
Vano intento por cantar en español el mejor verso de Dylan: “The ghost of electricity howls in the bones of her face” (“El fantasma de la electricidad aúlla en los huesos de su rostro”), periodismo de escritorio, caspa narrativa, literatura para leer en los paraderos, radio pirata & portátil, discos rayados, consejos para llegar a La Nada, comentarios varios, digresiones en orden alfabético, abrazos, besos; el último que salga, que cierre la puerta y apague la luz.
domingo, 31 de mayo de 2009
Terry Gilliam dixit

miércoles, 27 de mayo de 2009
domingo, 24 de mayo de 2009
Tropic thunder

Cuando decir algo era decir algo

Tres historias de cronopios por Julio Cortázar

Un pobre cronopio va en su automóvil y al llegar a una esquina le fallan los frenos y choca contra otro auto. Un vigilante se acerca terriblemente y saca una libreta con tapas azules.
-¿No sabe manejar, usted? -grita el vigilante.
El cronopio lo mira un momento, y luego pregunta:
-¿Usted quién es?
El vigilante se queda duro, echa una ojeada a su uniforme como para convencerse de que no hay error.
-¿Cómo que quién soy? ¿No ve quién soy?
-Yo veo un uniforme de vigilante -explica el cronopio muy afligido-. Usted está dentro del uniforme pero el uniforme no me dice quién es usted.
El vigilante levanta la mano para pegarle, pero en la mano tiene la libreta y en la otra mano el lápiz, de manera que no le pega y se va adelante a copiar el número de la chapa. El cronopio está muy afligido y quisiera no haber chocado, porque ahora le seguirán haciendo preguntas y él no podrá contestarlas ya que no sabe quién se las hace y entre desconocidos uno no puede entenderse.
Almuerzos
En el restaurante de los cronopios pasan estas cosas, a saber que un fama pide con gran concentración un bife con papas fritas, y se queda deunapieza cuando el cronopio camarero le pregunta cuántas papas fritas quiere.
-¿Cómo cuántas? -vocifera el fama-. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!
-Es que aquí las servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho -explica el cronopio.
El fama medita un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:
-Vea, mi amigo, váyase al carajo.
Para inmensa sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.
En el restaurante de los cronopios pasan estas cosas, a saber que un fama pide con gran concentración un bife con papas fritas, y se queda deunapieza cuando el cronopio camarero le pregunta cuántas papas fritas quiere.
-¿Cómo cuántas? -vocifera el fama-. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!
-Es que aquí las servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho -explica el cronopio.
El fama medita un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:
-Vea, mi amigo, váyase al carajo.
Para inmensa sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.
'Never stop the press'
Un fama trabajaba tanto en el ramo de la yerba mate que-no-le-quedaba-tiempo-
para-nada. Así este fama languidecía por momentos, y alzando-los-ojos-al-cielo exclamaba con frecuencia: "¡Cuán sufro! ¡Soy la víctima del trabajo, y aunque ejemplo de laboriosidad, mi-vida-es-un-martirio!".
Enterado de su congoja, una esperanza que trabajaba de mecanógrafo en el despacho del fama se permitió dirigirse al fama, diciéndole así:
-Buenas salenas fama fama. Si usted incomunicado causa trabajo, yo solución bolsillo izquierdo saco ahora mismo.
El fama, con la amabilidad característica de su raza, frunció las cejas y estiró la mano. ¡Oh milagro! Entre sus dedos quedó enredado el mundo y el fama ya no tuvo motivos para quejarse de su suerte. Todas las mañanas venía la esperanza con una nueva ración de milagro y el fama, instalado en su sillón, recibía una declaración de guerra, y/o una declaración de paz, un buen crimen, una vista escogida del Tirol y/o de Bariloche y/o de Porto Alegre, una novedad en motores, un discurso, una foto de una actriz y/o de un actor, etc. Todo lo cual le costaba diez guitas, que no es mucha plata para comprarse el mundo.
sábado, 23 de mayo de 2009
Elegy

