3 de marzo de 2000. Charly García está en el noveno piso de un hotel en Mendoza, Argentina. Tras una discusión, salta desde el balcón, cae veinte metros y acuatiza en la piscina. Las cámaras, que no faltan nunca y en ninguna parte, van a buscarlo hasta la escalera de la piscina (sí, en Argentina las cámaras tienen vida propia). Ahí está Charly, se acomoda el pelo, dice que la experiencia le gusta, repite: “Yo no digo que voy a saltar; yo voy y salto”.
Y saltó.