Omitir palabras innecesarias. Nada de trucos baratos.
De pronto, todo se volvió “claro” para ti; no para mí. “Ningún hierro puede penetrar el corazón con tanta fuerza como un punto colocado en el sitio preciso”, repetías hasta la saciedad.
“Hubiera tenido tiempo”, lo tuviste; lo tuve.
El amor, el deseo; atisbado.
La guerra nos unió, superó nuestras diferencias. De repente, apuntábamos el arma hacia el mismo lado. Pero es inútil, sobre todo insistir.
Tu madre preguntó si todo “estaba bien”. Tu madre, que jamás quiso a otra persona y que jamás tuvo un orgasmo.