miércoles, 17 de marzo de 2010

La señora diccionario Por Claudia López Swinyard

De las actividades a las que una mujer puede dedicarse luego de haber criado a sus hijos y al borde de la jubilación, María eligió escribir un diccionario. Un diccionario que, en la jerga de sus usuarios es “El María Moliner”. “El” María Moliner no puede faltar en la biblioteca de los que batallan a diario con el español. Sus dos tomos, que representan alrededor de 16 años de trabajo, siguen reeditándose y siguen siendo, como quería su autora, un “instrumento que sirve de guía para el uso” de nuestro vasto idioma a los más irreverentes, obsesivos o pulcros de los traductores, escritores y profesores.

“La” María Moliner nació en Paniza, Zaragoza, el 30 de marzo de 1900. Entre 1918 y 1921, estudió en la sección Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Cesaraugustana de Madrid. Terminar con un sobresaliente no fue decisivo para la joven licenciada, más inquieta por el caos fascinante del lenguaje y su necesidad de organización que por el premio académico. Fiel a su curiosidad, ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y trabajó en el Archivo de Simancas y en el de Murcia. Por esta ciudad estaba Fernando Ramón y Ferrando desvelando a sus alumnos con la base física de la mente humana. Desde 1925 se los verá juntos criando cuatro hijos y sufriendo las purgas del franquismo. Antes de ellas, María se hará un lugar en la Misiones Pedagógicas de la República organizando las bibliotecas rurales españolas y, comenzada la Guerra Civil, inventará un sistema de entrega de libros para los soldados en los frentes. La victoria del enemigo representa una merma de 18 puestos de trabajo para María y abre el ciclo del exilio de sus amigos y el de los traslados de Fernando. Recién en 1946, Fernando es rehabilitado en la Universidad de Salamanca y María pasa a dirigir la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales en Madrid, cargo que mantiene hasta jubilarse en 1970.

“El” María Moliner comienza a gestarse en los “ratos libres” de esta “académica sin sillón”, como le gustaba definirse. Hijos, nietos y marido van y vienen y la biblioteca le demanda apenas cinco horas. La filóloga ya había reparado en la insuficiencia del Diccionario de la Real Academia cuando en 1952 su hijo Fernando le trae, desde París, el Lerner’s dictionary of current english de Horby. Su lectura da un nuevo impulso a la empresa ambiciosa de hacer lo que la RAE no podía: dar ingreso a las voces no aprobadas ni castellanizadas y establecer sus usos en frases contextualizadas. El siguiente regalo desde Inglaterra, el Thesaurus of inglish words and phrases de Roget en su edición de 1962, la encuentra a María ya plagada de fichas y en el mismo camino del inglés: recolectar palabras, armar catálogos por afinidad de ideas y establecer sus combinaciones en expresiones vivas. El éxito inmediato de su Diccionario de uso del Español, casi “sustraído” por la editorial Gredos al trabajo infinito de su autora, ruborizó y escandalizó a los miembros más almidonados de la RAE que le negaron su entrada como miembro de la Academia. Esta miserable venganza produjo en María el alivio necesario para seguir con sus anotaciones y con el cuidado de sus plantas.

“La” María Moliner murió el 21 de enero de 1981 en el universo doméstico de sus hijos, su hermana, su criada, sus nietos y sus atriles con palabras. Gabriel García Márquez había intentado localizarla en Madrid unas semanas antes pero no pudo. “Encontrarla no fue tan fácil como yo suponía: algunas personas que debían saberlo ignoraban quién era.” Enterado de la muerte por su hijo menor y ya en Bogotá, confiesa: “Yo me sentí como si hubiera perdido a alguien que sin saberlo había trabajado por mí durante años. María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”.

“El” María Moliner sigue vivo. Por el camino abierto por su autora (que se permitió, entre otros riesgos, incluir americanismos en un diccionario español), El Moliner incorpora en su última edición palabras como chat, ebook, intranet, SMS, hacker, chillo ut, dream team, fitness o aromaterapia. Los encargados de su supervivencia cuentan con una tecnología que acompaña ese impulso que selló su método: “agarrar al vuelo las palabras de la vida”. María no quiso agarrar “las malas” y por eso fue también cuestionada. Pero de “las buenas” nos dejó más de 3000 páginas.