miércoles, 21 de enero de 2009

Elizabeth Alexander dixit

Cada día hacemos lo que tenemos que hacer, caminamos y pasamos al que va junto a nosotros, algunas veces miramos en los ojos de los demás, y otras no, casi a punto de hablar o hablando. Todo lo que tiene que ver con nosotros es ruido. Todo lo que tiene que ver con nosotros es ruido y zarzal, espina y estruendo, cada uno de nuestros ancestros reside en la lengua que hablamos. Alguien está cosiendo un dobladillo, arreglando un agujero de algún uniforme, parchando una llanta, reparando las cosas que necesitan ser reparadas.
Alguien trata de hacer música en algún lugar con un par de cucharas de madera en un bote de aceite que hace las veces de tambor, con un cello, un tocadiscos, una armónica, una voz. Una mujer y su hijo esperan el autobús. Un agricultor considera el cambiante cielo; un maestro dice, “saquen sus lápices y empiecen.” Nos encontramos unos a otros en palabras, palabras espinosas o lisas, en susurro o en declamación; palabras para considerar, y reconsiderar.
Cruzamos caminos de tierra y avenidas que marcan la voluntad de alguno y después otros que dicen: “Necesito ver qué hay del otro lado; sé que hay algo mejor más adelante.”
Necesitamos encontrar un lugar en donde sentirnos seguros. Caminamos hacia lo que todavía no podemos ver. Puesto en palabras simples, muchos han muerto para que este día ocurriera.
Canto los nombres de los muertos que nos han traído aquí, quienes alinearon las vías de los trenes, levantaron los puentes, recogieron el algodón y las lechugas, construyeron ladrillo a ladrillo los flamantes edificios que luego mantendrán limpios cuando trabajen dentro de ellos. Esta es una canción de alabanza por la lucha; una canción de alabanza por el día. Una canción de alabanza por cada señal manuscrita; por el trabajo que hay detrás de cada mesa puesta. Algunos viven con el precepto: “Ama a tu vecino como a tí mismo”
Otros por el de no hacer daño, o no tomar más de lo que es necesario.
¿Qué pasaría si la palabra más poderosa fuese amor?
Amor más allá del amor marital, filial o nacional. Amor que proyecta una ensanchada aura de luz. Amor que no tiene necesidad de defenderse anticipadamente ante la pérdida. En la brillante chispa que relumbra, este aire de invierno, todo puede ser creado, cada frase, puede comenzar. En el borde, en el margen, en la cúspide esta canción de alabanza es para caminar directo hacia esa luz.