Tener y no tener (To Have and Have Not, EUA-1944) dir. Howard Hawks. Libreto cinematográfico de Jules Furthman y William Faulkner, muy vagamente relacionado con la novela homónima de Ernest Hemingway.
Primero, antes de ver la película, y cayendo en el notorio error de formar opiniones previas, pensábamos escribir una crónica que se llamaba “doblar y no doblar”. Después vimos la película, y pensamos escribir una crónica muy meticulosa, probablemente muy larga, posiblemente ilustrativa, en la que se narraba la historia del film y el proceso de errores, mentiras y deformaciones que lo fundamentaron. Pensábamos hablar sobre escribir y no escribir, sobre adaptar y no adaptar, sobre filmar y no filmar, sobre doblar y no doblar, sobre estrenar y no estrenar, sobre concurrir y no concurrir. De todos estos verbos infinitivos hubiéramos preferido los negativos, y hubiéramos ilustrado esa distinción, diciendo cuáles son los muchos defectos y las pocas virtudes del novelista Ernest Hemingway (cuya novela original nunca mereció ser escrita), las auténticas habilidades y los falsos títulos del famoso novelista William Faulkner (aquí reducido a una función de adaptador, ajena a su más extensa fama), el absoluto olvido que de su potencia de director cometió Howard Hawks, la funesta imitación de Casablanca, que está llevando a Warner Brothers al continuo plagio (Pasaje a Marsella, Los conquistadores), y este también funesto suceso del doblaje, que hace evidentemente falsa a una película cuya total falsedad estaba un poco más oculta.
Entre escribir y no escribir, entre narrar y no narrar el compendio de mal logradas famas, ventas de títulos, adaptaciones que desmienten al libro, imitaciones de otros éxitos, y tentativas de lograr otros éxitos nuevos e inmerecidos, habíamos preferido escribir y narrar. Y cuando ya estábamos dispuestos a censurar, por partes, a Ernest Hemingway, William Faulkner, Howard Hawks, los estudios Warner Brothers, Lauren Bacall y al inventor del doblaje, reparamos en que tal compleja y larga tarea exigía un desmedido espacio, un perfecto y minucioso conocimiento de la película, una crónica puntualísima y erudita que algunos lectores refutarían por ostentosa, otros por extensa, otros, inexplicablemente, por confusa. Así que vimos la película por segunda vez, y reparamos en que tanta complejidad sobraba, y en que la minuciosa historia de las muchas falsías que originaron al film podía ser fácilmente sustituida, sin pérdidas, por la mera comprobación de los frutos que el árbol produce. Ahora sí estábamos en lo cierto; ahora podíamos olvidarnos de censurar los elementos químicos puestos en juego, y atenernos al hecho insignificante de que la combinación de ellos es altamente explosiva, y de que esa explosión se produce tres veces diarias en el cine de estreno.
Quien no lo crea que vaya y la oiga y la vea y nos cuente si alguna vez ha presenciado una película tan ambiciosa, tan falsa, tan vacía.
Todo en ella es un largo fraude: usar sólo el título de la novela original, poner los nazis (los franceses de Vichy) donde no estaban, insinuar un film de aventuras y no realizarlo, perder el tiempo con diálogos que no conducen a sitio alguno (se pierden en estériles charlas sobre abejas muertas, botellas de whisky y labios aptos para silbar) y ganarlo con abreviaciones y trampas a la lógica. Es fraude imitar a Casablanca, es fraude imitar al obeso Sidney Greenstreet, es fraude pretender convencernos de que existe alguien llamado Lauren Bacall (no existe: es un compendio de Greta Garbo, Marlene Dietrich, Veronica Lake y Simone Simon, sin otra personalidad que un sistema de poses y vestuarios), es fraude que los diálogos de Hemingway (lo mejor y probablemente lo único que él sabe hacer) sean sustituidos e imitados por los de Faulkner, es fraude que esos diálogos de Faulkner (presuntamente poseídos de alguna calidad literaria) nos sean traducidos por el maldito doblaje, es fraude todo el film, desde su primera a su última escena. Aquí no se trata ya de un buen argumento mal expresado, ni de un mal argumento bien expresado. Se trata de una serie de trucos literarios y cinematográficos, unidos sin sentido ni cohesión, dispuestos a expresar confusos conceptos siempre intrascendentes, y ajenos, por todo resultado, a la fama bien o mal lograda (diversamente) de quienes los escribieron, adaptaron, dirigieron, interpretaron y tradujeron. Nos parece ocioso proceder al extenso análisis, nos parece muy tenue censurar detalladamente al indeseable doblaje. Para decirlo con palabras ajenas, y con cierta tranquilidad de estilo, diremos que Tener y no tener nos parece, por todos y cada uno de sus complejos elementos, por la total falla de producción que la ha hecho nacer, una de las películas más falsas y enfermantes de nuestro tiempo.
