Ni aunque me dotaras con la lengua
Y el tacto del Rey Salomón,
Ni aunque me dictaras un bello Cantar
Que abreve en labios de alguna moabita,
Ni recibiendo en dádiva a la hija del Faraón,
Ni por un caballo negro
Que chapote en la lluvia
Y piafe bajo un cielo de olivos
Ni por la dignidad del viento
O de un gran señor en las viñas del Baal,
Ni a cambio de un próspero comercio
De toneles de vino y de bosques de olor,
Lograré entender, Señor,
Que la lengua de John Donne,
En la misma de tu hijo William Blake,
Se sigan ordenando las matanzas.