He de ser sincero: Cruz está muchísimo mejor aquí que en la horrible V.C.B. de Woody Allen y Kingsley, de veras, es capaz de llorar y guardarse lágrimas. El problema aquí es otro: la obsesión por el paso del tiempo, la decandencia y la vejez hubieran podido llegar a ser creíbles si Coixet hubiera contratado a seres de carne y hueso, mortales entre los pobres mortales que por aquí rodamos. Pero escogió a dos estampas salidas de un gimnasio: Kingsley y Patricia Clarkson. Y si eso es envejecer, si eso es temer al paso del tiempo, si eso es preocuparse por lo que pudo ser y nunca fue, apaga y vámonos.
miércoles, 20 de mayo de 2009
Rodrigo Fresán habla de Antonio Vega

La chica de ayer es, también, el título de la serie de TV recién estrenada –versión española de la británica Life On Mars– donde la canción de Vega suplanta a la canción de Bowie como leit-motiv sónico-temporal y mantra que te devuelve al pasado, que te obliga a hacer memoria y, sí, a comprarte el casi instantáneo grandes éxitos que salió a la venta apenas cuatro días después de un fin que no es final."
martes, 19 de mayo de 2009
Juan Manuel Roca, premio Casa de las Américas de Poesía Americana 2009
Ni aunque me dotaras con la lengua
Y el tacto del Rey Salomón,
Ni aunque me dictaras un bello Cantar
Que abreve en labios de alguna moabita,
Ni recibiendo en dádiva a la hija del Faraón,
Ni por un caballo negro
Que chapote en la lluvia
Y piafe bajo un cielo de olivos
Ni por la dignidad del viento
O de un gran señor en las viñas del Baal,
Ni a cambio de un próspero comercio
De toneles de vino y de bosques de olor,
Lograré entender, Señor,
Que la lengua de John Donne,
En la misma de tu hijo William Blake,
Se sigan ordenando las matanzas.
Luis Fernando Afanador dixit
"Estuve hojeando en una librería la última novela de Ángela Becerra, Ella que todo lo tuvo, ganadora del Premio Planeta Casa-América y me pareció una maravilla: el título, la carátula con una lágrima, los sendos epígrafes intelectuales para contrastar - Coetzee, Octavio Paz y Alejandra Pizarnik- no vaya a ser que la acusen de romanticismo desbordado. Y como si fuera poco, en la solapa, la increible génesis de la historia: Ángela Becerra estaba en el Harry´s Bar de Firenze -ella nunca está en cualquier sitio, en la pasada novela era Shakespeare & Company de Paris-, un día de invierno, tomándose un Dry Martini y de pronto, ¡Eureka!, entró una mujer muy especial que traslucía una gran tristreza y a partir de ahí nació la novela. Realmente genial. Se lo leí a un amigo que me acompañaba pero él, más escéptico y sibarita que yo, me dijo lapidariamente:-"¿Un Dry Martini en invierno? Esta pobre no le pega ni a los cocteles".
lunes, 18 de mayo de 2009
"Creo ciegamente en usted", dijo Borges
Por Orlando Barone
Todavía hay gente que cree que fueron diálogos imaginarios o una invención literaria y no un auténtico puente verbal que se fue anudando de mutuo acuerdo en base a un plan trazado de antemano. Las voces de Borges y Sábato grabadas en cassettes fueron volcadas en un libro, desde hace años misteriosamente desaparecido de la escena.
También hay quienes ignoran o niegan esos diálogos y quienes descreen del mutuo acercamiento de los dos escritores después de una discordia política que los separó veinte años.
Yo -permítaseme la inmodestia- soy quien inspiró y procuró ese reencuentro a partir del desinteresado pacto de "charlar espontáneamente durante varias sesiones sin tocar la política". Deliberada omisión forzada obviamente por aquel episodio que en su época fue público y cuyo motivo fue una misma y paradójica oposición de los dos hacia el primer peronismo, pero por distintos motivos.
