En una carta que Octavio Paz le escribió a Tomás Segovia (foto) en 1980 le decía que su actitud, cuando habían coincidido por aquellos tiempos, había sido "más bien esquiva, para no decir desdeñosa". "Quizá tuvo razón", comenta ahora este poeta que nació en Valencia en 1927 y que se hizo mexicano durante su largo exilio. "Nunca he sido muy expresivo. Incluso decirle 'te quiero' a mi mujer me parecía faltarle un poco. Así que, ya fuera por timidez o por orgullo, nunca supe transmitirle mi admiración. Salvo por escrito, hablando de sus libros". Diez años después de la muerte del gran poeta y ensayista mexicano, Premio Nobel en 1990, aparecen ahora nuevos materiales para acercarse a su monumental obra. Fondo de Cultura Económica edita las que le escribió a Tomás Segovia (Premio Juan Rulfo, 2005). Escritas entre 1957 y 1985, dan cuenta de las cosas de las que hablan dos personas próximas: sus proyectos, sus dificultades, su visión del mundo, sus opiniones sobre el oficio que comparten (el de poetas).
Lo que estas cartas transmiten, sin embargo, es mucho más. Paz era ya por entonces una figura de peso en el panorama literario internacional, un hombre que había tratado con los autores de referencia, que había estado en distintas embajadas y había viajado y dado clases y conferencias y publicado en revistas de indiscutible prestigio. , sabía lo que se cocía en cada lugar del planeta y era consciente de los desafíos a los que se había embarcado con su escritura. Segovia estaba empezando y era más bien parco a la hora de manifestarse y estaba fuera de los salones literarios y del barullo. Hoy sigue considerándose "un tipo marginal, que no marginado".
"Era una relación que tenía mucho de paterno-filial", recuerda Segovia y señala que, en las últimas cartas, Paz lo regañaba con frecuencia. "Hemos perdido algo -no sé qué, el alma, el temple, el amor, el respeto por el otro y las obras ajenas, el sentido del pasado, el del presente y el del futuro- y nos hemos convertido en micos", le escribe Paz refiriéndose a mexicanos y españoles. O le dice: "Yo no creo que el amor sea un fin -es un comienzo. ¿De qué? No lo sé aunque lo presiento: de nosotros mismos".
Lo que estas cartas transmiten, sin embargo, es mucho más. Paz era ya por entonces una figura de peso en el panorama literario internacional, un hombre que había tratado con los autores de referencia, que había estado en distintas embajadas y había viajado y dado clases y conferencias y publicado en revistas de indiscutible prestigio. , sabía lo que se cocía en cada lugar del planeta y era consciente de los desafíos a los que se había embarcado con su escritura. Segovia estaba empezando y era más bien parco a la hora de manifestarse y estaba fuera de los salones literarios y del barullo. Hoy sigue considerándose "un tipo marginal, que no marginado".
"Era una relación que tenía mucho de paterno-filial", recuerda Segovia y señala que, en las últimas cartas, Paz lo regañaba con frecuencia. "Hemos perdido algo -no sé qué, el alma, el temple, el amor, el respeto por el otro y las obras ajenas, el sentido del pasado, el del presente y el del futuro- y nos hemos convertido en micos", le escribe Paz refiriéndose a mexicanos y españoles. O le dice: "Yo no creo que el amor sea un fin -es un comienzo. ¿De qué? No lo sé aunque lo presiento: de nosotros mismos".