lunes, 6 de agosto de 2012


Lo que sé Por Gore Vidal



Estados Unidos fue fundado por los hombres más brillantes del país y no los hemos vuelto a ver desde entonces.

La mitad de los norteamericanos nunca leyó un diario. La mitad nunca votó en las elecciones presidenciales. Esperemos que sea la misma mitad.

Ronald Reagan no sabe bien cuál es la diferencia entre Medici y Gucci. Sabe que Nancy usa uno de los dos.

Kennedy fue uno de los hombres más encantadores que conocí. También uno de los peores presidentes.

En Estados Unidos, si uno quiere una carrera política exitosa, hay un solo tema que nunca debe mencionar: la política.

Un escritor siempre debe escribir verdad, a menos que sea periodista.

Cada vez que alguien me dice: “¿Podés guardar un secreto?”, le respondo: “¿Por qué debería, si vos no podés?”.

Estoy completamente a favor de los azotes, pero sólo entre adultos que lo consientan.

Tener estilo es saber quién sos, qué querés decir y que no te importen los demás.

Un narcisista es un alguien más lindo que vos.

Hasta el despertar de la publicidad norteamericana, a nadie se le había ocurrido nunca en ningún lugar del mundo que un adolescente es un rehén en un mundo adulto y hostil.

¿Celos? Cada vez que un amigo triunfa, algo pequeño muere en mí.

No existen las personas homosexuales o heterosexuales. Sólo hay actos homo u heterosexuales. La mayoría de las personas son una mezcla de impulsos, incluso de actos.

Nunca tengan hijos, sólo nietos.

Cuando la librería inglesa WH Smith decidió no vender mi novela Myra Breckinridge, en 1970, no me importó si alguien no la iba a poder comprar: ya la había leído demasiada gente. Lo que me enojó fue que un puñado de libreros se erigiera en tribunal literario, para lo que no tenían ni competencia ni derecho.

Cuatro años después decidí eliminar todas las malas palabras de mi novela Myra y reemplazarlas con palabras buenas. Pensé y pensé y pensé por un tiempo largo: ¿cuáles son las mejores palabras a mi disposición? Y descubrí que no se me ocurrían mejores que los nombres de los cinco miembros de la Corte Suprema que se habían propuesto limpiar el país de pornografía. Entonces los inserté en lugar de las malas palabras. Por ejemplo: una pija se convirtió en un Eehnquist.

Capote era una ama de casa republicana de Kansas con todos sus prejuicios.

¿El secreto de una vida feliz? Nunca dejen pasar una oportunidad de tener sexo o aparecer en televisión.

No hay un problema humano que no se solucione si la gente simplemente hace lo que le recomiendo.

No nos veo ganando la guerra: nos enemistamos con mil millones de musulmanes.

En la mayoría de los casos, el inquebrantable compromiso norteamericano con la libertad, la democracia y los derechos humanos ha requerido que apoyáramos regímenes que niegan esa libertad, esa democracia y esos derechos humanos a su pueblo.

Reescribo obsesivamente, un borrador detrás de otro, en general hasta llegar al quinto. De alguna manera, no tengo nada que decir, pero mucho que agregar.

Durante los últimos cincuenta años, la fotografía ha sido el arte de los sin talento. Hay fotos más satisfactorias que otras, pero ¿de quién es el mérito? ¿Del que diseñó la cámara? ¿Del dedo en el botón? ¿De la ley de probabilidades?

No hace falta la religión y el castigo eterno para apuntalar la idea de una sociedad justa; la religión sirve sólo para el terror a la muerte.

¿Qué otra cultura podría haber producido algo como Hemingway y no entender el chiste?

En la mediana edad, uno va más a juicio que a la cama.

Andy Warhol es el único genio que he visto con un coeficiente intelectual de 60.

A la decadencia de las sociedades, sigue la decadencia del lenguaje. Las palabras disfrazan la acción, no la revelan: uno libera una ciudad destruyéndola. Las palabras confunden, por eso no extraña que la gente vote contra sus propios intereses.

