P. Veo que conserva sus instrumentos musicales. En Chesil Beach
la música resulta clave para definir a los personajes. Entonces, en los gustos musicales se observaban brechas. Hoy todo es más rico, variado, se puede disfrutar de lo clásico y el pop sin que te miren mal. Para usted, ¿qué ha sido la música?
R. Para mí la música fue inseparable de todo en la adolescencia. Pertenezco a una generación musical. Íbamos a conciertos en bares. Un primo me llevó por 25 peniques a un pueblo, Gilford, en el que cinco tíos daban un recital en un hueco de la estación. Tocaban canciones de Chuck Berry y me alucinaron. Eran los Rolling Stones, justo antes de que grabaran su primer disco.
P. ¿De verdad?
R. Completamente cierto. Cantaban Carol, Route 66, emocionante. Por esa época, mis padres me regalaron uno de esos aparatos que tenían dos ruedas para grabar. Más tarde fui modelando mis gustos; después, en la Universidad, descubrí el jazz, el bebop, a Miles Davis, Charlie Parker, Coltrane, el jazz que se hizo entre 1950 y 1965. Después me aficioné a la clásica y ahora pocas cosas me emocionan tanto como Bach o Schubert. Del pop, a partir de los ochenta, perdí el interés en nuevos grupos, salvo algunos como Radiohead u Oasis porque me recordaban a los Beatles. Literariamente, me ha servido. En Chesil Beach, la música pone de manifiesto las diferencias entre dos mundos.
P. ¿Pero usted toca?
R. Tocaba la flauta.
P. En la música también se pueden encontrar varias respuestas para las estructuras literarias. Usted cuida las estructuras de sus novelas. ¿Le interesa esa relación entre ambos mundos?
R. Bueno, me interesa la forma de la sonata, tan importante para la literatura. Dos temas sobre los que se da vueltas y se desarrollan y una coda. Me atrae. La sonata es perfecta. Una vez que la comprendes, no la puedes abandonar en la vida.
P. Es la manera que mejor puede ayudar a articular un discurso.
R. Exacto, lo que decíamos, el desarrollo de dos temas paralelos hasta ir modulando algo.
P. ¿Escribe con música?
R. No. Me gusta tanto que me distraería. Pero, volviendo a la estructura de las obras, es importante concebir una fuerte base arquitectónica para desarrollar una novela, resulta necesario moldearlo todo, una figura. Hay una tentación que persiste en mucha gente, la de obviar la forma en la novela y eso me parece un error. Para los lectores creo que existe un metaplacer, puede que inconsciente, de disfrutar de algo que tiene una forma. Siempre debemos tener cuidado de que no nos esclavice.