Quizás Danny Boyle nos haya sorprendido positivamente en el lejano pasado imperfecto de nuestras vidas (Trainspotting), pero ahora cuando regresa con una historia basada en hechos reales ("el drama que sufrió el montañero Aron Ralston en el 2003, que tras quedar atrapado su brazo por una roca, tomó la decisión de amputarse el miembro con una navaja para poder sobrevivir") deseamos con todas las fuerzas de la naturaleza que la película se hubiera terminado en el minuto 17 (16 y 20, para ser exactos) y no 127 horas después...
Vano intento por cantar en español el mejor verso de Dylan: “The ghost of electricity howls in the bones of her face” (“El fantasma de la electricidad aúlla en los huesos de su rostro”), periodismo de escritorio, caspa narrativa, literatura para leer en los paraderos, radio pirata & portátil, discos rayados, consejos para llegar a La Nada, comentarios varios, digresiones en orden alfabético, abrazos, besos; el último que salga, que cierre la puerta y apague la luz.
martes, 19 de abril de 2011
Rabbit hole
Alguna vez Nicole Kidman fue Virginia Woolf (The hours) y alguna vez Aaron Eckhart fue boxeador y detective (Tha black dahlia) y alguna vez Dianne Wiest fue una de las dos hermanas de Hannah (Hannah and her sisters) pero ahora ellas dos y él no son ellas dos y él, y así las cosas, por más buenas intenciones que tenga el director John Cameron Mitchell, a este lado de la pantalla nos quedamos esperando, no ya la resurrección milagrosa del niño muerto, sino alguna señal de vida de los sobrevivientes.
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