3 de junio de 1924. Kafka dejó escrito a su gran amigo Brod: "Querido Max. Mi última petición: todo lo que dejo debe ser quemado sin ser leído...". Brod desobedeció. Una traición de la que el mundo obtuvo gran provecho. De haber cumplido el deseo póstumo, nadie habría leído nunca El proceso, El castillo o América.