miércoles, 29 de noviembre de 2006

Hurgando en el tarro del señor Zimmerman

Hombre al agua (o de qué va este rollo)

Alguna vez leí que un chalado había estado hurgando el tarro de basura del compositor y cantante norteamericano Bob Dylan, más conocido como Robert Allen Zimmerman, en busca de alguna pista que explicara su genio y su rebeldía. Bueno, eran otros tiempos. Ya nadie busca nada en ninguna parte, tal vez porque todo se ha convertido en basura, todo es desechable, hasta lo eterno es efímero.

He escrito estas “prosas basura” de cien palabras cada una (compruébenlo, escépticos), como un mero ejercicio de quien pasa algunas noches de su vida preguntándose a qué horas se vino todo abajo. Los textos que siguen están a mitad de camino entre la instantánea, el sueño, la escena, el bosquejo, la epifanía, el rumor, la confesión, el gracejo, la estupidez, el vómito, la caspa narrativa. “A mitad de camino” quiere decir “en ninguna parte”; tal vez allí estas líneas se sientan a gusto.

No busquen aquí nada distinto a lo que hay: sordos sonidos, escatología, rastros de comida, mi (paupérrimo) santoral, zapping a las tres de la mañana, nombres propios que nadie significan, botellas vacías (y otras a medio llenar), dedos que recorren fotos, libros y discos (sub)rayados, bolsas de almacenes de cadena...

Como proyecto fue divertido; como obra literaria, ¿hace una hermosa mañana, no es cierto?

C. P. M.


Prohibido asomarse al interior

Convencidos de que era necesario hurgar en nuestras almas en busca de respuestas a tanto desconcierto, tomábamos drogas -de la A a la Z- en veladas donde la palabra no era precisamente artículo de lujo. Andrés era el más arriesgado de los viajeros: su cuerpo era una playa desierta a donde iba a estrellarse toda la marea química que conocía la ciencia. Su esposa, Claudia, permanecía a un lado mientras el barco se hundía sin orquesta de fondo. La mañana los descubría desnudos: él parecía un incendio apagado; ella, un cenicero impaciente por respirar de nuevo.

Madonna con Massive Attack

Al igual que ella, ellos desinhiben. Eso los convierte en dulce para oídos introvertidos, para los que se resisten a salir de su piel, sea cual sea la excusa. El síntoma, una vez consumidos, es claro: el deseo sexual sincero se potencia. Eso resulta muy llamativo considerando que ella y ellos son drogas de baja toxicidad. En Europa son tenidos por medicamentos versátiles: hay quien describe una experiencia beatífica que duró mientras el hombre y su pareja así lo desearon y otro que recuerda un mal viaje con su mujer suplicando posturas raras, gritando orgasmos eternos.

El síndrome de Estocolmo

A mí sí me habían advertido; ¿un empresario colombiano en Suecia? ¿Se enloqueció? La mañana del secuestro estaba intranquilo pues no había podido comunicarme con Bogotá. Estaba pensando en eso cuando me rodearon y, de una, me gritaron que me iban a matar. Después se calmaron.

Por fin, en diciembre supe que Petrocol había pagado y pude volver acá. No me gusta hablar de política pero sí sé que el sueco común es un tipo alegre y que los guerrilleros que me tuvieron son gente resentida que piensa que con la violencia va a lograr cambios.

Otra noche de luna llena

Hace frío, es luna llena, ya sabes, la gente se enloquece y todas esas estupideces que te hacían repetir las maestras en la escuela. Tienes los dedos congelados, de veras, hace mucho frío esta noche y un trago sólo hace olvidar momentáneamente tu desgracia.

Amanece ya. Un cuerpo casi desnudo yace tirado en el piso de una pequeña carpa al pie de la montaña rocosa. Osos, águilas, salmones siguen la corriente de sus vidas. El sol saldrá, la luna lo perseguirá, algún animal morirá pero no serás tú. Tú sobrevivirás. Esa, cazador, es tu tragedia.

Últimos momentos del Bardo

Agoniza Shakespeare; hasta un niño de brazos sabe que le quedan pocas palabras de vida. El hombre cierra los ojos y regresa a los días de su adolescencia: amor, comida, vino, música, amistad, conversaciones un tanto más dulces que las de ahora con su médico de cabecera.

