entre ellos, antes de que el dolor de la pérdida y de la separación hundiera a Lezama en el ostracismo, potenciado y aumentado por la política.

Guardo muy buenos recuerdos de esas breves conversaciones telefónicas, siempre la voz cálida de una señora amable, de una dama cubana de las de antes, sencilla, y a la vez brillante, incluso divertida. Hoy, cuando supe de su muerte, me entró un agudo vacío en el pecho. Se va acabando lo mejor de nuestro país, pensé. Abrí mi viejo libro de Oppiano Licario y leí, al azar:

“Pero Io es en mí el Eco de Licario, es decir, de la familia de la que se negó a engendrar con Júpiter una imagen, mi yo es un doble, un doble infuso que intenta lo mismo que Licario por la dirita via. Licario necesitaba una gigantesca sustitución, un contrapunto magnus, que devolvía naturalizado, convertido en naturaleza, un nuevo nacimiento causal, buscando licárimente una ambivalencia verbal entre la vida y la muerte. Se llevó el índice a los labios y dijo –Por ahora, ya no más Ynaca Eco Licario, ahora Ecohé que remedaba la mágica palabra que soplaba al hombre como un sin sentido que todos descubriésemos de súbito. Ahora Margaret y Lucía vamos a reojar París. Digo reojar para sugerir una doble visión de nuestro paseo. Vamos a ver qué podemos encontrar por las calles que nos hagan repensar y soñar de nuevo a la Orplid, las ciudades que hay que reconstruir.”

Eloísa Lezama Lima acaba de fallecer, en Miami, que en paz descanse. Mis condolencias a su hijo, familia, y amigos.

domingo, 21 de marzo de 2010

“La clave de su obra es la metafísica”

En un reportaje concedido poco antes de su muerte, Rohmer reflexiona sobre el libro que junto a Chabrol dedicaron a Hitchcock, cuando nadie lo tomaba en serio. La edición de Manantial es la primera en castellano.

Por Antoine de Baecque

–¿Qué representaba Hitchcock para usted a mediados de los cincuenta, cuando se puso a escribir ese ensayo?

–Hitchcock encarnaba una de mis ideas más preciadas: la de que el cine se organiza como una forma en el espacio, una forma que es la ilustración de una idea secreta, oculta, que determina toda la obra. Al hablar de mí, pienso que represento también el punto de vista de Claude Chabrol, con quien escribimos ese librito en 1957, y en general el del grupo que defendía a Hitchcock en Cahiers du cinéma.

–En el caso de Hitchcock, ¿cuál era esa idea oculta, esa clave secreta de la obra?

–La metafísica. Y esto era admirable. Ya no sé quién de nosotros lanzó la palabra. ¿Chabrol? Seguro que Chabrol, por entonces el más metafísico de los dos... Estoy plenamente de acuerdo con esto, y lo estoy cada vez más al ver de nuevo ciertos films. Y pienso que el mismo Hitchcock estaba de acuerdo con esta idea: su originalidad metafísica se afirmó a través de su obra, y seguramente tuvo en cuenta nuestra interpretación cuando quiso llegar más lejos todavía en esa dirección, como en un juego de develamiento. Estoy persuadido de que un filme como The Wrong Man (El hombre equivocado) fue realizado para nosotros, para mostrarnos que teníamos razón al ahondar en esa interpretación metafísica de Hitchcock. Ahí está nuestra principal victoria: Hitchcock mismo reconoce la legitimidad de nuestra lectura de sus films, y la tiene en cuenta en la evolución de su obra. Es un ejemplo de diálogo entre la creación y la crítica.

–¿La idea era aceptada en esta época?