Recuerdo aquella primera cita con Borges en la librería La Ciudad de la galería del Este, frente a la antigua casa de la calle Maipú (aquel departamente del sexto piso fue vendido a su muerte) para interesarlo en la idea del libro. Recuerdo mi temor inicial: la discordia entre ambos plagada de rumores y malicias de trastienda libresca.
Era un sábado del incipiente verano de 1974/1975; el final de una época en la que había sido posible el juego intelectual, el intercambio de ideas y boutades por el mero goce estético.
Borges, ese mediodía, lucía un impecable traje gris claro; su inseparable bastón de caoba; su semblante altivo de ciego que quiere mirar de frente aunque sabe que no puede. Sábato, la tarde anterior en el bar El Dandy ya había aprobado mi propuesta con contradictorio interés y distancia. "Vea, me advirtió quitándose los anteojos en aquel gesto nervioso de los instantes de duda. Aunque los otros días volvimos a encontrarnos con Borges, no sé si ese abrazo espontáneo y emocionado que nos dimos podrá cambiar el curso de las cosas". Se refería a un casual y todavía fresco encuentro que los había unido a ellos en la librería La Ciudad el 7 de octubre: el primero después de aquel largo desencuentro, ya que en su juventud se frecuentaban en la casa de Bioy Casares y en las de otros amigos..
La respuesta de Borges a mi propuesta literaria fue sencillamente "borgeana". Me dijo, aprobándola: "Creo ciegamente en usted".
Estaban allí, Anneliessen Von der Lippen, devota traductora de ambos y lectora de la obra de Goethe, en alemán, los sábados en la casa de Borges, y el librero Luis Alfonso, que había convertido su local en cita de la cultura de los años setenta. Enfrente, en el piso de la pintora Renee Noetinger, vecino al de Borges, realizamos varios de aquellos encuentros. Hace poco la visité y otra vez vi el comedor y las sillas estilo ingés donde nos habíamos sentado. "Está igual que antes" me dijo Renee Noetinger, para apartar mi evidente nostalgia. Hice como que le creía. Ella, feliz del recuerdo, agregó: "Hubo veces en que me divertí mucho escuchándolos. Creo aún verlos a ellos allí; Borges tomando agua o té, Sábato un vaso de whisky... En la casa de al lado la madre de Borges, de casi cien años, estaba muriéndose". Alguna vez en aquellas reuniones, la mención de la enfermedad de Leonor Acevedo de Borges había sido inevitable. Incluso en vísperas de la Navidad de aquel año 1974 Matilde Sábato la había ido a visitar y la había peinado en su cama de enferma. Todo fluía con afecto. Tanto que Borges -acaso más sensibilizado por las circunstancias- se mostró dolido cuando por razones de planes y de tiempo se decidió concluir con las sesiones. Sábato bromeando le dijo a modo de disculpa: "Pero Borges, si seguimos hablando este va a ser el diálogo eterno". Y enseguida vino la respuesta igualmente jocosa: "Bueno, pero no hace falta hablar, también podríamos encontrarnos en silencio, ¿no?". Cuando se despidieron en el umbral de la casa de Borges ninguno de los dos dijo nada. Yo acumulé doce cintas grabadas en un antiguo aparato que ya era antiguo en su época. No pocas veces el mal sonido o, sobre todo Borges con su voz agobiada, creaba dificultades de transcripción que yo iba a corregir alternativamente a la casa de cada uno de ellos.
Cierta vez Sábato quiso ampliar un párrafo que en el lenguaje coloquial quedaba incompleto: era uno referido a Dios. Entonces al despedirme en la puerta de rejas de su casa de Santos Lugares me dijo: "Por favor, cuando vaya a ver a Borges dígale que yo corrregí esa parte, léasela y que él verifique la suya. Me parece que sobre Dios él puede decir otras cosas más hondas que esa ironía del "dolor de muelas" que a mi, personalmente me parece un juego literario..."
Cuando le conté a Borges la aclaración que había hecho Sábato, se sonrió enigmáticamente pero no agregó nada de su parte. "Está bien así", dijo.
