Sos buchón por Luciano Piazza
Una de las consecuencias estéticas más notables de la expresión narco se da en la literatura y su afecto por el género testimonial apócrifo. Fue inaugurado por Mi confesión, de Carlos Castaño, donde el jefe paramilitar revisa sus numerosos crímenes y los justifica por el ideal de una Colombia libre de la subversión. Virginia Vallejo, figura mediática y amante de Pablo Escobar, marcaría un hito con Amando a Pablo, odiando a Escobar, libro en el cual logra involucrar al recientemente liberado por la Justicia Alberto Santofimio Botero, ex ministro de Justicia y candidato presidencial, por haber encomendado a Escobar el asesinato de Luis Carlos Galán, el otro candidato presidencial en 1989. Los relatos sobre los secretos más íntimos del cartel de Cali los escribió Rodríguez Mondragón, el hijo del capo narco. Con sus libros nos enteramos de que el Cartel de Cali sobornó a la selección peruana de fútbol para ayudar a la de Argentina en el Mundial del ‘78, comprometió a Falcioni y Careca por consumo de sustancias prohibidas y mencionó la amistad entre Maradona y su tío, el otro capo de Cali. El producto más reciente de las confesiones de mentes peligrosas ha sido El cartel de los sapos, escrito por el narco arrepentido Andrés López López. El mismo convirtió su libro en guión para lograr la serie televisiva El cartel. La popularidad de la serie convirtió su versión de los hechos en la historia secreta del narcotráfico. La serie y el libro cuentan la trama secreta de los vínculos entre narcos, paramilitares y la policía nacional. Así fue como el impopular Cartel del Norte del Valle cobró nuevas dimensiones y generó nuevas figuras que hoy pertenecen al panteón de los narcos.
Los últimos quince años del narcotráfico estuvieron marcados por la ausencia de Pablo Escobar, el gran patrón. Su reputación goza de fama mundial y, con su asesinato, se cristalizó la imagen de narco latino que aún perdura. Cuando murió en 1993 dejó una tradición violenta y traicionera, inmortalizó el narc-decó y acuñó una frase que marcó a su generación de capos: “Prefiero una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”. Fieles al modelo del Patrón, los narcos que quedaron al mando se entregaron a la Justicia colombiana para evitar la extradición a Estados Unidos y vivir durante años en sus cárceles de lujo. Junto con ellos llegó al poder una nueva generación de narcos, que intensificó el negocio y las enemistades. Pero cuando la guerra entre carteles se endureció, los jóvenes empezaron a mirar a Estados Unidos con más cariño, buscando hacer nuevos negocios: información a cambio de condena. López pinta con mucha claridad la nueva imagen del narco latino: “Los narcos, en desbandada, llegando a las cortes americanas, listos a denunciar a sus ex aliados para intentar su ingreso al más sólido de los carteles: el de los sapos”. Los sapos son los delatores, soplones, traidores; los que cantan a la DEA a cambio de la reducción de sus condenas.
El éxito de la serie convirtió al narco-escritor López, alias “Florecita”, en el más popular de los últimos tiempos. En la televisión está camuflado por el nombre de Martín González, alias “Fresita”. Sus comienzos en el negocio como protegido del gran Henao, sus intentos por retirarse ileso y sus romances con modelos tan conocidas como Natalia Paris ya son parte del saber popular de los colombianos. En 2001, se entregó a la DEA y consiguió rebajar su condena a dos años. Por supuesto, su popularidad principalmente radica en el hecho de ser el que publicó la historia secreta. Mientras estaba en la cárcel, escribió con nombre y apellido lo que hasta ese entonces eran especulaciones entre los colombianos. En marzo de este año publicó el testimonio, pero recién en junio, cuando se estrenó la serie en Colombia, se desató la polémica.
Muchos de los narcos que llegaban a las noticias, por muerte o extradición, eran apenas conocidos por el público. Con la historia de El cartel de los sapos finalmente se dio a luz a uno de los más grandes capos que siguió a Escobar: Orlando Henao, del Cartel del Norte del Valle. En silencio, sin que los medios lo detectaran, logró convertirse en uno de los hombres más poderosos y más crueles de Colombia. Cuando lo asesinaron adentro de la cárcel apenas se sabía en los medios de su importancia. Hoy, entre la serie y el libro, se armó un retrató más pesado de Henao: un narco más temido que el propio Escobar. La historia de El cartel permitió unir todos los hilos sueltos y conocer los detalles de las alianzas y traiciones.
