
El Archivo Municipal de Beijing, cuenta The New York Times, acaba de hacer públicos 16 volúmenes de documentos sobre los años de la Revolución Cultural, y aunque están muy censurados dan una idea de lo que sucedía en China al mismo tiempo que nosotros fantaseábamos sobre aquel presunto paraíso terrenal. A los niños los adiestraban para denunciar a los padres como contrarrevolucionarios. El "pensamiento de Mao" era la guía infalible para resolverlo todo, "la delincuencia juvenil, los atascos de tráfico, la química en la agricultura, la venta ilegal de pichones". En una clase de matemáticas los estudiantes tenían que cantar dos canciones revolucionarias y estudiar y discutir al menos seis citas de Mao antes de pasar a los números. Comités especiales se creaban a fin de garantizar cada año la producción de las 13.000 toneladas de plástico necesarias para las tapas de todos los millones de ejemplares del Libro Rojo que se publicaban. En una reunión del Partido se fuerza a un militante a hacer autocrítica por haber manifestado inclinaciones pequeñoburguesas al cuidar en una pecera una docena de peces de colores. El camarada criticado actúa en consecuencia y entierra vivos a sus doce peces. A un maestro de origen burgués, para reeducarlo, sus alumnos lo fuerzan a ponerse a cuatro patas y arrancar las malas hierbas de un campo de cultivo. Y nosotros, mientras tanto, en Europa, leyendo con beata reverencia las máximas del presidente Mao."