Aunque me hizo otras correciones mínimas. Sobre todo no le había gustado un exceso mío: para no repetir dos veces una frase le había puesto en su boca la palabra autoplagio. "¿Suena mal, no?", me dijo. Le confesé mi intervención y Borges continuó cortés pero inexorable: "Yo dije allí "que me plagio a mi mismo"".
Y así quedo el libro. El trabajo se concluyó a mediados de 1975 pero inexplicablemente, dado el interés que había mostrado la editorial, el libro recién salió publicado a fines de diciembre de 1976.
Y no obstante el éxito inicial -se agotaron en poco tiempo los primeros diez mil ejemplares y dos sucesivas ediciones- a partir de ahí dejó de imprimirse.
Tampoco ellos volvieron a encontrarse, salvo alguna vez, al principio del duelo por la muerte de la madre de Borges, cuando Sábato lo llamaba a aquel a su casa sabiéndolo apenado.
Una trama secretamente malévola trazó otra vez un misterioso abismo entre ellos. Yo tampoco pude hacer mucho. Hoy, al cabo de los años, rescato una porción de historia, del olvido.
También hay quienes ignoran o niegan esos diálogos y quienes descreen del mutuo acercamiento de los dos escritores después de una discordia política que los separó veinte años.
Yo -permítaseme la inmodestia- soy quien inspiró y procuró ese reencuentro a partir del desinteresado pacto de "charlar espontáneamente durante varias sesiones sin tocar la política". Deliberada omisión forzada obviamente por aquel episodio que en su época fue público y cuyo motivo fue una misma y paradójica oposición de los dos hacia el primer peronismo, pero por distintos motivos.
Recuerdo aquella primera cita con Borges en la librería La Ciudad de la galería del Este, frente a la antigua casa de la calle Maipú (aquel departamente del sexto piso fue vendido a su muerte) para interesarlo en la idea del libro. Recuerdo mi temor inicial: la discordia entre ambos plagada de rumores y malicias de trastienda libresca.
Era un sábado del incipiente verano de 1974/1975; el final de una época en la que había sido posible el juego intelectual, el intercambio de ideas y boutades por el mero goce estético.
Borges, ese mediodía, lucía un impecable traje gris claro; su inseparable bastón de caoba; su semblante altivo de ciego que quiere mirar de frente aunque sabe que no puede. Sábato, la tarde anterior en el bar El Dandy ya había aprobado mi propuesta con contradictorio interés y distancia. "Vea, me advirtió quitándose los anteojos en aquel gesto nervioso de los instantes de duda. Aunque los otros días volvimos a encontrarnos con Borges, no sé si ese abrazo espontáneo y emocionado que nos dimos podrá cambiar el curso de las cosas". Se refería a un casual y todavía fresco encuentro que los había unido a ellos en la librería La Ciudad el 7 de octubre: el primero después de aquel largo desencuentro, ya que en su juventud se frecuentaban en la casa de Bioy Casares y en las de otros amigos..
La respuesta de Borges a mi propuesta literaria fue sencillamente "borgeana". Me dijo, aprobándola: "Creo ciegamente en usted".
Estaban allí, Anneliessen Von der Lippen, devota traductora de ambos y lectora de la obra de Goethe, en alemán, los sábados en la casa de Borges, y el librero Luis Alfonso, que había convertido su local en cita de la cultura de los años setenta. Enfrente, en el piso de la pintora Renee Noetinger, vecino al de Borges, realizamos varios de aquellos encuentros. Hace poco la visité y otra vez vi el comedor y las sillas estilo ingés donde nos habíamos sentado. "Está igual que antes" me dijo Renee Noetinger, para apartar mi evidente nostalgia. Hice como que le creía. Ella, feliz del recuerdo, agregó: "Hubo veces en que me divertí mucho