Cuando la serie salió al aire, muchos sintieron que la historia se estaba contando desde los bandidos. El primero en levantar la voz fue el actual jefe de la policía de Colombia, Oscar Naranjo. Enfurecido después de ver el primer capítulo, se despachó con un texto en uno de los principales diarios de Colombia, en el que subraya la subjetividad de la serie, recuerda la imparcialidad del relato y acusa de glorificar a los narcos y ridiculizar al Estado. El golpe duro que la serie le dio a la institución es el polémico personaje del comandante Ramiro Gutiérrez, nombre que esconde al coronel de la policía Danilo González. La dramatización de lo que fue hasta entonces la prestigiosa “Operación Milenio” es uno de los ejes de la polémica. La versión oficial había vendido la operación como el golpe al narcotráfico más grande de todos los tiempos. Estados Unidos compró. En cambio la serie lo muestra a González protegiendo a los patrones del Cartel del Norte del Valle y entregando a treinta narcos de medio pelo, inflados por la institución y los medios. La ofensa que sintió la policía fue proporcional al creciente rating de la serie.
La mayoría de los sapos fueron asesinados o extraditados. Personajes como “El Chupeta” –”Pirulito”– en la serie ya gozaban de fama previa por la excentricidad de su detención. Gracias a un sapo de sus filas, se supo que se encontraba en Brasil y que se había modificado el rostro con cirugía. Otros personajes que pasaron desapercibidos por los noticieros en el último año se transformaron en nuevos iconos. El caso de “El Médico”, un cirujano devenido en narco que convencía a los capos de entregar información, y un par de millones, a cambio de inmunidad. En la serie lograron armar un personaje muy carismático, que bajo el alias de “Anestesia” se ganó el lugar del favorito de los fans. El arreglo era una estafa en la que él mismo cayó. Y así la lista se extiende en medio de un culebrón al que se le ven las costuras, y que naturalmente heredó el público de Sin tetas no hay Paraíso. Pese al malestar oficial, El cartel... humanizó a los recios narcos que también lloran en sus mansiones repletas de hermosas caribeñas de bisturí.
Una de las consecuencias estéticas más notables de la expresión narco se da en la literatura y su afecto por el género testimonial apócrifo. Fue inaugurado por Mi confesión, de Carlos Castaño, donde el jefe paramilitar revisa sus numerosos crímenes y los justifica por el ideal de una Colombia libre de la subversión. Virginia Vallejo, figura mediática y amante de Pablo Escobar, marcaría un hito con Amando a Pablo, odiando a Escobar, libro en el cual logra involucrar al recientemente liberado por la Justicia Alberto Santofimio Botero, ex ministro de Justicia y candidato presidencial, por haber encomendado a Escobar el asesinato de Luis Carlos Galán, el otro candidato presidencial en 1989. Los relatos sobre los secretos más íntimos del cartel de Cali los escribió Rodríguez Mondragón, el hijo del capo narco. Con sus libros nos enteramos de que el Cartel de Cali sobornó a la selección peruana de fútbol para ayudar a la de Argentina en el Mundial del ‘78, comprometió a Falcioni y Careca por consumo de sustancias prohibidas y mencionó la amistad entre Maradona y su tío, el otro capo de Cali. El producto más reciente de las confesiones de mentes peligrosas ha sido El cartel de los sapos, escrito por el narco arrepentido Andrés López López. El mismo convirtió su libro en guión para lograr la serie televisiva El cartel. La popularidad de la serie convirtió su versión de los hechos en la historia secreta del narcotráfico. La serie y el libro cuentan la trama secreta de los vínculos entre narcos, paramilitares y la policía nacional. Así fue como el impopular Cartel del Norte del Valle cobró nuevas dimensiones y generó nuevas figuras que hoy pertenecen al panteón de los narcos.
