"Tom Waits en San Sebastián ya es nostalgia. Se fue a la medianoche en punto, a la hora en que las brujas y los trasgos respetables se retiran a sus aposentos, donde no es descartable que les aguarde un buen bourbon. En la tierra fría, fría, como él mismo cantó ayer desde debajo de su bombín negro de deshollinador a tiempo parcial. Rugiendo, maullando y aullando adioses confusos de difícil o imposible descripción. Se llevó las almas del público, almas borrachas de 'blues', de rock, de 'soul'... El cantante lleva una banda extraordinaria, y eso no admite un pero. Horas después, la bandera negra del trovador truculento seguía ondeando en los mástiles del Kursaal sobre las cabezas de 1.800 pobres diablos. Días después, semanas, meses, quién sabe si años y hasta lustros que ya serán recuerdo, los efluvios del desconcierto permanecerán incrustados en los tímpanos y en las retinas de todos nosotros, pobres reos de nocturnidad, incautos rehenes temporales del bardo de Pomona, California, planeta mundo, según se mira, a mano izquierda de la fascinación y el embeleso, en la tierra fría, fría."