escuchándolos. Creo aún verlos a ellos allí; Borges tomando agua o té, Sábato un vaso de whisky... En la casa de al lado la madre de Borges, de casi cien años, estaba muriéndose". Alguna vez en aquellas reuniones, la mención de la enfermedad de Leonor Acevedo de Borges había sido inevitable. Incluso en vísperas de la Navidad de aquel año 1974 Matilde Sábato la había ido a visitar y la había peinado en su cama de enferma. Todo fluía con afecto. Tanto que Borges -acaso más sensibilizado por las circunstancias- se mostró dolido cuando por razones de planes y de tiempo se decidió concluir con las sesiones. Sábato bromeando le dijo a modo de disculpa: "Pero Borges, si seguimos hablando este va a ser el diálogo eterno". Y enseguida vino la respuesta igualmente jocosa: "Bueno, pero no hace falta hablar, también podríamos encontrarnos en silencio, ¿no?". Cuando se despidieron en el umbral de la casa de Borges ninguno de los dos dijo nada. Yo acumulé doce cintas grabadas en un antiguo aparato que ya era antiguo en su época. No pocas veces el mal sonido o, sobre todo Borges con su voz agobiada, creaba dificultades de transcripción que yo iba a corregir alternativamente a la casa de cada uno de ellos.
Cierta vez Sábato quiso ampliar un párrafo que en el lenguaje coloquial quedaba incompleto: era uno referido a Dios. Entonces al despedirme en la puerta de rejas de su casa de Santos Lugares me dijo: "Por favor, cuando vaya a ver a Borges dígale que yo corrregí esa parte, léasela y que él verifique la suya. Me parece que sobre Dios él puede decir otras cosas más hondas que esa ironía del "dolor de muelas" que a mi, personalmente me parece un juego literario..."
Cuando le conté a Borges la aclaración que había hecho Sábato, se sonrió enigmáticamente pero no agregó nada de su parte. "Está bien así", dijo.
Aunque me hizo otras correciones mínimas. Sobre todo no le había gustado un exceso mío: para no repetir dos veces una frase le había puesto en su boca la palabra autoplagio. "¿Suena mal, no?", me dijo. Le confesé mi intervención y Borges continuó cortés pero inexorable: "Yo dije allí "que me plagio a mi mismo"".
Y así quedo el libro. El trabajo se concluyó a mediados de 1975 pero inexplicablemente, dado el interés que había mostrado la editorial, el libro recién salió publicado a fines de diciembre de 1976.
Y no obstante el éxito inicial -se agotaron en poco tiempo los primeros diez mil ejemplares y dos sucesivas ediciones- a partir de ahí dejó de imprimirse.
Tampoco ellos volvieron a encontrarse, salvo alguna vez, al principio del duelo por la muerte de la madre de Borges, cuando Sábato lo llamaba a aquel a su casa sabiéndolo apenado.
Una trama secretamente malévola trazó otra vez un misterioso abismo entre ellos. Yo tampoco pude hacer mucho. Hoy, al cabo de los años, rescato una porción de historia, del olvido.
Benedittianas
Por Eduardo Galeano
"El dolor se dice callando. Pero me pregunto: ¿qué será de nuestra ciudad, sola de él? ¿qué será de Montevideo, mutilada de él? Y me pregunto: ¿qué será de nosotros, sin su bondad inexplicable?"
Por Juan Gelman
"Es indecible el dolor de su pérdida. Fue poeta, fue novelista, fue ensayista y, sobre todas las cosas, fue un hombre bueno. Nunca se doblegó ante el Poder. Su muerte deja el vacío grande que dejan los grandes. De su obra nacerán otros poetas, como él siempre quiso, y seguirá vivo en el tiempo. El ya no sufre, descansa ya."
domingo, 17 de mayo de 2009
Los hombres no lloran, los desaparecidos del Palacio de Justicia no aparecen
"-María Isabel Rueda: ¿Usted llora?
-Coronel (r.) Alfonso Plazas Vega: No. Me lo impide mi formación militar y la de mi casa. Soy un boyaco criado con el cuento de que los hombres no lloran."
José Saramago habla de Mario Benedetti