–Cuando la expusimos, era muy provocativa. Chocaba, hacía reír o al menos sonreír a nuestros colegas. Después, creo que se volvió una lectura común. Hoy es una idea bastante compartida. Sin embargo, nos costó hacerla admitir. Hay que señalar que, a comienzos de los cincuenta, Hitchcock casi no es tenido en cuenta por la crítica. Puede parecer extraño pues hace mucho que forma parte del panteón del cine, pero la crítica de entonces sólo admitía, entre las películas serias, dos films de Hitchcock: The Thirty-Nine Steps (Los 39 escalones), film inglés de 1935, y Shadow of a Doubt (La sombra de una duda), una de las primeras películas norteamericanas, rodada en 1943. Georges Sadoul escribía, por ejemplo: Hitchcock no vale nada, lo único que cuenta, y aun así, es La sombra de una duda.

–Y para usted, ¿cuándo Hitchcock pasó a ser tan importante?

–Debo decir que al principio yo mismo era un poco escéptico, severo y distante inclusive, sobre todo con Notorious (1946) (Tuyo es mi corazón). Sin duda a causa de Bresson, que era entonces mi gran autor y del que yo admiraba por encima de todo Les dames du Bois de Boulogne (1945) (Las damas del bosque de Boulogne). Me parecía que Hitchcock no llegaba lo suficientemente lejos, que no tomaba la suficiente distancia respecto de la anécdota. Lo cual es evidentemente injusto, pues en cierto modo yo exigía que Hitchcock hiciese los mismos films que Bresson; y paradójico, pues ahora pienso justo lo contrario: creo profundamente que la grandeza de Hitchcock está en que vaya tan lejos con lo anecdótico.

–¿Qué cosa de Hitchcock lo convirtió a su cine? ¿Hay, como en su visión de Rossellini en medio de Stromboli, un momento de revelación que lo sacude y lo convence de la grandeza de Hitchcock?

–En el caso de Hitchcock no existe revelación sino más bien un progresivo reconocimiento: la cumbre de mi admiración pasa por tres films, todos interpretados por James Stewart, lo que no debe de ser ajeno a mi adhesión por cuanto entiendo que es el actor perfecto para Hitchcock. Se trata de Rear Window (La ventana indiscreta), The Man Who Knew Too Much (En manos del destino), y Vertigo (Vértigo), realizados entre 1954 y 1958. Estas tres películas son precisamente las de la metafísica en el sentido de Platón citado por Edgar Allan Poe, y no es inocente que todo pase en Hitchcock por mediación de Poe. El tema de estos tres films es idéntico: la filosofía de Platón, o la de Kant, si lo prefiere, expuesta en el comienzo de la Crítica de la razón pura, vale decir, la estética trascendental. Son films basados en la materialización formal de una idea, donde se ha hecho visible un espacio-tiempo de la trascendencia. No son formas blandas sino formas reales, geométricas: la mirada voyeurista hacia el otro en La ventana indiscreta, el suspenso metafísico en En manos del destino, la elipsis en Vértigo...

–¿Puede dar un ejemplo concreto de esa puesta en escena metafísica?

–Existe un pasaje de En manos del destino que siempre me hace llorar, incluso hoy, cuando vuelvo a ver el film: la escena del canto de la madre. Aquí, el contraste de las dos músicas es tan admirable... Hitchcock sitúa el film en el espacio de una manera tan precisa y tan exacta que tengo entonces plenamente la sensación del tiempo que pasa y que, de manera inexorable, se marcha para no volver. Esta forma de melancolía metafísica me llega enormemente.

–Parece que otras dos películas fueron decisivas para su reconocimiento de Hitchcock: I Confess (Mi secreto me condena), de 1952, y El hombre equivocado, de 1956. Mi secreto me condena es central en su primer texto significativo sobre Hitchcock, “De trois filmes et d’une certaine école”, publicado en Cahiers du Cinéma en agosto de 1953.

