“Una de las experiencias que más recuerdo es la de Danilo Ayala, que fue secuestrado por las FARC. A los seis meses de cautiverio, Ayala intentó matarse tirándose a un abismo. Se salvó. Luego se arrojó desde lo alto a un río caudaloso. Lo rescataron. Finalmente, intentó robar un fusil para suicidarse y la guerrilla decidió encerrarlo en una tapera de un metro por uno, cubierta por una empalizada. Alrededor de la medianoche, Ayala llamó a un guardia y le reveló dónde escondía sus ahorros, pidiéndole que a cambio del dato le pegara un tiro. El guerrillero lo miró un rato y estiró el brazo. En la mano tenía una radio. “Creo que esto es lo que necesitas”, masculló. Hoyos relata con orgullo lo que sucedió después. A minutos de haber encendido el aparato, Ayala oyó a su esposa por el parlante. Como una magia, ahí estaba la voz de su mujer, rogándole que se cuidara, que lo quería de vuelta. Su actitud cambió por completo y cuando lo liberaron varios meses después, una de las primeras cosas que hizo Ayala fue ir a visitar a Hoyos. “Llegó harapiento, oliendo a monte. Me abrazaba llorando, diciendo que le había salvado la vida. Eso es más grande que cualquier título o premio internacional. Son condecoraciones que uno cuelga en el alma.”
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