"La obra de Mario Benedetti, amigo, hermano, es sorprendente en todos los aspectos, ya sea por la extensión en la variedad de géneros que toca, ya sea por la densidad de su expresión poética como por la extrema libertad conceptual que usa. El léxico de Benedetti ha ignorado deliberadamente la supuesta existencia de palabras "poéticas" y de otras que no lo son. Para Benedetti, la lengua, toda ella, es poética. Leída desde esta perspectiva, la obra del gran poeta uruguayo se nos presenta, no sólo como suma de una experiencia vital, sino, sobre todo, como la búsqueda persistente y lograda de un sentido, el del ser humano en el planeta, en el país, en la ciudad o en la aldea, en su casa simplemente o en la acción colectiva. Son muchas las razones que nos llevan a la lectura de Benedetti. Tal vez la principal sea ésa, precisamente: que el poeta se ha convertido en voz de su propio pueblo. O sea, en poeta universal."
viernes, 15 de mayo de 2009
Monólogo de Felipe Muñoz, director del DAS

lunes, 11 de mayo de 2009
"Perdone, está en la Inglaterra cristiana, pórtese bien"

jueves, 7 de mayo de 2009
Érase un guerrillero a una nariz pegado

lunes, 4 de mayo de 2009
Una carta de Manuel Puig
9 de mayo de 1981
Querida familia:
Ayer me llegó la carta del lunes, con los datos de Erté, ya ahora puedo accionar. Buenísimas noticias de Madrid, el estreno final para la crítica fue extraordinario de aplausos, etc., la reacción del público es fuertísima, se ríen mucho y al final lloran bárbaramente, eso les hace calcular que con buenas o malas críticas (como en toda Europa, las críticas españolas no salen hasta después de unos días) será éxito de locura, calculan de dos a tres años en cartel. Me llamó el mismo Martín (Pepe Martín, uno de los protagonistas de la obra), desde la casa, horas en el teléfono de la alegría, dice que después de saludar al director (que ya se traía el libro en el bolsillo) pidió un alto en los aplausos al público, colocó al libro en una mesita del decorado como indicando al autor y ahí se vino abajo el teatro de aplausos y ovaciones, se empezaron a parar las personas y todos aplaudieron de pie, una locura. Así que mejor imposible.
Carta de Puig a su familia a propósito del estreno de la puesta de El beso de la mujer araña en Madrid.
Querida familia:
Ayer me llegó la carta del lunes, con los datos de Erté, ya ahora puedo accionar. Buenísimas noticias de Madrid, el estreno final para la crítica fue extraordinario de aplausos, etc., la reacción del público es fuertísima, se ríen mucho y al final lloran bárbaramente, eso les hace calcular que con buenas o malas críticas (como en toda Europa, las críticas españolas no salen hasta después de unos días) será éxito de locura, calculan de dos a tres años en cartel. Me llamó el mismo Martín (Pepe Martín, uno de los protagonistas de la obra), desde la casa, horas en el teléfono de la alegría, dice que después de saludar al director (que ya se traía el libro en el bolsillo) pidió un alto en los aplausos al público, colocó al libro en una mesita del decorado como indicando al autor y ahí se vino abajo el teatro de aplausos y ovaciones, se empezaron a parar las personas y todos aplaudieron de pie, una locura. Así que mejor imposible.
Carta de Puig a su familia a propósito del estreno de la puesta de El beso de la mujer araña en Madrid.
Cuando la poesía (poema inédito de Mario Benedetti)
Cuando la poesía abre sus puertas
uno siente que el tiempo nos abraza
una verdad gratuita y novedosa
renueva nuestro manso alrededor
cuando la poesía abre sus puertas
todo cambia y cambiamos con el cambio
todos traemos desde nuestra infancia
uno o dos versos que son como un lema
y los guardamos en nuestra memoria
como una reserva que nos hace bien
cuando la poesía abre sus puertas
es como si cambiáramos de mundo.
Poema inédito de la obra en marcha de título provisional:
uno siente que el tiempo nos abraza
una verdad gratuita y novedosa
renueva nuestro manso alrededor
cuando la poesía abre sus puertas
todo cambia y cambiamos con el cambio
todos traemos desde nuestra infancia
uno o dos versos que son como un lema
y los guardamos en nuestra memoria
como una reserva que nos hace bien
cuando la poesía abre sus puertas
es como si cambiáramos de mundo.
Poema inédito de la obra en marcha de título provisional:
Biografía para encontrarme
domingo, 3 de mayo de 2009
Art gratia artis

Salman Rushdie dixit
“El puritanismo es temer que alguien en algún lugar del mundo esté siendo feliz. La mejor respuesta al puritanismo es la felicidad. No tenemos, de ninguna manera, que convertirnos en el espejo de las personas que nos odian. Tenemos la obligación de ser felices”.
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