Llueve sobre la campiña inglesa: así sea un lugar común, este escritor prefiere rodear la muerte de uno de sus protagonistas con bruma, nubes, aceras mojadas. Así –ruega este mortal- quizás la muerte tenga a bien resbalar, caer de bruces, golpearse la testa, confundir por completo el lecho escogido.

Indicadores económicos

Setenta y dos niños japoneses murieron en 1998 como resultado de sendos suicidios familiares, setenta y cinco millones de pájaros y pequeños mamíferos son muertos cada año por los gatos en Gran Bretaña. Al paso que sube la gasolina se estima que pronto los colombianos ya no podrán salir de sus casas. En una mañana, Britney vende más discos que Caruso en toda su vida. El televisor vomita sin pausa datos útiles que corro a copiar en mi libreta, no vaya a ser que por estar pensando en existir y otras tonterías de esas, se me escape alguno.

Si hablamos de culpas

-“Es curioso, doctor Silva, pero cuanto drogo se redime termina vendiendo bolsas para la basura en los buses. La ecuación parece obvia: escoria-Cristo-escoria.”

-“No tanto”, terció una voz desde el fondo del salón oscuro. “A ese paso, profesora Rangel, terminaremos por creer que Gaviria mandó a matar a Galán, que Zappruder debió agradecerle a Oswald su gesto, que Gaitán bendijo a Roa Sierra, que Hamlet provocó la muerte de su padre, que Abel le dio la espalda a su hermano consciente de que inauguraba una tradición...”

Y un largo silencio reinó en la conferencia sobre religiones.

El destino manifiesto

-“No sigas, por favor”, la interrumpió Steven, desternillándose de la risa. “Lo tuyo me hace pensar en ese empleado nuestro, Aguirre se llamaba, que bautizó a sus cinco hijos con nombres de bandoleros: Tania, Policarpa, Camilo, Ernesto y Pedro León. El tipo no tenía en qué caer muerto y aún así se metió de lleno a organizarnos la huelga. Al muy machito fue fácil apretarle las tuercas. Agarramos a su mujer y punto. Aprendió a no morder la mano que lo alimenta y a no meterse en sindicatos...”

-“Pobre diablo”, dijo Muñeca, sirviéndose otro vodka.
-“Pobrecito, sí.”

Buen muchacho

La alegría llega a casa colándose por debajo de la puerta. Mi corazón abatido debe esforzarse para recoger el sobre y leer las letras que cantan días mejores. Sí, es posible la alegría. No todo en la vida son los olores asquerosos que despiden los cuerpos de los dieciocho muertos que guardo en el refrigerador. Sí, es posible pensar en otro asunto. Son apenas siete palabras pero ya han cambiado mi vida: “sólo el amor puede ganarle al odio”. Enciendo la luz. Respiro. Silbo. Canto. Abro la puerta. Salgo a la calle. Saludo al vecino. Soy muy feliz.

Me voy, volveré

Después de Silvia apareció Patricia. Dijo que se había criado con David Bowie pero cuando Mauricio le preguntó por una canción no supo qué decir. Luego llegó Angelita. No sabía lo que era el sexo oral: “¿a los hombres les gusta esto?”

Vicky: la primera vez que la vi, había dejado sobre su cama la autobiografía de Chaplin, abierta en el primer capítulo. Culpas, purgaciones, silencios. Vienen y van caras.

Silvia reapareció un viernes. Dijo que le devolviera sus gafas.

-“No”.

Dijo que su madre había muerto. Dije que había soñado con caderas que presagiaban muchos hijos.

Estos tiempos extraños que corren ante nuestros ojos

Leí en un libro de la existencia de algo llamado desamor. Hay gente que sufre mucho por la falta de afecto y busca en los avisos clasificados algún paliativo para su soledad: damas de compañía, masajes, intercambios, amistades de ambiente.

Leí en otro libro de la existencia de un tren que atraviesa el Gran Desierto del Alma sin hacer paradas intermedias. Hay gente que sufre porque no tiene tiempo sino para trabajar y correr de un lado para otro. Nada raro, pues, que viajen mientras duermen, coman mientras orinan, silben mientras cantan.

Coito circuito

El cine de esta joven promesa posee una gran caligrafía visual: su reciente estreno, “Donde antes había una cama, ahora hay tres”, tiene un poco de John Holmes, una pizca de Savanah, algo de aquellos comics italianos preñados de erotismo que tanto le gustan. Tras escribir el guión, este novel director entra en contacto con alguna casa productora norteamericana que, ni corta ni perezosa, se rinde ante sus pies desnudos. El público lo adora, la crítica también. Él sonríe feliz y repite que el éxito es un impotente que se despierta -de repente- en medio de una orgía.

