miércoles, 15 de octubre de 2008

Julio César Turbay se caga en la Filarmónica

Señor Director:
El sábado 11 de octubre, mi esposo y yo vimos anunciada en EL TIEMPO una presentación de la Filarmónica en la Catedral de Sal, a las 10 a.m. Llegamos allá a las 10 a.m., compramos nuestra boleta y nos dirigimos al lugar de la presentación. Nuestra sorpresa fue grande, cuando no se nos permitió tomar asiento, por cuanto todo estaba reservado para la Contraloría y, al mismo tiempo, se nos informó que el contralor, Julio César Turbay, y su comitiva estaban demorados; por lo tanto, el concierto no comenzaría antes de dos horas. Hablé con algunos integrantes de la Filarmónica, los cuales manifestaron que constituía una falta de respeto con ellos, con el público y con el director invitado, de origen búlgaro, Milen Nachev, quien debía regresar a su país ese mismo día.
Los músicos habían llegado desde las 6 a.m., hora en la cual inició todo el montaje especial requerido.
A las 12:15 p.m., el público que había venido desde Bogotá expresamente a escuchar el concierto comenzó a rechiflar y a pedir respeto, solicitando a la orquesta que comenzara, ya que se nos había manifestado que hasta que no llegara el Contralor no iniciaría el concierto.
La orquesta accedió y comenzó a tocar la primera obra de Paul Dukas. Al finalizar esta, comenzó el primer movimiento de la segunda obra. Mientras tocaban, entró el Contralor, quien había fletado el tren de la sabana con 250 personas. Los acomodadores hicieron su labor, y los acomodaron rápidamente. Cuál no sería nuestra sorpresa, cuando el Contralor se paró a dar un pequeño discurso. La orquesta tocó el segundo movimiento y salió un padrecito al final de este a dar unos pasajes de la Biblia. El director dio por terminado el concierto, faltando el tercer movimiento del concierto para violín y orquesta de Mendelsohn, y la tercera parte del programa de Héctor Berlioz.
Nunca en nuestra trayectoria de asistencia a los conciertos y manifestaciones de la música clásica habíamos presenciado un acto de incultura y de falta de respeto tan solemne.
Desilusionados, los integrantes de la Filarmónica y el director se retiraron del recinto junto con los ciudadanos del común, amantes de la música clásica, que nos habíamos hecho presentes.
Amparo de González