sábado, 5 de abril de 2008

Última imagen de Elvis Presley

Ginger se despertó hacia la una y media, se dio la vuelta en la cama, volvió a dormir unos minutos y luego llamó a su madre. ¿Cómo estaba Elvis?, le preguntó, y Ginger le dijo que no lo sabía, que no había vuelto a la cama y que quizá debería ir a ver cómo se encontraba. Se lavó y se maquilló en su cuarto de baño, y luego llamó a la puerta del cuarto de baño de Elvis. Al no obtener respuesta, empujó la puerta y lo encontró tumbado en el suelo, con los pantalones del pijama dorado bajados hasta los tobillos y el rostro enterrado en un charco de vómito sobre la mullida moqueta. Aturdida, llamó al piso de abajo y pidió hablar con alguien que estuviera de servicio, y la sirvienta le puso con Al Strada. Creía que algo iba mal, le dijo. (...) Al estaba inclinado de rodillas sobre Elvis cuando Joe llegó subiendo a saltos la escalera, y entre los dos consiguieron dar la vuelta al cuerpo. Joe intentó insuflarle algo de vida. Por un momento pareció que el tiempo quedaba en suspenso, pero luego todo empezó a suceder a la vez, el dormitorio se llenó rápidamente de gente... Joe intentaba reanimar desesperadamente a Elvis, pero ni a él ni a nadie le cabía la menor duda de que Elvis ya no estaba; tenía la cara hinchada y morada, la lengua había perdido el color y le colgaba por la boca, los ojos estaban inyectados en sangre. (...) Todo el mundo gritaba cuando una ambulancia del cuartel nº 29 de Whitehaven, a pocos minutos de Graceland, llegó con dos enfermeros. Aquello parecía una matanza -según describieron la escena posteriormente los enfermeros-, con doce personas rodeando el cuerpo casi irreconocible e intentando ayudar. ¿No podían hacer algo? Un hombre con gafas oscuras y montura dorada de diseño, con una sudadera de fútbol que llevaba el lema Hawaii'75 escrito, y que, según supieron más tarde, se trataba de Al Strada, dijo que creía que Elvis había sufrido una sobredosis, lo mismo que les habían dicho en la puerta antes de que supieran quién era la víctima.