No quiero nada. No quiero un trabajo. No quiero respeto. No quiero premios. Rechacé el National Institute of Arts and Letters en 1976 porque ya era socio de Diners.

El otro día vino un tipo de la BBC. Es raro conocer a un hombre mayor que te dice: “Te he leído toda mi vida”. Te da un escalofrío.

Dios ha sido expulsado. Y creo que sabe cuándo le toca una mano perdedora.

Antes escribía de una manera más fluida. Al quedarme sin contemporáneos, ya no puedo decir: “Bueno, a Fulano le va a gustar esto”. Ya no hay más Fulanos. Uno es su propio Fulano.

Todo el tiempo se escucha el lamento “¿Dónde están nuestros grandes escritores?”. A veces me pregunto: “¿Y dónde están los lectores?”.

Todo está mal en Wikipedia.

Mi respuesta a haber ido a un colegio pupilo es: cualquier cosa con tal de alejarme de mi madre. Era un monstruo.

Unos viejos compañeros de mi padre en West Point, un día, le preguntaron cómo yo había salido tan bien, cuál era el secreto de su crianza. El les respondió: “Nunca le di un consejo, y nunca lo pidió”. Nunca estuvimos de acuerdo en nada, pero tampoco peleamos ni una sola vez.

Todos los idiotas que conocía habían ido a la universidad. Yo no lo consideré necesario. Había visto los resultados.

Cuando era joven, fui deseado por otros hasta el cansancio. Hoy no me miro más al espejo.

Viví con Howard cincuenta años. Pero lo que tuvimos no fue un amor romántico, ni un amor apasionado. Y ciertamente no fue asexuado. Traten de explicarles eso a los maricas.

A determinada edad, hay que vivir cerca de un buen centro de atención médica. Eso, claro, si uno pretende seguir. Siempre existe la opción de no seguir, y a veces es la opción más noble.

La hipocondría aguda tiene sus goces.

Cuando uno se enfrenta a una enfermedad hereditaria, toma conciencia de que es parte de algo. No importa cuánto haya intentado ser uno mismo, uno terminará siendo como sus padres.

El patriotismo es algo tan enfermizo hoy como lo fue siempre. Estaba viendo el noticiero hace un rato: cubrían los problemas en Kosovo y mostraban a un grupo de personas quemando la bandera norteamericana. El presentador se quebró y se le inyectaron los ojos de sangre: “Me hace (solloza) sentir mal, cuando veo (solloza) una bandera americana ardiendo”. Y yo pensé: “Pedazo de pelotudo. ¿En qué se convirtieron los noticieros?”.

Cuando se postuló para el Senado la primera vez, los asesores de Hillary descubrieron que el grupo electoral que realmente la odiaba era el de los hombres blancos de mediana edad y alto poder adquisitivo. Ella lo entendió enseguida: “Les recuerdo a su primera mujer”, me dijo.

“Usted que conoció a todos... Jackie Kennedy, William Burroughs.” La gente siempre me formula esa frase exactamente al revés de como debería. ¿Por qué no decir la verdad? Toda esa gente me quiso conocer a mí. Porque si no, parece que me pasé la vida tratando de conocer personas. Conocí mucha gente, pero no podría decir que los conocí realmente.

La gente en mi posición termina leyendo sobre sí misma, lo quiera o no. Y en general, lo que dicen está mal. O demasiado simplificado.

Para un escritor, la memoria es todo. Pero después hay que ponerla a prueba: ¿cuán buena es? Aunque a esta altura, me da lo mismo. Es lo que es. Como decía Norman Mailer: es existencial. Se murió sin saber lo que esa palabra significaba.

Somos una nación de esclavos. La cobardía moral del norteamericano es notable. Todos están aterrados de que los consideren diferentes del resto.

Desháganse de la religión. No les hará ningún bien.

Como creían los griegos, si llegaras a conocerte, habrás penetrado tanto en el misterio humano como cualquiera podrá o necesitará.

Yo no fui como los demás. Lo que los demás hacían, yo estaba seguro de que no iba a hacerlo.

Estas frases de Vidal están tomadas de diversas entrevistas y de la sección Lo que sé, de la revista Esquire.