viernes, 30 de enero de 2009

W.

“Un diablito con sombrero blanco”: cinco palabas. Con esa descripción, Laura, la linda bibliotecaria da en el clavo y abre las puertas de su propio futuro. Su porvenir, por supuesto, está en la Casa Blanca (Bushington, D. C.), cuando el diablito con sombrero blanco, el hijo de su papi y su mami, el idiota, el buenoparanada, el glotón, el alcohólico, el político fracasado que tiene al frente, llegue a ser elegido presidente de los Estados Unidos de América. Y millones de idiotas lo elegirán…
W., la película del Oliver Stone (2008) sobre el cuadragésimo tercer mandatario de los norteamericanos se inscribe -cómo no- en sus célebres coordenadas vulgares y patéticas (W., el malo, Jeb, el bueno; Cheney, el malo, Powell, el bueno, etc.) a las que nos tiene acostumbrados este director desde los tiempos de “JFK” y “Nixon”, para no mencionar “Platoon” o “Salvador”. De eso se trata todo: rayar en lo absurdo, rezar God bless America mientras bombardean Irak y convertir en un ser humano a W. para que no todo el mundo lo juzgue mal.
Que un director haga lo imposible para que su Bush sea menos malo de lo que fue en realidad es ciertamente imperdonable. Pero, bueno, estamos hablando de Stone. Con él todo es exagerado: las bolas de beisbol, una vez lanzadas, nunca caen del cielo...