Los últimos quince años del narcotráfico estuvieron marcados por la ausencia de Pablo Escobar, el gran patrón. Su reputación goza de fama mundial y, con su asesinato, se cristalizó la imagen de narco latino que aún perdura. Cuando murió en 1993 dejó una tradición violenta y traicionera, inmortalizó el narc-decó y acuñó una frase que marcó a su generación de capos: “Prefiero una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”. Fieles al modelo del Patrón, los narcos que quedaron al mando se entregaron a la Justicia colombiana para evitar la extradición a Estados Unidos y vivir durante años en sus cárceles de lujo. Junto con ellos llegó al poder una nueva generación de narcos, que intensificó el negocio y las enemistades. Pero cuando la guerra entre carteles se endureció, los jóvenes empezaron a mirar a Estados Unidos con más cariño, buscando hacer nuevos negocios: información a cambio de condena. López pinta con mucha claridad la nueva imagen del narco latino: “Los narcos, en desbandada, llegando a las cortes americanas, listos a denunciar a sus ex aliados para intentar su ingreso al más sólido de los carteles: el de los sapos”. Los sapos son los delatores, soplones, traidores; los que cantan a la DEA a cambio de la reducción de sus condenas.
El éxito de la serie convirtió al narco-escritor López, alias “Florecita”, en el más popular de los últimos tiempos. En la televisión está camuflado por el nombre de Martín González, alias “Fresita”. Sus comienzos en el negocio como protegido del gran Henao, sus intentos por retirarse ileso y sus romances con modelos tan conocidas como Natalia Paris ya son parte del saber popular de los colombianos. En 2001, se entregó a la DEA y consiguió rebajar su condena a dos años. Por supuesto, su popularidad principalmente radica en el hecho de ser el que publicó la historia secreta. Mientras estaba en la cárcel, escribió con nombre y apellido lo que hasta ese entonces eran especulaciones entre los colombianos. En marzo de este año publicó el testimonio, pero recién en junio, cuando se estrenó la serie en Colombia, se desató la polémica.
Muchos de los narcos que llegaban a las noticias, por muerte o extradición, eran apenas conocidos por el público. Con la historia de El cartel de los sapos finalmente se dio a luz a uno de los más grandes capos que siguió a Escobar: Orlando Henao, del Cartel del Norte del Valle. En silencio, sin que los medios lo detectaran, logró convertirse en uno de los hombres más poderosos y más crueles de Colombia. Cuando lo asesinaron adentro de la cárcel apenas se sabía en los medios de su importancia. Hoy, entre la serie y el libro, se armó un retrató más pesado de Henao: un narco más temido que el propio Escobar. La historia de El cartel permitió unir todos los hilos sueltos y conocer los detalles de las alianzas y traiciones.
Cuando la serie salió al aire, muchos sintieron que la historia se estaba contando desde los bandidos. El primero en levantar la voz fue el actual jefe de la policía de Colombia, Oscar Naranjo. Enfurecido después de ver el primer capítulo, se despachó con un texto en uno de los principales diarios de Colombia, en el que subraya la subjetividad de la serie, recuerda la imparcialidad del relato y acusa de glorificar a los narcos y ridiculizar al Estado. El golpe duro que la serie le dio a la institución es el polémico personaje del comandante Ramiro Gutiérrez, nombre que esconde al coronel de la policía Danilo González. La dramatización de lo que fue hasta entonces la prestigiosa “Operación Milenio” es uno de los ejes de la polémica. La versión oficial había vendido la operación como el golpe al narcotráfico más grande de todos los tiempos. Estados Unidos compró. En cambio la serie lo muestra a González protegiendo a los patrones del Cartel del Norte del Valle y entregando a treinta narcos de medio pelo, inflados por la institución y los medios. La ofensa que sintió la policía fue proporcional al creciente rating de la serie.
La mayoría de los sapos fueron asesinados o extraditados. Personajes como “El Chupeta” –”Pirulito”– en la serie ya gozaban de fama previa por la excentricidad de su detención. Gracias a un sapo de sus filas, se supo que se encontraba en Brasil y que se había modificado el rostro con cirugía. Otros personajes que pasaron desapercibidos por los noticieros en el último año se transformaron en nuevos iconos. El caso de “El Médico”, un cirujano devenido en narco que convencía a los capos de entregar información, y un par de millones, a cambio de inmunidad. En la serie lograron armar un personaje muy carismático, que bajo el alias de “Anestesia” se ganó el lugar del favorito de los fans. El arreglo era una estafa en la que él mismo cayó. Y así la lista se extiende en medio de un culebrón al que se le ven las costuras, y que naturalmente heredó el público de Sin tetas no hay Paraíso. Pese al malestar oficial, El cartel... humanizó a los recios narcos que también lloran en sus mansiones repletas de hermosas caribeñas de bisturí.