Decíanse hermanos, lo eran. El uno, de izquierda, el otro de derecha. Ambos hijos del populismo y la demagogia. Siendo tan diferentes, cuando se encontraban, y lo hacían a menudo, parecían hermanos. No lo eran: el uno escribía con la izquierda, el otro con la derecha. Ambos hijos del parloteo y la ambición. Un día las máscaras cayeron. Entonces dejaron de ser lo que eran y mostraron su rostro verdadero. Ambos hijos del mesianismo y la corrupción. Fascistas eran y son, el uno de izquierda, el otro de derecha.
¡Pobre Venezuela, pobre Colombia, pobres países en manos de estos dos payasos!
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