Novedades editoriales

No se crea que el talento del señor James Joyce es producto de una intensa labor de marketing, como lo señala algún crítico despistado. Por el contrario, su nuevo libro –quince dólares, edición sencilla- sabe extraer poesía de una cáscara vieja, sus personajes rápidamente se convierten en rostros entrañables. Sí; “Ulises” puede ser un texto voluminoso pero al estar articulado en fragmentos breves que pueden leerse en cualquier dirección el lector promedio disfrutará tanto como el más avezado. ¿Quiere leer algo realmente apropiado para el descanso de Semana Santa? No lo dude un instante y acérquese al stand.

¿Desea saber dónde está Elvis?

Escribe las canciones que le quedan por escribir, saca a pasear a su perro al final del día. Sus temas son los de siempre: globalización, vértigo de la vida moderna, violencia, sexo, dominación y lucha de clases. Su método sí ha incorporado los adelantos de la tecnología: construye un loop con las cuerdas sampleadas y sobre esa base erige un texto y una melodía. “Soy afortunado, el público sigue siendo fiel a mi música y sigue comprando mis discos”, dijo recientemente en una de las escasísimas entrevistas que ha concedido desde que falleció en 1977.

Estuve ahí, lo vi todo

-Tomaste la pistola y me la pusiste en la cabeza. Empezaste a reírte y a decir que eso lo hacías para vengarte de quienes nos habíamos burlado de ti.
-¿Estás segura de que era yo?
-Sí.

El dolor indescriptible, la ausencia de los seres queridos, las lágrimas que ya no resucitarán a nadie, los recuerdos, las noches; ella seguía hablando sola, balbuceando sus muertos. Él sentía, de veras, mucha lástima pero no dejaba de pensar en su viaje al Paraíso. “Allá”, le había dicho su jefe, “mientras tengas un arma no tienes de qué preocuparte”.

Dejando el trago

El éxito consume las entrañas, más si eres un advenedizo en Hollywood y peor aún si a los estudios sólo les interesa tratar ahora con un pelmazo que se jura hijo de Tarantino. Decides beber hasta morir, son las tres y la tienda de licores abre a las seis. Entras a cine. En la pantalla, tu tragedia: un guionista desempleado huye a Las Vegas y se enreda con una prostituta. Bueno, no estás tan mal, al menos tú no le has tenido que pagar a la mujer que le hace maravillas con la lengua a tu botella.

Metilenedioximetanfetamina

El hecho de que hayan aparecido camisetas que dicen, “no te cases antes de que pasen seis semanas después de haber tomado éxtasis” no significa que alguien se atreva a poner en duda la sólida institución matrimonial sino que nadie sabe, a ciencia cierta, qué hacer con la felicidad que viene en cápsulas o grageas de 100 ó 150 miligramos: el cura, mi madre, mi novia, no lo saben. Mi padre sí. De hecho, repite que la droga le ha permitido entrar en contacto con la verdad. “No te cases”, dice. “Cierra los ojos y mira a tu alrededor”.

La dama de la pornografía

Piloto de la Luftwaffe durante la Segunda Guerra y pionera indiscutible de la industria del porno, Beate Uhse murió ayer en una clínica suiza a la edad de 81 años. En 1962 abrió el primer sex shop de Alemania y, desde entonces, su alcancía no cesó de recibir las monedas que le depositaron, noche a noche, los lascivos y las lascivas que en el mundo han sido. Fue sobrevolando Londres cuando tuvo la idea de convertirse en Madame. Apenas tocó tierra dijo que las guerras se ganaban en la cama y no en el aire.

Gira de despedida

Le suplico que hagamos el amor, el avión parte a las siete de la mañana, aprovechemos el silencio de la noche, pero ella tiene otros planes. Lágrimas contenidas en el aeropuerto, una mano moviéndose en el aire anuncia la separación de quienes se amaron durante una semana y no se volverán a ver más. El hombre canta con rabia, pega grandes saltos secundado por guitarras, bajo y batería; su dolor asombra hasta los micrófonos más sordos. De regreso a casa, el hombre triunfa añorando un amor que, muy pronto, es un nombre que jamás vuelve a pronunciar.

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