miércoles, 22 de junio de 2011

Tres recuerdos

Mijail Gorbachov: Yo era solamente un niño. Mi padre se iba a pelear en la Segunda Guerra Mundial. Todos lo estábamos despidiendo. Fue muy emotivo. Todos estaban llorando. Justo antes de irse, mi padre me compró un helado. Venía en una taza de aluminio. Todavía recuerdo el gusto de ese helado.

Dick Van Dyke: Todos llamaban “Cookie” a mi padre. Nadie sabía su nombre verdadero. Hay una foto mía cuando era niño en un parque, para el picnic del 4 de julio. La mesa estaba puesta para la ensalada de papas y de repente empezó a llover torrencialmente. Todo el mundo salió corriendo al auto –salvo mi papá–. Se sentó ahí y comió bajo la lluvia, chorreando, solo por el placer de hacerlo.

James Caan: Nunca vi llorar a mi padre. Mi hijo me ha visto llorar. Mi padre nunca me dijo que me amaba y en consecuencia yo le digo a Scott que lo amo cada minuto. El punto es que voy a cometer menos errores que mi padre, mis hijos con suerte cometerán menos errores que yo y sus hijos cometerán menos errores que sus padres. Y uno de estos días criaremos al perfecto Caan.


domingo, 5 de junio de 2011

Cómo decir poesía Por Leonard Cohen

Por ejemplo la palabra “mariposa”. Para usar esta palabra no hace falta aligerar la voz, ni dotarla de pequeñas alas empolvadas, ni inventar un día soleado o un campo de narcisos, ni estar enamorado, ni estar enamorado de las mariposas. La palabra “mariposa” no es una mariposa de verdad. Está la palabra y está la mariposa. La gente tendrá todo el derecho a reírse de ti si confundes estos dos conceptos. No le des tanta importancia a la palabra. ¿Qué quieres transmitir, que amas a las mariposas con más perfección que nadie o que entiendes realmente su naturaleza? La palabra “mariposa” no es más que un dato. No te da pie a revolotear, elevarte, proteger las flores, simbolizar la belleza y la fragilidad o interpretar de alguna forma a una mariposa. No representes las palabras. No representes nunca las palabras. No intentes nunca despegar del suelo cuando hables de volar, ni gires la cabeza y cierres los ojos cuando hables de la muerte. No me mires con ojos ardientes cuando hables del amor. Si quieres impresionarme al hablar del amor, métete la mano en el bolsillo o debajo del vestido y acaríciate. Si tu ambición y tu hambre de aplausos te han llevado a hablar del amor, debes aprender a hacerlo sin desacreditarte a ti mismo ni lo que dices.