Marcha, 6 de julio 1945
Primero, antes de ver la película, y cayendo en el notorio error de formar opiniones previas, pensábamos escribir una crónica que se llamaba “doblar y no doblar”. Después vimos la película, y pensamos escribir una crónica muy meticulosa, probablemente muy larga, posiblemente ilustrativa, en la que se narraba la historia del film y el proceso de errores, mentiras y deformaciones que lo fundamentaron. Pensábamos hablar sobre escribir y no escribir, sobre adaptar y no adaptar, sobre filmar y no filmar, sobre doblar y no doblar, sobre estrenar y no estrenar, sobre concurrir y no concurrir. De todos estos verbos infinitivos hubiéramos preferido los negativos, y hubiéramos ilustrado esa distinción, diciendo cuáles son los muchos defectos y las pocas virtudes del novelista Ernest Hemingway (cuya novela original nunca mereció ser escrita), las auténticas habilidades y los falsos títulos del famoso novelista William Faulkner (aquí reducido a una función de adaptador, ajena a su más extensa fama), el absoluto olvido que de su potencia de director cometió Howard Hawks, la funesta imitación de Casablanca, que está llevando a Warner Brothers al continuo plagio (Pasaje a Marsella, Los conquistadores), y este también funesto suceso del doblaje, que hace evidentemente falsa a una película cuya total falsedad estaba un poco más oculta.
Entre escribir y no escribir, entre narrar y no narrar el compendio de mal logradas famas, ventas de títulos, adaptaciones que desmienten al libro, imitaciones de otros éxitos, y tentativas de lograr otros éxitos nuevos e inmerecidos, habíamos preferido escribir y narrar. Y cuando ya estábamos dispuestos a censurar, por partes, a Ernest Hemingway, William Faulkner, Howard Hawks, los estudios Warner Brothers, Lauren Bacall y al inventor del doblaje, reparamos en que tal compleja y larga tarea exigía un desmedido espacio, un perfecto y minucioso conocimiento de la película, una crónica puntualísima y erudita que algunos lectores refutarían por ostentosa, otros por extensa, otros, inexplicablemente, por confusa. Así que vimos la película por segunda vez, y reparamos en que tanta complejidad sobraba, y en que la minuciosa historia de las muchas falsías que originaron al film podía ser fácilmente sustituida, sin pérdidas, por la mera comprobación de los frutos que el árbol produce. Ahora sí estábamos en lo cierto; ahora podíamos olvidarnos de censurar los elementos químicos puestos en juego, y atenernos al hecho insignificante de que la combinación de ellos es altamente explosiva, y de que esa explosión se produce tres veces diarias en el cine de estreno.
Quien no lo crea que vaya y la oiga y la vea y nos cuente si alguna vez ha presenciado una película tan ambiciosa, tan falsa, tan vacía.
Todo en ella es un largo fraude: usar sólo el título de la novela original, poner los nazis (los franceses de Vichy) donde no estaban, insinuar un film de aventuras y no realizarlo, perder el tiempo con diálogos que no conducen a sitio alguno (se pierden en estériles charlas sobre abejas muertas, botellas de whisky y labios aptos para silbar) y ganarlo con abreviaciones y trampas a la lógica. Es fraude imitar a Casablanca, es fraude imitar al obeso Sidney Greenstreet, es fraude pretender convencernos de que existe alguien llamado Lauren Bacall (no existe: es un compendio de Greta Garbo, Marlene Dietrich, Veronica Lake y Simone Simon, sin otra personalidad que un sistema de poses y vestuarios), es fraude que los diálogos de Hemingway (lo mejor y probablemente lo único que él sabe hacer) sean sustituidos e imitados por los de Faulkner, es fraude que esos diálogos de Faulkner (presuntamente poseídos de alguna calidad literaria) nos sean traducidos por el maldito doblaje, es fraude todo el film, desde su primera a su última escena. Aquí no se trata ya de un buen argumento mal expresado, ni de un mal argumento bien expresado. Se trata de una serie de trucos literarios y cinematográficos, unidos sin sentido ni cohesión, dispuestos a expresar confusos conceptos siempre intrascendentes, y ajenos, por todo resultado, a la fama bien o mal lograda (diversamente) de quienes los escribieron, adaptaron, dirigieron, interpretaron y tradujeron. Nos parece ocioso proceder al extenso análisis, nos parece muy tenue censurar detalladamente al indeseable doblaje. Para decirlo con palabras ajenas, y con cierta tranquilidad de estilo, diremos que Tener y no tener nos parece, por todos y cada uno de sus complejos elementos, por la total falla de producción que la ha hecho nacer, una de las películas más falsas y enfermantes de nuestro tiempo.
Marcha, 6 de julio 1945