En la que va a ser su obra definitiva, Slavoj Zizek pretende poner en relación a Hegel con el cristianismo. "Para ellos, lo que ocurre de verdad es que Dios muere en la cruz y que nos ha dejado solos, y que por eso no queda más remedio que vivir en una comunidad igualitaria. Ya no existe un Dios en las alturas al que exigirle cuentas, vivimos ya en el desorden y lo que vaya a pasar es asunto nuestro". Por si las cosas fueran a tergiversarse, Zizek se confiesa de inmediato ateo y reniega de un Papa, como Juan Pablo II, al que le gustaban los numeritos paganos de "una Virgen ascendiendo a las alturas y cosas por el estilo". Y añade: "El ateísmo hoy pasa por los caminos del cristianismo. No por ese ateísmo hedonista que se ha convertido en una obligación".
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