Íngrid Betancourt le narró a Benedicto XVI durante casi media hora sus "experiencias espirituales" vividas en el cautiverio en un encuentro en la residencia papal de Castelgandolfo. Íngrid relató que "después de una larga jornada caminando por la selva", encendió el radio y escuchó la voz de Benedicto XVI diciendo mi nombre. "Tuvo un enorme efecto psicológico", contó. Por ello, cuando llegó la ansiada liberación, Betancourt estaba deseando "ver y abrazar al Pontífice". Esta emoción provocó que durante el encuentro de ayer se saltara el protocolo vaticano y se echara a los brazos del Papa.