–Son dos películas “serias” de Hitchcock, donde él vence a Rossellini en su propio terreno porque hace metafísica de manera más explícita, sacándola de melodramas. Son dos films importantes en la afirmación de Hitchcock por parte de nuestro pequeño grupo, y hemos escrito mucho sobre ellos, especialmente Rivette y yo sobre Mi secreto me condena, y Godard sobre El hombre equivocado, que indudablemente significó su mejor texto sobre el cine. Por lo demás, yo sigo escribiendo sobre Mi secreto me condena, pues en un prólogo a La rabouilleuse, de Balzac, comparo las dos mismas escenas, casi idénticas, en el filme y en la novela, aquella en la que el sacerdote es perseguido por la multitud en Hitchcock y aquella en la que Joseph Bridau es amenazado en Balzac. Pienso que Mi secreto me condena tuvo una gran importancia para que Hitchcock fuera reconocido en Francia. Con este film pudimos afirmar que Hitchcock no era solamente un buen realizador de policiales fáciles.

–Porque su libro sobre Hitchcock se inscribe en un contexto muy polémico...

–Es verdad. A André Bazin, por ejemplo, que era la mayor autoridad crítica de la época incluso para nosotros, no le gustaba Hitchcock. Recuerdo muy bien haber visto Strangers on a Train (1951) (Pacto siniestro) con él, y que se molestó mucho durante la proyección por el montaje rápido del film. Esto lo exasperaba. Personalmente, yo veía otra cosa en ese montaje: más bien la expresión clásica misma y la materialización de figuras geométricas que daban sentido. En el caso de Pacto siniestro, la recta y el círculo...

–¿Disentían entre ustedes respecto de estas películas en su grupo de Cahiers du Cinéma?

–No había entre nosotros una verdadera oposición con respecto a Hitchcock, sino en rigor una complementariedad que hacía que, por turno, subiéramos a primera línea en la revista o en Arts para machacar sobre la importancia de Hitchcock. No recuerdo más que una única discrepancia: Rivette no apreciaba tanto El hombre equivocado, le parecía demasiado explícito, mientras que Godard lo defendió a rajatabla. Hitchcock fue realmente para nosotros el caballito de batalla ideal de la política de autores: no era el guionista de sus filmes y había otros que hacían películas menos buenas con las mismas historias, lo que nos permitía demostrar que por lo tanto era el mejor director de cine del mundo. Y ser un autor de filmes equivalía a entrar en el panteón de los realizadores.

–Hoy, a cincuenta años de distancia, ¿Hitchcock le sigue gustando lo mismo, ve usted sus films de la misma manera?

–Tal vez existan films que me gustan menos, Mi secreto me condena y El hombre equivocado, por ejemplo. Pero no En manos del destino, que cada vez me gusta más. Es la película en la que más intensamente siento la felicidad de Hitchcock al construir: aquí todo se orienta hacia lo que va a suceder, es puro suspenso; y, en el mismo momento, consiguió tomarse tiempo de manera admirable, como un Rossellini, como un Renoir. Hitchcock sabe detenerse sobre el presente, en el presente, como un documentalista, aun cuando nada en absoluto se aparte de la intriga ni de la anécdota.

–¿Cambió entonces su visión de Hitchcock?

–Sí; ahora lo veo más como un narrador que como un formalista. Para mí está más cerca de Renoir, es un renoiriano paradójico. También sentí esto fuertemente al ver uno de sus últimos filmes, Frenzy (Frenesí), donde las calles de Londres adquieren un matiz muy Nueva Ola. Tengo una relectura renoiriana de Hitchcock, lo que puede sorprender...

–En cuanto a su libro de 1957, ¿cómo se repartieron el trabajo entre Chabrol y usted?

–Chabrol escribió sobre el período inglés y las primeras películas norteamericanas; yo, sobre los últimos filmes norteamericanos, desde Rope (Festín diabólico) hasta El hombre equivocado. A mi entender, en este pequeño libro falta un solo texto, el que escribí sobre Vértigo, “La hélice y la idea”, publicado en Cahiers du Cinéma en marzo de 1959, que sería como la exacta conclusión de mi admiración por Hitchcock. Quisiera entonces que, de aquí en más, las reediciones de este libro terminen con ese texto, aunque no haya estado en la versión original.

* Entrevista realizada el 13 de junio de 2008 e incluida en el libro publicado por la editorial Manantial.